capitulo ST 10

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Capitulo diez

Holly

Anabeth me observaba de pies a cabeza. Estaba feliz de verme en vestido y sin manga larga. El verano se empezaba a sentir en todo su esplendor, el calor me llegaba como un dulce despertar de Julio. Las flores adornaban el jardín, la cascada que adornaba la piscina mandaba brisa a donde estábamos tomando el sol. Era bueno estar tan tranquila.

—Ya era hora que dejaras de hacerte esos moretones en el gimnasio, Hol —dijo señalando mi vestido —. Eso se ve increíble en ti.

—Lo sé, lo compre ayer con mamá. Salir de compras es tan… increíble —dije soltando una risita —. Aun así, Rees se tardó tres veces más que yo.

— ¡Como siempre! —exclamo mi amiga echándose a reír.

Recibimos a Norbert, el sirviente de la mansión. El hombre colocó los smoothies de frutas en la mesita de playa antes de retirarse. Tomé la novela que estaba leyendo, dándole un sorbo a mi copa, me perdí en la lectura. Estaba totalmente relajada. Nada podía quitarme esta paz interior que estaba sintiendo, nada podía estar mal.

Adam había regresado a mi vida siendo el hombre del que me enamore. Cuatro días teníamos en esta etapa de regreso y la vida pintaba perfecta. Por otro lado, Louis me estaba evitando a toda costa. En tres días, él y Rees se irían a Mykonos, una isla griega que era llamada la isla del sexo. No voy a mentir, toda la idea de ellos en una isla donde se montaban carpas y podías tener sexo con quien se te cruzara enfrente, no era lo que quería para ninguno de los dos. Mucho menos a Louis. Aun soñaba con ese beso, ese beso que nunca debí darle.

—Hol, tu hermano se está poniendo seriamente increíble —dijo Beth sentándose para verme a los ojos —. Si algún día me ve como quiero que me vea ¿Me dejas acostarme con él?

Me levanté para verla, mi amiga tenía su cabello rubio recogido en una cola alta. Sus ojos café oscuro reflejaban deseo puro. Una parte de mí era extremadamente celosa con Rees. Odiaba a todas las perras que se le acercaban. Ni idea de porque lo celos de hermana sobreprotectora, pero Beth no estaba tan mal para él. Lamentablemente nunca la vería de esa manera. Lo dejo muy claro cuando paso su carta de largo recalcando que era mi amiga y no se metía con ninguna de mi grupo.

—Claro, no hay problema —dije mintiéndole.

Pasamos al menos treinta minutos bajo el sol hasta que decidimos movernos al quiosco donde estaba la barra. Este lugar estaba diseñado para cualquier fiesta peligrosa. La piscina era de una forma abstracta con palmeras cerca de la catarata falsa. Al otro lado de esta, estaban los banquitos y mesita dentro del agua. Eran más útiles de lo que se veían, siempre que estábamos dentro tomando, ahí era donde nos pasábamos para asentar las bebidas. Cerca de estas banquitas estaba el quiosco. Ese bar que papá había mandado a construir para las fiestas de la elite. Tomó la idea de esas casas caras de Miami. El lugar no tenía ni un poco del estilo inglés. Por fuera, la mansión, era una copia norte americana. Por dentro, la tradición inglesa se mantenía.

Los chicos empezaron a llegar minutos después. Adam había pasado comprando las cervezas. Era nuestra primera fiesta de verano. Finalmente el clima había mejorado, las clases acabado y oficialmente éramos libres para festejar.

—Hola nena —dijo Adam besando mis labios —. Te traje algo. Cierra los ojos.

Levantando su mano, tapo mis ojos dejándome completamente emocionada. Amaba estas sorpresas. Insistiendo que me mostrara, lo sentí moverse un poco antes de sacar unos dulcitos de Nutella, mis favoritos. Aplaudiendo de emoción, me abalance a sus brazos abrazándolo como loca. Definitivamente los mejores detalles incluían chocolate.

SIEMPRE TÚ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora