capitulo ST 6

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Capitulo seis

Louis:

Sí me preguntara que es lo que más disfruto de esta vida, diría que es el gimnasio. Pero al momento de estar dentro de esta mujer mi mundo se volvía de piedra. El sexo definitivamente era de los mayores placeres que tenía.

Tamy se removió unos segundos antes de convulsionar de placer. Me encantaba ver lo húmeda que se ponía con mis atenciones. Con tres arremetidas más, colapse encima de ella. Nuestros cuerpos sudorosos y agitados eran toda una literatura erótica. Una del siglo pasado. Apartándome de su cuerpo la vi sonreír, esa sonrisa que normalmente me daba de satisfacción, la de recién follada. Cada vez veía mi vida con ella. No estaba enamorado, eso lo sabía perfectamente. Mamá decía que con el tiempo aprendería a amar a quien eligiera. Tío Will por su parte siempre me decía que mandara a todos a la mierda y buscara lo que mi corazón quería más que nada en el mundo. Eso había estado haciendo y por eso era uno de los únicos solteros a la edad de veintitrés. Tamy era bonita. Con su cabello café oscuro y su piel morena era toda una diosa africana. Me gustaba que tuviera una descendencia de otro lugar, eliminaba muy bien a todas las de dependencia inglesa de pura sangre.

Mamá me había mostrado un mejor mundo, sin la sangre real. Yo era mestizo, una mezcla de realeza y mortal, o al menos asi le llamaban a esa porquería. En lo personal me daba igual todo ese tema. Vivía mi vida como si fuera a acabarse el mundo mañana, eso de pensar en un futuro era una vil mierda. Si no pregúntenselo a mi padre. Otra de las cosas que tengo que agradecerle a tío Will. Él se había dedicado en contarme todo. Lo admiraba y respetaba a pesar que nunca tuve el honor de conocerlo. Sé que habría llegado lejos de haber estado vivo.

—Excelente sexo, señor Montgomery —dijo Tamy besando mis labios.

—Lo mismo digo, querida.

Era fácil estar con ella. A pesar de lo mucho que ella anhelaba estar formalmente conmigo, era paciente y no presionaba absolutamente nada. Pensaba en hacerlo oficial en un par de semanas. Ya era hora de tomar las riendas de mi vida amorosa, no es que me emocione. En el pasado, cuando cumplí los dieciocho años, las cartas de solicitud empezaron a llegar con insistencia. En ese entonces quería solo salir con todas, solo por el morbo de ver como se comportaban todas. Unas fueron unas bestias en la cama, otras eran tan tímidas que me daban pereza, otras eran súper extrovertidas pero con una cantidad de mierda por dentro que en poco me paraban aburriendo. Tamy fue la única que mantuvo mi interés. Sorprendentemente una de las últimas que escogí para salir. En cierto punto era bueno, me dio tiempo de madurar antes de estar con ella.

— ¿Qué paso con Holly? —preguntó Tamy apartando cualquier pensamiento en mi cabeza. Holly. Dios, me tenía tan mal que el idiota le hubiera pegado a mi prima. Lo que más enojado me tenía, era el hecho que ella quería que se lo ocultara al mundo. El maldito debería de estar en la cárcel, encerrado por hijo de puta.

—Fue un error, aun así, el idiota se lo merecía.

—Puede demándate ¿Qué no pensaste en eso? —Tamy estaba asustada y mandona al mismo tiempo. Ella podía pensar lo que quisiera, solo yo sabía la verdad de la depravada mente de ese idiota. Iba a pagarlo caro.

—Hoy iré a su casa a pedirle disculpas —sonreí al tiempo que me apartaba de su cuerpo. La observe una vez más, sus pechos eran dos bolas enormes. Bien operada.

Dejándola en su cama. Tomé una toalla para bañarme. Por más que quisiera regresar a la cama y volver a penetrar a esa mujer hasta que rogara que parar, tenía que ir a hablar con ese bastardo. El muy mierda pensó que se saldría con la suya, pero iba a dejarle muy claro que se tenía que alejar de mi hermanita.

Tamy entro detrás de mí. Necesitaba apurarme para llegar antes que cayera la noche a la casa de ese idiota. No pude hacerlo, Tamy era demasiado adictiva y que se estuviera sobando el cuerpo de esa manera con el jabón me ponía duro, listo otra vez.

Cuando llegue a la casa de ese maldito, su padre me abrió la puerta. No tenía mucho que decirle. No sabía nada de lo que le había pasado o de cómo le habían pegado a su hijo. Mi padre había sido muy conocido en su generación al igual que tío Will por lo que no tuve la necesidad de presentarme. Al momento de entrar a la habitación del idiota, lo encontré en la cama con una cosa blanca en la nariz. Satisfecho de ver que se la había quebrado me senté en la silla cerca de la ventana.

—No tienes nada que estar haciendo aquí. Vete —dijo señalándome con el dedo.

—Tengo mucho que hacer aquí. Mira Lexington, no quiero tener que acudir a la maldita policía. Mi prima me dijo que era una estúpida etapa. Los dos sabemos que eres un hijo de puta y eso no va a cambiar nunca. Ella tiene es idea de que te ama y que no quiere dejarte. Eso es lo que más me enoja. Deberías de estar en el infierno quemándote por maldito ¿Me entiendes lo que digo?

— ¿Tu padre nunca te enseño a hablar? ¡Que boca por dios! Ni un mortal te gana.

Sabía que estaba siendo cruel como la mierda por mencionar a mi padre. Era verdad, mi vocabulario consistía en una buena parte de palabras vulgares y la otra mitad de unas que ni me interesaban. Me encogí de hombros por no demostrarle que me importaba que hablara de mi padre, menos de ese modo.

—Al parecer nuestros padres son muy malos para criar a sus hijos ¿Cuánto tiempo lleva tu padre pegándole a tu madre? ¿Usa los puños, patadas…?

—No te atrevas a hablar asi de mi padre —sus palabras sonaban duras. Claro que sus padres no eran como él, pero me agradaba saber que lo estaba enojando.

Me senté una vez más en la silla de escritorio negra. Su habitación parecía sacada del siglo XVIII. Incluso el papel tapiz de flores era una cosa tan retro que no me la creía. No iba a hacer un gran escándalo, se lo había prometido a Holly. Aun así tenía que advertirle. Un pelo que le tocara a esa mujer y lo mataba.

No podía quitarme la imagen de Holly rogándome porque no le pegara. La mirada de pánico en sus ojos, suplicando por compasión, perdón… era insoportable. Sentía la necesidad de reaccionar peor contra él. Ver las marcas en el pecho de Holly, los chupones, pellizcos era demasiado. La ira se iba acumulando en mi interior. Poniéndome de pie, muy molesto lo tomé de esa maldita camisa blanca. Adam se puso pálido, a segundos de comenzar a gritar como niña. Tapándole la boca lo desafié a que gritara. Quería que se sintiera impotente, se sintiera miserable. De la misma manera que había hecho con Holly. Quería que sintiera como su mundo se iba a la mierda.

—Grita una vez más y veras como tu nariz se vuelve a partir. Del mismo modo te advierto, le pones una mano encima a Holly otra vez y te juro por mi vida que te mato. No bromeo, prefiero pasar el resto de mi vida en la cárcel que ver morir a mi hermana en manos de un imbécil como tu ¿Esta claro?

—Es mi novia ¿Cómo no quieres que la…? —Adam ponía todo su empeño por explicarme mientras luchaba con mi mano que mantenía cerca de su boca.

—Cuando me demuestres que puedes tratarla como una princesa, ese día te dejo volver a tocarla. Cuando la trates como se merece, ese día puedes volver con ella ¿Esta claro?

Lo vi asentir con la cabeza. Dándole tres palmadas en la cara, camine a la puerta de su habitación. No tenía nada más que hacer aquí. Lo dicho, dicho esta. Dándole una última advertencia al gran idiota salí en busca de mi automóvil. Ya no había nada más que decir. Un pelo que le tocara a mi hermanita, solo uno sin mi autorización y el imbécil iba a estar rogando por su vida. 

SIEMPRE TÚ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora