39. Hmm, realmente no me importa

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–¡Erin, te olvidaste de este!– Oliver la llamó mientras Erin caminaba confundida por la tienda, buscando los libros adecuados. 

–Gracias Capitán– dijo Erin, tomando el libro de Encantamientos que él le entregó. Solo necesitaba cinco libros este año y todavía estaban luchando por encontrarlos.

Habían esperado hasta el último momento para conseguir sus cosas en el Callejón Diagon. El tren salía en media hora y todavía necesitaba comer bocadillos para este año escolar. Simplemente no había estado de humor para pensar en irse a la escuela estos últimos días. Los había pasado haciendo sus cosas favoritas una vez más, como visitar el mercado de agricultores local, recoger y hornear manzanas juntos. Oliver era un cocinero terrible, pero se divertían.

Erin pagó sus libros y volvió a consultar su reloj. 

–Está bien, podemos hacer esto, una parada más–  suspiró. Para dedicar algo de tiempo, se aparecieron en la tienda de dulces. 

–Erin, relájate, todavía tienes veinte minutos– se rió Oliver. Erin estaba estresada, pero no tanto por el momento. Sino por su partida, que se acercaba, solo trajo consigo mucha ansiedad. 

–Lo sé, lo siento– murmuró.

–Oye, ya hablamos sobre las disculpas innecesarias– Erin abrió la boca para responder, pero rápidamente la volvió a cerrar cuando estaba a punto de decir lo que se suponía que no debía decir. 

–Tienes razón.

Caminaron un rato por la tienda, seleccionando los dulces favoritos de Erin. También compró un montón de plumas de azúcar azules. No necesariamente los amaba, pero le recordaba a Oliver y le vendrían bien algunos recordatorios adicionales. 

–Creo que será suficiente– se rió Erin de su canasta, dirigiéndose a la caja registradora.

–Este es mi regalo– dijo Oliver, sacando algunas monedas. 

–¿Qué? No, ¿Por qué harías eso?– Erin se negó, pero Oliver tomó sus manos entre las suyas para que ella no pudiera devolverle el dinero.

–Porque quiero– Le dio un beso rápido en la nariz. 

–Bien– susurró, tomando la bolsa.

–Está bien, hay una parada más antes de irnos– dijo Oliver y tiró de ella con él. 

–¡Oliver, tenemos diez minutos!– Erin suspiró. 

–Solo tomará un minuto, vamos– Oliver la arrastró por la calle, dando un solo giro. 

–¿Una cabina de fotos?– Erin preguntó mientras se detenían. 

–Sí, no tenemos ninguna foto juntos. ¿No te gustaría? – Preguntó Oliver.

–Por supuesto que me gustaría. Me encantaría– Erin se sonrojó. Quería una foto con ella, eso era adorable. 

–Pero esta vez es mi regalo– sonrió mientras rápidamente ponía algunos Knuts. 

–Vamos– Tiró de Oliver y rápidamente le arregló el cabello. 

–Te ves hermosa, amor– le susurró Oliver al oído, envolviendo sus brazos alrededor de ella. Erin puso sus manos sobre las de él y sonrió para la primera foto. 

–Debería ser modelo– bromeó Erin mientras cruzaba los ojos y sacaba la lengua. 

–¿Qué quieres hacer después?– Preguntó Erin, pensando en una próxima pose. 

–Hmm... hay muchas cosas que quiero hacer– sonrió Oliver. La giró y la miró a los ojos con amor. Realmente la echaría de menos cuando ya no estuviera cerca todos los días. 

–Me gustaría eso también– susurró Erin, cerrando rápidamente la brecha. Sus labios encajaban tan bien, como si estuvieran hechos el uno para el otro. No había nadie en el mundo por quien pudiera sentir lo mismo. Él era único.

–Creo que se suponía que debíamos posar– se rió Erin mientras se alejaba.

–Hmm, realmente no me importa– susurró Oliver, besándola de nuevo. Erin sonrió. La hacía tan feliz.

–Realmente tenemos que irnos ahora– dijo Erin, mirando su reloj por última vez. Oliver asintió con la cabeza y tomó las dos copias de las fotos, entregándole una. Él la agarró de la mano y juntos se aparecieron en la Plataforma 9¾. Había dejado su baúl antes de entrar en el Callejón Diagon para no tener que arrastrarlo, así que todo lo que quedaba era decir adiós. 

Erin ya se había despedido de los padres de Oliver antes de irse, así como de su propia madre. Sabía que no habría tiempo para eso en la plataforma real, por lo que se había aparecido rápidamente en casa anoche durante la práctica de quidditch de Oliver. No vería a su madre hasta Navidad. 

–¿Vas a escribirme todas las semanas?– Erin respiró temblorosamente. Sabía que se iba a poner sentimental, pero esta vez tenía una excusa válida. Tres meses era mucho tiempo. 

–Definitivamente, y todavía está el espejo, ya sabes– dijo Oliver. Todavía podían hablar con regularidad, pero era su toque lo que más echaría de menos. Extrañaría besarlo, abrazarlo y todo lo demás.

Rápidamente lo abrazó para que no viera las lágrimas en sus ojos. Ella lo atrajo hacia ella tan fuerte como pudo. Admirando su olor mientras temía que se olvidara de él. 

–No estés triste, son solo tres meses– dijo Oliver, pero a él también le costó mantener la calma. No era una persona emocional en absoluto, no podía recordar la última vez que había llorado, pero le estaba costando mucho esfuerzo contener las lágrimas. Envolvió sus brazos alrededor de sus hombros con fuerza, dándole pequeños besos en la cabeza. 

–Creo que tienes que irte ahora si quieres hacerlo– se rió Oliver, alejándose de mala gana. Lo mató ver sus ojos brillantes. 

–No sé si quiero hacerlo– se rió entre dientes. Oliver acercó su rostro y la besó por última vez, haciendo todo lo posible por recordar cada detalle.

–Ten un buen término de año, ¿De acuerdo?– dijo, tomando sus manos entre las suyas –Solo diviértete, patea traseros en quidditch y luego te veré a fines de noviembre, ¿De acuerdo?

–Muestra a Puddlemere United lo que es el verdadero quidditch– sonrió Erin. El tren anunció que estaba a punto de partir, así que ella le dio un último beso y obligó a sus pies a comenzar a moverse. Abordó el tren y no pudo evitar mirar a su alrededor por última vez. Oliver la saludó con la mano, con una pequeña sonrisa en su rostro. 

–Adiós Capitán– murmuró y luego, el tren se fue. 

Erin se sintió increíblemente triste, pero afortunadamente, tenía una mejor amiga con quién contar. 

–Este va a ser un año difícil, ¿No?– Beatrice dijo, apareciendo detrás de ella. Erin no la había visto en todo el verano, ya que estaba saliendo con Oliver y Beatrice estaba bastante ocupada con Meredith. 

–Se podría decir que sí. Es bueno verte, B– dijo Erin, abrazando a su mejor amiga. 

–Al menos nos tenemos la una a la otra. Lo superaremos, ¿Verdad?

–Lo haremos, definitivamente. 

Se separaron y buscaron un compartimento. Pronto encontraron a Michael, Anthony y Jonathan en uno, por lo que se unieron a ellos.

–Es tan extraño que Tamsin ya no esté aquí– suspiró Michael. 

–No pensemos en eso, me está dando náuseas– se quejó Erin, frotándose los ojos. Quidditch, cierto.

Como no tenía a Oliver cerca, se concentraría por completo en el quidditch este año para mantenerse ocupada. Este era su último año y, dado que Cedric le había prometido que recuperaría su puesto como Capitana, aprovecharía la oportunidad por completo. Ella había arruinado un partido el año pasado debido a la pelea con Oliver y se perdió otro por el fallecimiento de su padre. Esta vez estaría completamente concentrada. Ella no se conformaría con nada menos que el primer lugar.

𝐂𝐚𝐩𝐭𝐚𝐢𝐧 |𝐎𝐥𝐢𝐯𝐞𝐫 𝐖𝐨𝐨𝐝| ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora