Capitulo ST 4

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Capitulo cuatro

No tenía idea de que le diría a mamá. Los dedos aún estaban marcados en mi brazo derecho. No podía usar ese vestido, se darían cuenta. Aunque puedo engañarlos. Quizá pueda decirles que me lastime en una de las barras de entreno. Sí, eso tenía que decirles. Me coloqué el vestido pegado negro sin mangas, me puse los tacones altos y la chaqueta pegada. Si no moría del calor, quizá me la dejaría puesta. Le daba un toque al atuendo.

La cena de hoy seria con toda la élite. Me encantaban este tipo de eventos, eran todo un show y eso a mí me encantaba. Era llamar la atención de todo mundo. Eso era lo bueno de ser una Hamilton, todos tenían un ojo encima de tuyo. A Rees no le gustaba la atención, la odiaba. La única atención que le gustaba era la de sus mujeres. Esas que siempre estaban detrás de él. Junior les llamaba el sequito de Rees.

 — ¿Hol? — escuche mi nombre desde la multitud. Adam me veía de pies a cabeza con esa sonrisa que siempre solía darme antes de abrazarme.

Me abalance a sus brazos dejando que mi mundo se apoderara de ese hombre que tanto quería. Dándome un beso en los labios, Adam me jalo a la mesa donde estaba el resto del grupo. Anabeth ya estaba en las suyas hablando de ella como era costumbre. Deberían de enseñarle a esa mujer que el mundo no gira a su alrededor.

Una hora después, ya tenía tres margaritas en mi sistema, la música se había intensificado y la división entre adultos y jóvenes era mucho más evidente. Adam me tomaba la mano susurrando cosas dulces. Esta noche era una vez más el chico del que me enamore tres años atrás. Era mi chico perfecto. Con su sonrisa que mataba.

—Ese vestido te talla divino —dijo Adam besándome la clavícula.

—Se vería mucho mejor si no tuviera estas marcas —dije señalando los moretes medio pintados con base para cara. Esa fue la última brillante idea que tuve antes de salir de casa.

—Lo se hermosa. Pero sabes lo que provocas en mí en la cama. Es una locura. Eres tan increíble que podría morir mil millones de veces, y en todas las vidas te buscaría para tenerte.

Le sonreí dándole un casto beso en los labios. Amaba a este hombre con desesperación. Me encantaba la manera en que me hablaba. Tomándome de la cintura, empezamos a bailar, transportándonos a ese mundo en el que solo él y yo nos entendíamos. Nos perdimos en la música instrumental electrónica. ¡Que mezcla! Adam me hacía girar como un trompo riendo y disfrutando de la noche.

Muerta del cansancio. Camine a la barra por un vaso de agua. Estaba sudando y con mucho calor. Con la intención de salir a tomar aire. Me aleje de toda la música, de toda la gente. Aire, necesitaba aire.

La noche me llamaba a salir a dar una vuelta. Necesitaba caminar. La necesidad de que este mareo de tanto alcohol se me pasara. Me estaba empezando a sentir mal, con náuseas y mareos. ¡Malditas margaritas! Quitándome los tacones empecé a caminar por el césped. Pasé la fuente antigua de piedra. Decidí ser intrépida y meter los pies en la fuente. Nada pasaba por meterlos un poco. Me subí a la piedra metiendo el pie derecho y luego el izquierdo. El agua fría mando una señal a todo mi cuerpo. Inmediatamente la piel se me puso como gallina. Cerré los ojos concentrándome en esta sensación tan increíble.

En un principio pensé que los gemidos que se escuchaban eran de algún animal. No entendia bien de dónde venían. Intente poner un poco de atención cuando un “dámelo” llamo mi atención. ¡Dios mío! Alguien estaba teniendo sexo en algún lado del jardín. Sin poder controlar mi curiosidad empecé a seguir los gemidos de la chica. En medio del gran jardín había un deck bastante grande. Con la luz baja. Aun así las dos figuras moviéndose con intensidad eran evidentes. Me acerque un poco más. Necesitaba ver esto. Ese morbo que se formaba dentro de mí era inevitable. Tenía que verlo con mis propios ojos.

SIEMPRE TÚ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora