—Si nos encuentran, nos echarán —susurro.
—Eso lo hace más interesante, ¿no te parece? —pregunta Lena, arrodillada frente a mí mientras me sube la falda sin dejar de mirarme a los ojos. Me muerdo el labio y jadeo cuando deposita un beso encima de mis bragas.
Estamos en el cuartillo de la limpieza, hace cinco días desde que nos dijimos nuestro primer te quiero y desde entonces las ganas de devorarnos no han dejado de aumentar. Reconozco que esta situación se parece mucho a la fantasía que tuve la primera vez que entramos aquí...
—Lena, deberíamos parar... —digo a modo de súplica, aunque el cosquilleo que asciende entre mis muslos es cada vez más insoportable y me está matando de ganas.
—¿No decías que estabas nerviosa por el proyecto que tienes que presentar?
—Sí, pero... —admito, porque es cierto, hoy tengo una presentación importante y llevo todo el día con el estómago contraído por la inquietud.
—Yo solo voy a relajarte.
Coge el elástico de mis bragas y tira hacia abajo hasta que estas caen. Les doy una patada. A continuación, coge una de mis piernas y la pasa por encima de su hombro, haciendo que esté abierta y expuesta para ella. Cierro los ojos y me agarro fuerte a una de las estanterías. Lena se acerca a mí sexo y tardo poco en sentir su aliento caliente sobre mi piel. Gimo cuando su lengua se interna en mi sexo y me acaricia el clítoris.
—Shhht —me susurra desde abajo.
Trago saliva e intento controlar mis gemidos cuando su lengua empieza a jugar en mi interior. Sus movimientos circulares me están volviendo loca. Sus manos se aferran a mi culo para acercarme más a ella. Me muerde, me lame, me devora... Y el hecho de que puedan encontrarnos en cualquier momento lo hace todo mucho más excitante. Su lengua empieza a subir de intensidad, a medida que lo hace mi placer.
Una de sus manos deja de sujetarme el culo y, poco después, siento como me penetra con un dedo. Abro los labios intentando que el grito que tengo ahogado en la garganta no se me escape. A medida que su lengua me da placer, me folla con un dedo que pronto son dos, y los arquea con suavidad para acertar en la diana de mi placer. Le cojo del pelo y tiro a medida que estoy más y más cerca del orgasmo. Su lengua sigue moviéndose en mi interior, mi cuerpo se tensa y poco después se rompe en mil partículas diminutas por el propio goce. Jadeo en silencio, y cuando termino de correrme, Lena da un último beso suave sobre mi pubis y se levanta para mirarme con picardía.
—¿Cómo van esos nervios? Te veo menos tensa.
Está satisfecha y se le nota. Le beso, dejando que nuestra saliva se mezcle.
—¿Quieres que...? —empiezo a decir, tocando su entrepierna por encima de la ropa, pero antes de que pueda acabar la pregunta escucho la voz Kate gritar mi nombre en el exterior.
—¿Alguien ha visto a Kara? —pregunta de nuevo a alguien. Oigo sus pisadas al otro lado de la puerta y el pánico se apodera de mí.
—¡Ay mierda! —Me bajo la falda a toda prisa y cuando las pisadas se alejan, Lena y yo salimos del cuartillo de la limpieza a todo correr, con cuidado de no ser vistas.
Una vez fuera me dirijo hasta mi sitio, donde Kate me está esperando con los brazos en jarras y una ceja levantada.
—¿Dónde estabas?
—He ido un momento al baño —miento. Me mira de arriba a abajo y frunce el ceño.
—¿Qué le ha pasado a tu falda? Parece que te hayas peleado con ella.
Me miro la falda de tubo que llevo puesta. Está completamente arrugada, supongo que se debe haber quedado así cuando Lena me la ha subido. Me la intento alisar con las manos, sintiéndome, de repente, muy culpable. Aunque soy una culpable relajada y feliz.