CAPÍTULO 1

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SASHA

Se siente tan lindo poder volar, te sientes un super héroe y es medio raro el que los escenarios cambien una y otra vez como si te teletransportaras, según yo siento que quiero correr, pero a la vez las piernas se me mueven como si estuviera en cámara lenta y los que me quieren atrapar, ya me alcanzan.

Suelto una risa al sentir que ya me causa cosas el no poder hacer nada, hace unos segundos estaba volando y cuando según yo me quiero teletransportar, ese horrible sonido me despierta como todos los días. Aún media dormida, doy una vuelta en la cama para alcanzar el tonto despertador haciendo que las sábanas se enreden en mis piernas y como consecuencia termine estrellándome contra el suelo.

Ouch

- ¡Genial ahora no voy a saber a dónde me iba a teletransportar! – me quejo.

Me levanto directo al baño hacer mis necesidades, no sin antes mirarme al espejo y allí estoy yo, echa un desastre como todas las mañanas, mi cabello echo un lío como si ardillas hubieran peleado en ella, las sombras negras bajo mis ojos delatan lo poco que duermo por estar estudiando.

Lo peor, que mamá me dijo que hoy inicio con otro idioma, no me imagino a mi hermano, él debe estar dos veces peor que yo.

El agua tibia recorre mi cuerpo, es algo tan relajante, lo fuera aún más si no estuviera repasando en mi mente lo que estudié para hoy, no sé cómo le hacen, pero en ocasiones me enredo cuando a nuestros educadores se les da por llenarnos de exámenes de diversas materias, es como si mi cerebro estuviera: "La fórmula del cateto adyacente es una célula procariota que fue descubierta por Pitágoras luego de haber escrito el himno nacional de los Estados Unidos"

En fin.

Envuelvo mi cuerpo con una toalla y empiezo a buscar en mi closet lo que voy a vestir hoy, cepillo mi cabello una vez vestida y prosigo a guardar mis libros en mi mochila, revisando como más de tres veces que no me olvide nada.

Que manía la mía.

Me miro al espejo antes de salir de mi habitación y tomo un colet que estaba sobre la mesita de noche, el cabello suelto sí molesta en ocasiones. Bajo las escaleras dirigiéndome a la cocina y me deleito con la imagen de mi hermoso y egocéntrico hermano tomando el desayuno.

- Despertaste, tarada – ruedo los ojos al escuchar a Jared y me siento dejando a un lado mi mochila.

- Cállate y sírveme mi desayuno, tarado – él niega con la cabeza divertido, pero aun así me hace caso.

Hablamos mientras desayunamos, me cuenta cómo le va en el trabajo, al parecer él también empieza hoy con un nuevo idioma, yo hago lo mismo contándole como me va en la universidad. No sé si todos son así con sus hermanos, pero él y yo somos también como amigos a la vez y a pesar de que me puede hacer bromas incluso pesadas, como la vez que dijo para jugar a las escondidas y me metí al baúl de mis juguetes y me quedé encerrada con una rata de control remoto, que obvio no sabía que él manejaba hasta que me sacó porque se estaba asustando de que no paraba de llorar. Éramos niños, pero da igual, me empecé a reír cuando Maya le dio con su sandalia por asustarme.

Y no todos mis problemas o lo que me pasa le cuento siempre, sino lo hago con mi mamá, mucho menos con mi hermano. Amo a mis padres, y mucho, pero no siempre estaban, bueno, están en casa, no los culpo, el trabajo de ambos es admirable.

- Mis niños – Maya ingresa a la cocina y me levanto para darle un beso en su mejilla – milagro que no se estén lanzando la comida – ambos soltamos una escasa risa, termino mi jugo y me levanto para ir a buscar una dona que guardo en mi mochila. El hambre no espera.

El Verdugo (1) © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora