Capitulo ST 3

122K 7.8K 824
                                    

Capitulo tres

Me gustaría decir que el tiempo con Adam -cuando estaba de buen humor -era siempre bueno. Amaba que mi novio supiera de su belleza, del cuerpo que poseía y de sus increíbles ojos azules. Me gustaría decir que todo era perfecto. Pero no lo era. En esta maldita cena me está muriendo del aburrimiento.

Adam no dejaba de hablar de él, de su increíble aporte hoy en clase, de como Andria y todas las chicas no lo dejaban de ver. Odiaba esa actitud. Esa presumida actitud donde me restregaba a todas las mujeres en la cara. Después no quería que fuera celosa ¿Cómo no iba a serlo? El muy idiota me las estaba jugando mal otra vez. Una hora paso para que dejara ese tema atrás. Ya estábamos en el postre y yo estaba deseando regresar a casa con Rees y Junior. De seguros ellos estarían jugando algún juego de realidad virtual, esos que les fascinan.

-Hermosa -dijo Adam captando mi atención de todo pensamiento disparatado. Esos ojos azules me llamaron como siempre lo hacían, eran mi hogar -, sabes que lo lamento muchísimo. No quise... no quise hacer lo que hice, bebe te amo. No sé qué sería mi vida si no estuvieras en ella. Somos ideales para estar juntos. Tenemos la mejor sangre de toda esta raza de idiotas.

-Lo sé, amor -dije tomando mi copa de vino rosa.

-Por qué te amo, te digo esto. Necesitas trabajar más en tu rutina de gimnasio, siento que te has subido unas libritas -señalo mi crepa de Nutella extra grande que había pedido. ¡Dios mío! ¿Mi novio me acaba de llamar gorda? Me quede con los ojos muy abiertos viendo como Adam observaba mi plato. ¡Se cago en mi postre!

Dejando el tenedor en la mesa tomé la copa de agua para quitarme la necesidad de ir a vomitar. Odiaba que me dijera gorda. Últimamente me decía lo mal que me veía y lo poco marcada que estaba a la par de las otras modelos. No era solo la maldita presión de mi abuela, de mi entrenador y de Adam. Mamá y papá eran más tranquilos, jamás me presionaban a nada. Me gustaría decir que solo los escuchaba a ellos, pero estaría mintiendo. Las palabras que quedaban en mi mente eran de todos aquellos que me decían lo mal que me veía. Realmente desde que Adam me trata como mierda, mi autoestima esta por los suelos. Muchas veces incluso había pasado semanas sin comer con tal de estar a su maldita altura, para ser lo que él esperaba.

-Eso está mejor, hermosa. Lo hago por tu bien. Vas a parar como tu hermano -hizo un gesto indicando gordura excesiva. No podía creerlo. Rees estaba marcado, no gordo. No puedo soportar más esta locura. Me puse de pie caminando a la maldita puerta de salida. Esto era demasiado para soportar. Estaba a segundos de tomar mi teléfono y rogarle a Rees o Louis que vinieran por mí, pero quizá era una mala idea. Él y yo se supone que estamos bien. No podía enseñarle al mundo la etapa que estamos pasando, no puedo. Tengo que ser fuerte.

Minutos después, Adam salió con la cara llena de furia. Ya sabía que sería de ese modo. Odiaba que lo dejara con las palabras en la boca. Lo bueno, había prometido no pegarme esta noche. No quería que lo hiciera. Tomándome de la mano, me llevo a la camioneta negra de lujo. Me ayudo a subir al tiempo que maldecía en voz baja. Quería pedirle que me llevara a casa, no lo hice porque sabía muy bien que él había planeado esta noche para los dos.

Llegamos al hotel de siempre en las afueras de Londres. Lejos de mi casa, lejos de su apartamento, lejos del mundo. No me daba miedo estar sola con él. Había aprendido a controlarlo, cada día que pasaba estaba mejor. No podía abandonarlo cuando más me necesitaba. La recepcionista le entrego la llave sin preguntar, claro que lo tenía todo planeado. Todo estaba listo para nuestra noche de pasión.

Al entrar a la habitación, me fije en los pétalos de rosas en el suelo, las velas, el champagne. Sonreí al entrar, esto era tan romántico. Observe cada detalle, las rosas de tallo alto sobre la cama. Rosas, siempre rosas rojas. Me encantaban. Dándome la vuelta para quedar frente a mi hombre imposible, me abalance a sus brazos al tiempo que él me capturaba. Levantándome del suelo me llevo a la cama. Con una mano mando la mierda las lindas rosas. Estas cayeron al suelo dándonos el espacio que necesitábamos.

SIEMPRE TÚ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora