Capítulo ST 20

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Capítulo 20

Holly:

En esos dos días que pasaron me sentía miserable, me gustaría decir que la vida era fácil y que todo salía a la perfección. Pero no era de ese modo. Adam estaba intentando cambiar, lo que pensé que sería una noche demasiado intensa, resulto ser una como en los viejos tiempos. Adam fue delicado, atento, incluso dulce con todo lo que hacía. Era raro volver a eso, algo que más de un año no había vivido.

Adam mandó flores, chocolates, muchos dulces en el transcurso de la semana. Hubiera sido sencillo decir que la relación estaba subiendo, que estábamos mejorando, pero ¿Por qué me seguía sintiendo vacía? ¿Qué estaba mal en todo esto? Quizá mi vida tenía que cambiar. No podía seguir con esto por más perfecto que fuera. La desolación iba a matarme.  

Tomando la pelota de golf señale el punto a donde tenía que tirar la pelotita rosada. Cada miembro de la familia tenía un color en específico. Rees era azul, mamá morado y papá gris. Me acomodé de manera que todos rieran un poco, era bueno pasar un tiempo extra familiar. Mary y Michelle estaban jugando con nosotros, normalmente Louis estaría también aquí. Pero desde la última noche en la pizzería estaba evitándome. Yo intente hacer lo mismo, de algún modo tenía que quitarme este sentimiento que tenía por él.

—Dale Hol —me grito Rees —, de ti depende que le ganemos a todos estos viejos.

—Viejo tu abuelo —dijo papá riendo al tiempo que escuchaba tres palmaditas de espalda.

Respirando lo más profundo que pude, me coloqué en la mejor posición, el address era mi debilidad, siempre la utilizaba mal. Levantando el palo, golpee la pelotita con fuerza mandándola directo a la zona exacta. No era secreto que los campos links eran mi fuerte. Era tan sencillo jugar cerca del agua.

Dando media vuelta hice una referencia viendo como mi hermano celebraba. Me puse junto a él para hacer nuestro baile de la victoria. Moviendo los brazos y piernas como locos. Amábamos ganar, pocas veces lo lográbamos pero esta vez se veía la victoria de nuestro lado. Mamá frunció el ceño, papá le dio un beso en la frente aun riendo de nuestra ridícula celebración.

—Niños —se quejó mamá.

—Oh vamos mamá —dijo Rees —, se buena perdedora.

—No me gusta perder —dije conteniendo la risa.

—Y a nosotros ganar —dije con ironía.

Caminando a los carritos, empezamos a lanzar bromas de como jugaba papá y Michelle. Era muy al estilo tradicional, con sus gorritos, pantalones cortos, camisetas polo. Se veían unos grandes profesionales, por su parte Rees omitía los gorritos que según él, lo hacían ver estúpido. Cuando llegamos a casa, tía Mary animo a mis padres a que fuéramos a tomar café y comer pastel de banano. No discutimos, la tarde estaba siendo demasiado agradable para negarme a entrar a esa casa.

Cuando me paré en la entrada, recordé como las manos de Louis bajaban y subían por todo el cuerpo de Tammy, de cómo la besaba, como buscaba la manera de entrar a la casa con ella en brazos, la mujer era demasiado alta ¿Cómo diablos lograba cargarla como si no pesara nada? Recuerdo el dolor que se consumía en mi interior. Hace dos días que me sentía vacía.

Levanté la cabeza para sonreírle a mi hermano que me tendía la mano para pasar el umbral de la puerta. Nunca lo admitió, pero Rees muy en el fondo sabía que algo estaba pasando. En estos dos días no me dejo. A pesar de las flores, chocolates y toda cosa que Adam mandaba, mi familia sabía que algo estaba mal. Incluso mamá no comento nada.

SIEMPRE TÚ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora