CAPÍTULO 8

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SASHA

Siento todo el cuerpo pesado, una sensación de dolor muscular generalizado sobre todo en el área de las piernas y mi feminidad.

Que rudo.

El ruido en la puerta me hace despertar completamente, mis ojos aun acostumbrándose a la luz se abren de a pocos viendo a Ernesto en el marco de la puerta cruzado de brazos, me siento en la cama mientras Ernesto no deja de mirarme con esos ojos color miel ni un segundo. Una sonrisa divertida se forma en sus labios y habla...

- Que gemidos los de anoche – muero de vergüenza en ese momento, puedo incluso sentir mis mejillas calientes después de su comentario – el no verte toda la mañana no me sorprendió, que rudo – arruga un poco la nariz y sigue sonriendo.

- ¿Qué quieres?

- Ya es casi la hora de almuerzo, no es que me importe si te mueres de hambre o no. Necesitas darte una ducha, son órdenes del que te hiso sacar muchos gemidos en la mañana.

- Idiota.

- Niña estúpida. Ve a darte un baño, hasta aquí me llega el olor a sexo y orgasmos – está por irse y regresa – en la habitación del Verdugo, y hay ropa sobre su cama y un cepillo y rasuradora sobre el lavabo. ¡Ah! y no lo vuelvan hacer en la cocina, es antihigiénico ¿sabes cuántas veces le hice limpiar a Irina? Ni ganas de comer me dieron – se va dejando la puerta abierta.

Bajo de la cama sintiendo como las piernas me tiemblan, me doy pequeños estirones, camino en círculos unos minutos y luego salgo de la habitación para dirigirme a donde Ernesto me dijo. Sí que necesito un baño, ayer se corrió sobre mí, que eso venga a mi mente me avergüenza un poco, bueno, me avergüenza mucho diría yo. En el camino encuentro a Lía y me dirige hasta la habitación del Verdugo.

Tal como dijo Ernesto, sobre la cama hay una bolsa de ropa y un par de zapatillas Nike, saco de a pocos un pantalón casual de cintura alta, una blusa de hombros descubiertos y ropa interior casual, nada de encaje, pues está bien para mí, no es como si pudiera quejarme después de todo.

Entro al baño encontrando sobre el lavabo un cepillo y rasuradora, justo lo que necesitaba. El agua caliente cayendo sobre mi cuerpo relaja todos mis músculos, los recuerdos de lo que pasó hoy en la madrugada no dejan de pasar por mi mente, su piel contra la mía, escuchar sus gruñidos, el eco de nuestros cuerpos chocando una y otra vez, pero esas cicatrices...

La fina hoja del rasurador es pasada por mis piernas dejándolas suaves y libres de vellos, mientras sigo en lo mío, el pensamiento de haber tocado esa piel cubierta con cicatrices me deja inquieta, recuerdo la primera vez que quise tocar sus tatuajes y él me lo impidió tomándome por las muñecas. Meneo la cabeza quitando esos pensamientos, después de todo es normal que personas como él tengan esa clase de heridas, creo. No es como si me importara de todas formas.

Una vez lista, cepillo mi cabello dejando caer por mis hombros las ondas naturales de mi cabellera negra, salgo de la habitación bajando en dirección a la sala principal, donde encuentro a Lía e Irina haciendo lo suyo. Sigo en dirección al comedor, me detengo en algunos pasillos esperando cruzarme con la persona que estoy pensado, pero nada de eso sucede.

Encuentro a Ernesto en el comedor junto a Dominik, ambos detienen su conversación cuando me miran y yo no hago más que sentarme frente a ellos.

- Hola niña estúpida, ¿qué quieres?

- ¿Has visto al Verdugo? – Dominik se levanta de su sitio y se retira, dejando su manzana sobre la mesa.

- ¿Desde cuándo soy su niñera? – ruedo los ojos – a él no le gusta que se metan en sus asuntos, ya te lo dije, ¿por qué? ¿echándolo de menos?

El Verdugo (1) © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora