Capítulo 13

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Por fin viernes, ¡sí!, ¡viernes! Y es que esta semana el tiempo ha pasado tan lento que los segundos parecían minutos, los minutos parecían horas y las horas parecían días. Los nervios y la ansiedad me golpean en la boca del estómago. Esta noche, por fin, Lena y yo tendremos nuestra cita.

Estoy en la oficina, trabajando en un boceto sentada en mi escritorio, y de vez en cuando levanto la mirada para observar a Lena, que parece concentrada en lo que está haciendo en la pantalla de su ordenador. Hoy está muy guapa, vestida con un traje de tres piezas azul marino que le sienta de maravilla. Lo cierto es que sigo teniendo un desastre mental bastante considerable.

Lena, Kate, Kate, Lena... Mi corazón parece divido en dos y late por una o por otra dependiendo la situación.

Siempre he pensado que es imposible que puedan gustarte dos personas a la vez, que hay una de las dos que tiene más peso que la otra, pero, la verdad, es que ahora que me encuentro en esta encrucijada, me doy cuenta de que estas cosas pasan. Y es absurdo, lo sé, porque llevo enamorada de Kate desde hace tiempo mientras que he odiado a Lena con todas mis fuerzas durante el mismo periodo, pero es que las personas somos muy complicadas. A veces, la línea que separa un sentimiento del otro es tan fina que, cuando quieres darte cuenta, ya la ha sobrepasado y todo se vuelve muy abrumador y confuso.

—¡Kara! ¡A mi despacho! —exclama la voz de Kate, sacándome automáticamente de mis pensamientos.

Levanto la cabeza y la veo asomada por la puerta, con el ceño fruncido y una mirada desaprobatoria que me pone automáticamente en alerta. Mis neuronas empiezan a trabajar a toda pastilla para intentar encontrar el posible motivo por el que Kate me mira como si acabara de sacrificar a un montón de gatitos en un ritual satánico, pero no sé a qué puede deberse esa hostilidad repentina.

—¡Ya! —me apremia de nuevo antes de darse la vuelta y desaparecer.

Me levanto con los nervios revolviéndome el estómago. No sé qué debo haber hecho para que me haya atacado con su mal carácter, mal carácter que, por cierto, no es nada habitual en una persona calmada y tranquila como ella. Ladeo la cabeza y busco a Lena con los ojos. Esta se ha girado y me dedica una mirada comprensiva que yo le devuelvo con un mohín asustado. Trago saliva y me dirijo rápido hacia su despacho. Cuando llego, llamo a la puerta con los nudillos y entro en cuanto me da el permiso.

Me observa con los codos apoyados en la mesa. Su mirada es tan intensa que me achico al instante, como si ella fuera un trol gigante y yo un hobbit diminuto.

—Siéntate, por favor.

Me siento en la silla que señala con un gesto y espero a que hable, removiéndome intranquila. No me va a echar, ¿no? Por un momento esta hipótesis me golpea tan fuerte que las lágrimas se me agolpan en los ojos, pensando en lo mal que voy a pasarlo si me echa de patitas en la calle.

—¿Qué mierda es esta? —pregunta, lanzándome un fajo de papeles que me hacen soltar un suspiro instantáneo, porque de repente me doy cuenta de que no me va a echar y que solo está descontento por algo que he hecho. Miro los papeles y veo que es mi propuesta para una campaña en redes sociales que he diseñado para una pequeña clínica especializadas en dietas y adelgazamiento.

Levanto una ceja y pregunto, inocente:

—¿Por qué es una mierda?

—¿De verdad es necesario que te lo diga?

Repaso de nuevo el proyecto y lo encuentro correcto, por lo que me encojo de hombros.

—Yo lo veo bien.

—No me gusta nada el planteamiento —indica, mirándome con los ojos entrecerrados—. La partida dedicada a Instagram dobla a la de Facebook y Twitter.

—Eso es porque hoy en día, en Instagram, hay una gran comunidad de gente que comparte sus platos saludables y sus objetivos para perder peso. Creo que es mucho más atractivo intentar vender el producto a ese tipo de gente que a la que puedes encontrarte en Facebook o Twitter.

Me atraviesa con la mirada y sé que mi respuesta le ha parecido correcta pero también sé que no va a darme la razón, porque, por algún motivo que desconozco, está enfadada conmigo. Lo veo por su manera de mirarme y por la forma en la que me ha tratado. Kate es una persona dulce y buena, no esta especie de Voldemort que tengo aquí delante.

—Deberías haber explicado eso en el informe —dice finalmente, pasándose una mano en el cabello repeinado.

—Podrías haberme preguntado cómo una persona normal, te lo hubiera explicado y lo hubiera añadido sin necesidad de que te comportaras conmigo como una energúmena.

—Soy tu jefa, Kara, así que cuida esa boquita.

—Llevas toda la semana portándote como una idiota, así que no me hables a mí de mantener las formas. ¿Se puede saber qué rayos te pasa conmigo?

—No me estoy comportando de ninguna manera.

—Sí lo estás haciendo.

—¡Qué no!

—¡Qué sí! —Nos quedamos mirando unos segundos, sin decir nada, con las miradas conectadas y los rostros enfurecidos. —Voy a añadir lo que falta en el informe y te lo volveré a pasar. —Me levanto de la silla con el informe en la mano.

Doy un portazo y nada más hacerlo escucho un fuerte golpe que viene de dentro. Cierro los ojos y noto como las lágrimas se me agolpan de nuevo en los ojos. No sé qué está pasando entre Kate y yo, pero todo esto me supera sobremanera. Respiro hondo y regreso de nuevo hacia mi sitio, obligándome a mantener la cabeza alta y la respiración tranquila. No voy a llorar por Kate, no ahora. Soy una mujer fuerte e independiente.

Cuando llego a mi mesa veo que tengo un mensaje en el chat interno. Es de Lena que me hace sonreír al instante.

Lena: ¿Ya has elegido un vestido bonito para nuestra cita? Recuerda que paso a buscarte a las 21.00 h ;-)

Posdata: Te OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora