CAPÍTULO 17

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SASHA

La luz del sol me hace abrir los ojos de a pocos, el sentir un peso alrededor de mi cintura me hace recordar que es él, intento moverme un poco haciendo que de inmediato me detenga cuando mis piernas están enredadas a las de él, abro muy bien los ojos para darme cuenta que lo tengo muy cerca de mí, aún duerme mientras lo miro tan fijamente, nunca me imaginé que despertaría y lo primero que vería sería su rostro con algunos mechones de cabello por su frente, sonrío como estúpida mientras con mi índice roso su cara como si estuviera dibujándola.

- ¿Qué carajos haces? – me detengo mientras observo como ese lindo azul hace acto de presencia.

- Buenos días para ti también – se levanta haciendo que pueda sentir mis piernas libres mientras me doy un pequeño estirón, empiezo a mirarlo para darme cuenta que solo durmió en bóxer mientras mi vista viaja a su gran amigo.

- ¿Qué? ¿nunca has visto una? – me levanto mientras sonrío.

- Si la tuya cuenta – paso de largo al baño sintiendo que me sigue los pies, me quito la ropa fijándome que gracias a Dios no he manchado, lo miro por el espejo para luego entrar a darme un baño, no pasa mucho para escucharlo que se adentró a la ducha – ¿qué? ¿ahora vas a usar la excusa del "hay que bañarnos juntos para ahorrar agua" ?

- No, yo no pongo excusas, si te quiero follar solo lo digo – llega a mí comiéndome la boca con desesperación mientras la llama se enciende tan rápido como una antorcha.

Lame y muerde mi cuello a su manera mientras sus traviesas manos torturan a mis ya endurecidos pezones provocando mojar mi sexo con cada toque.

- Así que sexo mañanero – digo entre jadeos.

- Dilo como quieras – me gira para entrar de una sola estocada en mí haciéndome gritar al sentirlo dentro, mis manos se apoyan a las paredes del vidrio mientras me embiste una y otra vez con su ya conocida rudeza provocando que me muerda el labio inferior.

....

Encuentro a Ernesto en el gimnasio pasando su índice por la filosa navaja hasta que nota mi presencia, tengo que admitir que se ve muy aterrador con eso en sus manos, llego hasta él saludándolo como siempre.

- ¿Por qué tienes eso? Aparte de que te ves bien rudo, también sádico.

- Voy a usarlo en ti.

- Muy gracioso – paso por su lado dirigiéndome al ring, pero me atrapa por el cuello mientras siento la hoja de la navaja en mi yugular – no es gracioso, Ernesto – digo algo asustada.

- Saluda a Lucifer de mi parte – giro apenas mi cabeza tomando con una de mis manos el brazo que tiene la navaja, haciendo fuerza para que no la hunda mientras con la otra de dos movimientos le golpeo la cara y las bolas para luego dejar todo mi peso en su brazo mientras le doy la vuelta haciendo que caiga al suelo.

- ¿Qué tienes? – se levanta mientras corro subiendo las escaleras para salir – ¡no es divertido! – grito mientras no me detengo.

Termino en una de las salas empezando a observar el área para poder tomar algo con qué defenderme, apenas avanzo y caigo al suelo con su peso, lo detengo de la muñeca al ver que la navaja viene hacia mí, uso la rodilla para darle en la ingle haciendo que pierda fuerza mientras le doy un cabezazo para luego escapar.

No sé de qué está hecho el idiota, sigue levantándose como si nada.

- No estás usando toda tu fuerza.

- ¡Así no se enseña, animal! – le grito mientras vuelve a atacarme, tomo un libro sobre el estante que se encuentra a mis espaldas, la navaja perfora la pasta haciendo que la punta por poco y me toque.

El Verdugo (1) © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora