Prólogo 1/2

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- Erwin Smith, el comandante de la Legión, hablando con un traficante ilegal de Omegas del subterráneo. Quién lo diría... Pensaba que estabais intentando limpiar la mala imagen que se tenía del Cuerpo de Exploración.

- Y así es.

- Entonces qué es lo que quiere, Smith. Dejarse ver por aquí no va a ayudarle demasiado a limpiar ese nombre.

La sociedad dentro de las murallas estaba compuesta principalmente por la gente de sangre Beta. En general, no destacaban en nada pero con un poco de disciplina y mucho esfuerzo podían llegar a convertirse en buenos soldados. Algunos eran muy inteligentes, eso sí. La otra minoría estaba formada por los Alfa, considerados líderes por naturaleza y gente de linaje superior. Y luego había ese 10%, tan insignificante pero importante al mismo tiempo, los Omega, luchadores natos, con elevados instintos de protección y supervivencia. Antiguamente, fueron los encargados de proteger a la familia Real del poder de los Titanes, como por ejemplo la familia de los Ackerman o el clan de los Klein. Hubo otras, pero se daba por hecho que habían desaparecido con el paso del tiempo. La mayoría de los Ackerman y los Klein también desaparecieron.

No sabíamos nada sobre los titanes, por eso estábamos constantemente en desventaja. Sin embargo, por la sangre de los Omega fluía un componente donde había gravadas todas las memorias del primer Rey, la verdad sobre este mundo. Esta información solo podía ser revelada entrando en contacto con otro componente que únicamente poseían los Alfa, cuando la proporción de ambas sangres era exactamente la misma. De no ser así, el hijo acababa siendo uno u otro, Alfa o Omega, dependiendo del porcentaje más elevado.

Los Alfa estaban desesperados para encontrar Omegas y obligarlos a tener hijos hasta que morían por agotamiento psicológico o incapacidad física, y los Beta también intentaban reproducirse tanto con Omegas como con Alfas, para evitar que tanto unos como otros se extinguieran. En estos casos, lo más común era concebir un hijo de sangre Beta. ¿Qué ganaban? Poder. Solo el hijo mestizo, esa mezcla perfecta entre sangres, sería digno de la corona, de gobernar como monarca el territorio dentro de las murallas. Y, efectivamente, sus progenitores pasarían a formar parte de la familia Real automáticamente.

- Si me permite la pregunta, Comandante, ¿no cree que llevar Omegas al Cuerpo de Exploración es un desperdicio? Ya hay pocos como para convertirlos en mierda de titán allí fuera.

- Es posible, pero me parece que morir luchando por la humanidad es más digno que morir despreciado por la sociedad. Además, las habilidades innatas de un Omega siempre nos vienen bien. Es algo que no podemos rechazar.

- ¿De verdad piensas que es mejor que un titán te coma? - El hombre esbozó una pequeña sonrisa sarcástica.

- Es un sacrificio necesario. La auténtica verdad sobre este mundo no se descubrirá sola, obligando a unos pocos a tener hijos como unos desesperados. La Legión ha obtenido más respuestas en estos últimos años que no esta absurda creencia que existe desde siempre.

- Lo que usted diga. Sea como sea, aquí conseguirás lo que andas buscando. Cómo lo quieres: ¿Fuerte? ¿Tal vez hábil? ¿Independiente? Hay de todo.

El Comandante Smith analizó toda aquella gente que se encontraba maniatada de pies y manos en aquella habitación clandestina. Era horrible. Estaba encantado de sacar a alguien de ese infierno, alguien que él mismo entrenaría con su experiencia, alguien que acabaría sirviendo a la humanidad como soldado del Cuerpo de Exploración.

Había hombres robustos y musculados, mujeres malnutridas, mujeres con recién nacidos entre los brazos, mujeres bastante atractivas vestidas con ropajes provocativos, adolescentes de miradas perdidas... ¿Cuál sería la mejor elección? Dirigió la mirada a una niña pequeña que no tendría más de 10 años, de grandes e intensos ojos azules, ligeramente grises, y una melena peculiar, de color blanco. Estaba siendo abrazada por una mujer de intensos ojos verdes, de mirada suplicante.

- ¿Qué me dices de esa? - Preguntó señalando a la niña.

- ¿La niña del pelo raro? Hace una semana que la tenemos por aquí. No puedo decirte mucho, es fuerte. Uno de mis colegas se la encontró inconsciente en un callejón de estos, con un cuchillo ensangrentado entre las manos y un soldado de la Policía Militar muerto prácticamente al lado.

- ¿Es un Omega?

- Es muy posible que la mitad de los que tienes delante sean simples Betas de apariencia fuerte. Quién sabe si también habrá algún Alfa. Somos estafadores, no médicos, señor Smith. No voy a engañarle, por muy irónico que parezca. Esa se cargó a un soldado de la policía Militar, no hay duda de que tiene un gran instinto de supervivencia. Un insignificante Beta o un Alfa no habrían podido.

- Bien. Me la llevo.

- ¡No! - Gritó la mujer que protegía en un abrazo aquella niña. Agitó los brazos con fuerza, aunque no pudo librarse de las cadenas que la retenían. - ¡Llévame a mí! Es solo una niña, ¡no merece esa vida!

El vendedor se acercó a la mujer recitando montones de insultos bajos y le lanzó una patada en el estómago, logrando que se retorciera del dolor.

- Detente. - Advirtió Erwin en una expresión neutral. - No puedo consentir que abuses de tu fuerza contra alguien que no tenía posibilidad de defenderse.

En ese instante, los ojos de Erwin se conectaron con aquellos ojos verdes, y seguidamente percibió el miedo y la desesperación. Se perdió en ellos.

- Me las llevaré a las dos.

El hombre, con una expresión molesta, las desató a ambas y le entregó las cadenas al cadete que esperaba fuera, seguido por el mismo Erwin Smith. Se le entregó un sobre con una cantidad considerable de dinero y se largó. Ellas y el Comandante subieron a un carruaje de la Legión, mientras el cadete se encargaba de manejar el transporte.

- Soy Erwin Smith. Desde este momento, sois propiedad de la legión del Reconocimiento.

- Me importa una mierda quién sea usted. Haber pagado unas cuantas monedas de más no le da derecho ni a usted ni a la estúpida Legión a abusar de nosotras.

- ¿Eres su madre? - Preguntó con total naturalidad.

- ¿Y a usted qué le importa si soy su madre?

- No. - Contestó la niña con la voz calmada y tono apático. - Kiera no es mi madre.

- Lo suponía. ¿Y tú tienes nombre?

- Clark. ______ Clark. - Kiera la miró preocupada. Los ojos de la niña no expresaban miedo; no expresaban nada.

- Bien, Clark. Un gusto. No pretendo abusar de ustedes y la Legión tampoco. No defendemos esos ideales del hijo mestizo que puedan traer al mundo un Alfa y un Omega. Nos parece interesante, pero focalizarse toda una eternidad en esa posible farsa es una estupidez.

- ¿Qué quiere entonces? - Kiera parecía más tranquila, aunque en realidad seguía desconfiando de cada una de sus palabras. Sus ojos se clavaban en los suyos, intentando descifrar la respuesta a todas sus inseguridades.

- Os lo explicaré una vez lleguemos al Cuartel general. Allí podremos quitaros esas cadenas de las manos y hablar con calma. Si podéis, ahora deberíais dormir. Va a ser un trayecto largo.

OMEGA (Levi x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora