Capitulo ST 2

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Capitulo Dos.

A la mañana siguiente me levanté con el dolor de cuerpo, ese que siempre sentía después que Adam me agrediera de la manera en que lo hizo. Al menos Junior llego justo a tiempo. Conocía a mi novio, sabia a la perfección que en el suelo, no había nada más que hacer. Iba a pegarme otra vez, quizá patearme en el estómago. Ya lo había hecho antes, fue la única vez que de verdad quise decirle a alguien de lo que pasaba. Tenía miedo de lo que todos pudieran decir, por eso seguía sin decir nada. Esto se estaba volviendo una rutina y la odiaba.

Me sentía vacía. Algo hacía falta y el dolor psicológico que se formaba en mi pecho era demasiado fuerte. Me tiré en la cama haciéndome un rollito, llevándome mis rodillas al pecho. Me costaba respirar, el vacío era una mierda insistente dentro de mí. Intente no hacer ningún movimiento brusco, mis brazos dolían demasiado. No quería ni pensar en el ataque que sufrió Adam una vez más. Sufría de esto hace ya un año, él insistía en que no podía controlarse y que tenía que entenderlo. Pero esto era demasiado. Cada vez los golpes eran más duros y mi corazón cada día se quebraba más. La sensación de impotencia, de no poder hacer nada, de querer salir corriendo.

Mi teléfono vibro sacándome de mis pensamientos. Era la quinta vez que Adam intentaba hablarme. Me gustaría decir que tenía las fuerzas para hablarle, pero no era así. Mis fuerzas se estaban acabando. Sabía que no debía dejar que nadie me faltara el respeto como él lo hacía, pero era imposible. Mi corazón le pertenecía, siempre fue de ese modo. Desde los catorce años, el día que empezamos a hablar en clase, me gusto y amaba que Rees lo odiara. Aumentaba mi gana de estar con él. era desafiar a mi hermano y mi primo.

Unos golpes en mi puerta llamaron mi atención. Intente secar las lágrimas que aun corrían por mis mejillas, pero sin esperar a que yo abriera la puerta, la persona que tocaba entro sin preguntar. Esperaba ver a Rees o a mi madre, quizá a mi padre, pero jamás a Adam con su cara pálida llena de preocupación. La luz que entró a la habitación fue suficiente para que Adam me localizara, no tenía que buscar demasiado, siempre estaba en mi cama. Cerró la puerta detrás de él caminando con todo su porte de macho alfa. Odiaba que me viera de esa manera, como si estuviera enojado una vez más conmigo. Me puse tensa inmediatamente. ¡Está enojado! No quiero que me pegue otra vez, no en la comodidad de mi casa, no cerca de mis papas. Jamás se lo perdonarían, jamás lo entenderían. Las lágrimas corrieron aún más por mis mejillas mandando ondas de calor a todo mi cuerpo. Estaba a segundos de suplicarle que no me tocara, que solo lo necesitaba a mi lado. Estaba a punto de prometerle comportarme y no decir ninguna estupidez que lo enojara. Pero no hizo lo que pensé que haría.   

—Nena —dijo Adam acostándose en mi cama. Sus brazos me envolvieron enviándome una punzada de dolor en todo el abdomen —. Lo siento tanto, amor, no quería pegarte. Pero fue tu culpa, tú me provocaste y lo sabes muy bien.

En cierto punto tenía razón, yo lo provoque, yo le grite molesta por su coqueteo con Andria. Quizá era verdad, fue mi culpa. Pero nada justifica que él me levantara la mano. Me gustaría decir que mi inconsciente era más inteligente, pero no lo era. Nada era como yo lo creía. En mi cabeza dominaba la parte débil, la que me decía que no era nadie.

—Me duele mucho —dije entre lágrimas.

—No volverá a pasar. Ahora, déjame que te abrace hasta que te quedes dormida. No querrás que tus papás se enteren ¿O sí?

No podía decirles a mis padres esto. Les daría un ataque al corazón. Mi padre siempre nos inculco el valor de respetar siempre a los demás y esto era una falta grave a su forma de pensar. No quería ni imaginar cómo reaccionaría Rees, por más calmado que pareciera, tenía escondida a la bestia dentro de su ser.

Deje que mi cuerpo se relajara, escuchando la respiración de Adam. Él me amaba, no era su intención pegarme. Solo fue una mala reacción. Seguramente no vuelve a pasar. Sin más que pensar, me quede dormida. Sumergida en el quinto cielo del mundo perfecto. Ese el cual no existía, no en mi realidad.

Dos días pasaron desde la fiesta, dos días de manga larga. No había podido ir al gimnasio debido a mi dolor de brazos. Me lo quité con pastillas como siempre. Colocándome los pantalones de gimnasia y una camisa térmica pegada. Caminé al gimnasio, mi entrenador me esperaba para mi rutina diaria. Ayer le había cancelado, por lo que hoy no era una opción. Tenía mucho que trabajar, mi trabajo dependía de este cuerpazo que estaba formando. Mi vida dependía de mi cuidado.

Observe a mi hermano quitarse la camisa, todo un show el que hacia cada vez que entraba a este lugar. Tenía un cuerpo poco común para alguien de su edad. No dudaba que conforme pasara el tiempo se iría poniendo como Louis. Marcado hasta más no poder. Sabía que Rees seria de esos modelos de portadas de libros. Él aseguraba que no, pero yo ya había puesto todas mis esperanzas que se envolviera en ese mundo y me presentara a sus amigos.  Papá siempre nos inculco este buen vicio, el de ejercitarse. Mamá era más sedentaria, eso de ir al gimnasio no era lo suyo, pero si lo mío. Amaba la adrenalina que se apoderaba de mí ser, la manera en que sacaba todo lo que guardaba por dentro. Esta era la mejor forma de desahogarse.  

Mi rutina normal consistía en cuarenta minutos de cardio y una hora de pesas en circuito. Si quería empezar a marcar mi abdomen tenía que dedicarle mucho más tiempo del que le dedicaba. Tenía que hablar seriamente con Adam acerca de estos malditos arrebatos. No podría participar en el desfile de verano si seguía marcada. Me esforcé durante todo el año para no estar.

Colocando mi ipod a todo volumen, comencé a correr. No quería pensar en nada más que en la adrenalina que crecía dentro de mí. Cada paso, uno tras otro. Mis pulmones se hinchaban en cada bocanada de aire. No podía parar, no podía respirar. El poder sobre mis piernas empezó a aumentar, el sudor corría por todo mi cuerpo. Me sentía increíble. Bajándome de la maquina corrí a la rutina en circuito. Escuchaba a Sammy, mi entrenador personal gritarme que continuara con los abdominales. Estas rutinas cortas donde se trabaja todo el cuerpo en general son mis favoritas. Odiaba las específicas.

Hora y media más tarde, estaba tirada en la colchoneta de yoga sin poder moverme. ¡Maldito Sammy! Me saco la mierda que tenía por dentro. Estaba destrozada y muerta del calor por esta maldita playera de manga larga. Prefería los tops que enseñaban mi abdomen. Me alentaban más cuando hacia mi rutina y me observaba en el espejo. Rees se acercó con dos botellas de agua pura. Sentándose a mí lado, destapo mi botella. Él era tan atento todo el tiempo, siempre cuidándome y dándome lo mejor.

— ¡Mierda Sisi! Apestas —Rees se tapó la nariz. Le sonreí de oreja a oreja. Realmente amaba a mi hermano. Era especial en todos los sentidos. Cuando encontrara a su agapí, sería un increíble esposo o novio, era muy parecido a papá. Solo necesitaba encontrar a la indicada.

—Es una lástima que tengamos el mismo olor —Rees se abalanzó sobre mí para hacerme cosquillas. No me di cuenta en que momento me hice un rollito y empecé a temblar de miedo. No puede ser, había reaccionado mal delante de Rees. Tenía miedo, como si realmente me fuera a tocar. Mi hermano jamás lo haría, era su mundo y el respetaba a las mujeres.

— ¿Qué diablos te pasa, Hol? —dijo Rees levantando las manos para demostrar que no estaba haciendo nada. Estaba demasiado sorprendida por esa reacción. Que patética.

—Me asustaste, idiota —intente quitarme el clavo de alguna manera.

— ¿Pero porque? —un silencio incomodo se hizo entre mi hermano y yo. Luego suspiro antes de agregar —. Déjalo, no importa. Solo me pareció rara tu reacción. Normalmente te enfrentabas a las peleas, no te ponías como niña fresa. Quizá los tiempos cambian

Sacándole el dedo de en medio, lo vi alejarse a las barras de peso. ¿Qué diablos con esa reacción? Mierda, eso estaba muy mal. No quería ni pensar en la cara de mi hermano. Estuve a un pelo de que me descubriera, eso no era nada bueno. Hoy en la noche tendría una cita con Adam, estos dos días fueron un infierno en su cabeza. Le costaba superar lo mal que podía tratarme. Quería consentirme y yo iba a dejarlo.

@NikyMoli

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