Diciembre

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-- 1 año después --

El mes de Diciembre había llegado y con él la nieve y el frío. Había sido un año intenso, donde la Legión tuvo que hacer frente a otros dos ataques de Negacionistas y cuatro expediciones que se cobraron con grandes bajas en el campo de batalla.

- Lo siento muchísimo, Erwin.

- No lo sientas, no fue culpa tuya que Kiera... - Erwin hizo una pausa y respiró con calma. Volvió a mirar la lápida del suelo, ligeramente cubierta por una fina capa de nieve, y sonrió. Había aprendido a quedarse con los buenos momentos del pasado; con esos momentos que le devolvieron las ganas de no rendirse para obtener un futuro mejor. Clark apoyó una mano en su brazo y le regaló una sonrisa reconfortante. – No fue culpa tuya, Clark.

- Lo poco que he podido recordar de ella, me permite sentirla más cerca.

- Yo siempre la he sentido a mi lado. – Dijo el comandante devolviéndole la sonrisa. Clark abrazó a Erwin y Erwin le devolvió el abrazo. Tenía la esperanza de que ella le recordara, algún día. Clark era lo que quedaba de su familia, de su esperanza, de su Kiera. Cuando se separaron, Erwin dejó con delicadeza un ramo de flores sobre la tumba de Kiera Hess y se quedó en silencio, simplemente pensando.

- A mí nunca me han regalado tantas flores. – Habló la chica sin dejar de sonreír, con una expresión afligida por la nostalgia.

- Los muertos reciben más flores que los vivos, porqué el arrepentimiento es más fuerte que la gratitud. Cuando pierdes aquello que más amas, comprendes la verdadera importancia que tiene. Y lo sabes por qué no piensas en otra cosa, aunque tampoco puedas hacer nada para cambiarlo. – Clark bajó la mirada, ahora realmente triste. Le dolía ver al comandante de las fuerzas del reconocimiento, una figura que representaba la valentía y la determinación, completamente vulnerable y frágil. Era una faceta suya que pocas personas conocían. – No puedes seguir así, Clark. Si tú también le dejas escapar, únicamente te quedará arrepentirte.

- ¿Eh? No te estoy...

- Díselo. Dile a Levi que le quieres.

- Erwin, yo... - Clark bajó la mirada, ruborizada, sonriendo, y prácticamente llorando. El comandante Smith acarició su cabeza con ternura, en silencio, sin esperar una respuesta. - ¿Cómo supiste que estabas enamorado de Kiera?

- Yo no era su mundo, ni su sonrisa, y tampoco era su razón de vivir. Cuando la encontré, ya tenía su propio camino y sus motivos para sonreír. Eras tú, ______. Tú eras todas aquellas cosas. Yo sencillamente llegué para admirar su grandeza y acompañarla en su vuelo, hacia la libertad. Kiera fue mi milagro, y supe que la amaba cuando intenté imaginarme una vida sin ella. No pude. – Clark entrelazó sus dedos con los de él, sin apartar la vista de la lápida de piedra. Todavía no había recordado nada relevante sobre Erwin, más allá de que lo conocía, pero a su lado se sentía protegida, como si se tratase del padre que tampoco recordaba. – Acompáñame, quiero enseñarte algo.

Clark no dijo nada, y siguió a Erwin de vuelta a las instalaciones de la Legión, hasta llegar a su despacho. Una vez allí, el comandante abrió una puerta que permanecía cerrada las 24 horas del día, y que nadie más aparte de él había atravesado jamás. Al otro lado, había un piano de pared; un modelo antiguo pero sin rastros de polvo.

Enseguida empezó a recordar sensaciones, a sentir recuerdos, y a marearse por la combinación de ambas cosas.

- Qué bonito suena. Me encanta.

- ¿Te gusta el piano? – Preguntó Erwin con una expresión serena, dejando de tocar el piano. – Ven, siéntate a mi lado. Te enseñaré.

OMEGA (Levi x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora