CAPÍTULO 11

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SASHA

Mientras camino por las afueras de la casa, mi mente no borra ese día, no solo me contó lo que le pasó a su mamá, también ese abrazo, ese abrazo que aún puedo sentir cada vez que cierro los ojos. Le conté lo que me pasó, nunca he hecho eso, sin contar que miró a través de mí, eso también no me deja tranquila, se supone que nadie debería saberlo, nadie solo yo, pero él llegó y simplemente me dijo todo lo que realmente soy, todas mis verdades...

¿Qué día estamos? No tengo la menor idea, pero no lo he visto desde hace tres días en que salimos en el Aston, voy a admitir que lo he buscado, sin embargo, no he dado con él. Es la primera conversación normal que tenemos y desaparece así de la nada, supongo que ha estado ocupado con sus asuntos y no le gusta que se metan en ellos, eso me lo decía a cada rato Ernesto, pero son tres días ¡tres días! y Ernesto tampoco me quiere decir nada. Al menos lo hacía enojar cada que me veía, pero ahora es aburrido y estoy tratando de no terminar en problemas.

Quizá se enojó por algo que hice y yo ni cuenta, no me sorprendería algo así, a veces creo que ese maniático si es bipolar. Domenico también ha desaparecido en estos días, ya no lo veo tan seguido, lo único que se me vino a la mente es que quizá está con el ojos azules haciendo quién sabe qué.

Llego hasta el jardín donde varios de sus hombres del Verdugo están usando el lugar como campo de tiro, Ernesto se encuentra sentado junto a la mesa de centro con un vaso de licor en su mano, mientras Fabio y Dominik se encuentran al otro extremo hablando entre ellos. Ahora que lo pienso bien Dominik y Domenico como que suena casi igual, me pregunto si no serán hermanos, de lo contrario sus padres se pusieron de acuerdo.

Me acerco hasta sentarme junto a Ernesto, quien al verme no hace más que mirarme raro y fruncir el ceño.

- ¿Se te perdió algo?

- Desde hace tres días – comento con doble sentido para que entienda la referencia, una vez que lo capta solo sonríe mirando a otro lado – ¿ya me vas a decir?

- Síndrome de estocolmo, niña estúpida – voltea a mirarme – ¿qué tu madre no te lo advirtió?

- No tengo ningún estúpido síndrome – respondo.

Es la verdad, no tengo ningún síndrome con el italiano, solo es algo sexual y ya, un gusto que cualquiera tendría, es guapo y es algo normal sentir atracción en él, seguro que hasta ni me compadecería de él si mamá lo mata o lo refunde en prisión, no siento nada por él, y tampoco quiero hacerlo, no voy a caer en ese estúpido juego que todos llaman "amor", lo de él y yo solo es follar, lo tengo bien claro, no siento nada...

Ni siquiera has amado a alguien en tu vida

- ¿Quieres un consejo? Y aunque no lo quieras igual te lo voy a decir – sus palabras son tan serias que no reconozco al Ernesto de mirada divertida – el Verdugo no siente amor, él no ama a nadie y nunca lo va a hacer, es un asesino desde hace años, y tampoco creas que tú vas a ser la chica cliché que hace cambiar al villano, porque eso no va a pasar, tarde o temprano él se va a deshacer de ti como él quiera, grábate eso en tu cabeza – nunca ha amado a alguien ¿su mamá? ¿no la quiso? Yo no he amado alguien, pero sí quiero a mi familia...

Amar y querer son dos cosas distintas

- ¿Dónde está? – niega su cabeza con desaprobación – vamos, no voy a hacerlo enojar.

- Ambos sabemos que eso no es verdad.

- Bueno, voy a tratar de no hacerlo enojar – le da otro trago a su bebida – ¿por qué ha desaparecido tres días? – no me responde y hace que ruede los ojos – enser...

El Verdugo (1) © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora