Capítulo 2: Sólo Una Noche.

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Era el manojo de nervios más grande de todo Seúl.

Faltaban pocos minutos para que la boda iniciara y no creía que pudiera recordar todos sus votos matrimoniales para cuando el pastor los pidiera durante la ceremonia. Cada preparativo estaba en su lugar, cada invitado en su puesto asignado y el pastor listo para recitar las palabras sagradas. Y MinGi... él estaba teniendo un ataque de pánico escénico al pensar en que su boda por fin se llevaría a cabo en diez minutos. ¿Sería capaz de hablar sin tartamudear? ¿recordaría sus votos? ¿Y si alguien se oponía? Sentía que iba a desmayarse de los nervios, aunque eso sonara exagerado.

MinGi acomodó su corbata y talló un poco su ojito derecho con pereza. Durmió un total de tres horas, más una hora entre insuficientes siestas durante los preparativos. Si no fuera por el maquillaje, las ojeras en sus ojos delatarían la noche alocada que vivió. Pero... no se arrepentía de la noche pasada y eso lo hacía sentir un poco más culpable. Cada momento vívido con él, los besos, cada caricia... todo estaba frescamente grabado en su memoria. Los recuerdos aún le erizaban la piel, esa atracción había sido tan ardiente que podía quemarse felizmente en el infierno. Pero, aquello sólo había sido una noche; algo pasajero que nunca se volvería a repetir.

No valía nada darle vueltas a eso cuando estaba en el altar, esperando por una hermosa novia que realmente amaba.

—¡Hyung, volviste a arruinar tu corbata!

—Lo siento, JongHo. Es que estoy... no sé donde tengo la cabeza —suspiró pesado y sacó el pequeño trozo de papel arrugado de su bolsillo para leerlo. Su mano temblaba mientras lo sostenía.

—No hay necesidad de nervios, todo saldrá bien —le animó sonriente, alisando la corbata y el saco del prometido—. Todo está saliendo bien, la decoración está perfecta, los invitados en sus asientos y Suzy preparándose para entrar por esa puerta.

El salón estaba bien decorado con las flores favoritas de su novia y el altar se veía delicado con el arco cubierto de pequeñas flores blancas. Sus padres estaban ahí, los padres de su prometida también junto a unos pocos familiares y amigos cercanos. No era una boda ostentosa, ellos no querían algo tan extravagante. Pero la emoción era contagiosa en el aire, sólo que MinGi la sentía asfixiante como el nudo de su corbata.

Los rostros conocidos y orgullosos le agregaba más presión a su situación. El remordimiento hacía de las suyas trayendo recuerdos a su sucia consciencia por su despedida de soltero improvisada.

—¿Estás bien, hyung?

—He esperado este momento por años, pero estoy muriéndome de los nervios.

—Quita esa cara, todo está bien. Es tu día, su día. Disfrútalo, nadie más que ustedes lo merecen —Song asintió con una sonrisa torcida—. ¿Estás cansado, cierto? Ugh, le dije a YunHo que no era buena idea lo de anoche pero el idiota nunca hace caso —refunfuñó enojado, los ojos rasgados del castaño estaban un poco adormilados.

—Está bien, sólo tengo un poco de sueño.

—Ven conmigo... Te conseguiré una taza de café para que espabiles... o, tal vez, dos.

—No es necesario, JongHo.

—Podrás practicar conmigo tus votos, oferta especial por ser tu boda —guiñó su ojo, robándole una risita a MinGi.

Ambos salieron del salón, no sin que antes JongHo asesinara a YunHo con la mirada, garantizándole un gran regaño en cuanto tuvieran tiempo. No le importaba que Jeong estuviera acompañado de su nueva novia, ni que le sacara más de una cabeza de alto, él iba a escucharlo. Nunca estuvo de acuerdo con la despedida de soltero, pero asistió sólo porque no confiaba en YunHo y WooYoung para que las cosas no se salieran de control y acabaran como esa película norteamericana sin saber que sucedió la noche anterior.

STRIP » MinJoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora