Capítulo 10

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(Lena)

Al otro lado de la puerta, Kara me mira con los ojos muy abiertos. Puedo ver los engranajes de su mente trabajar a marchas forzadas. Mira a Lori y luego me mira a mí y detecto sin problemas el instante exacto en el que acaba llegando a la conclusión acertada. Sus ojos se agrandan aún más, una ceja se curva con suavidad y se olvida de parpadear.

Siempre he sentido fascinación por sus ojos. Son preciosos y expresivos. Sus ojos expresan a la perfección todo lo que pasa por su cabeza. Y en este mismo momento, sus ojos expresan una gran incredulidad por el descubrimiento que acaba de hacer.

—Mami, ¿quién es?

Aparto mis ojos de Kara y me centro en mi hija, que me mira expectante. Tardo un poco en responder, porque la verdad, esta situación es de lo más surrealista.

—Es Kara, una compañera de trabajo.

Lori levanta la cabeza hacia Kara y alarga su mano de forma educada haciendo que una sonrisa se escape de mis labios. Nunca dejará de sorprenderme lo adulta que parece pese a tener solo siete años.

—Yo soy Lori.

Kara le estrecha la manita: —En... encantada.

Noto su turbación, se nota a leguas que esta situación le incomoda. Nos quedamos mirando en silencio. La verdad es que no sé muy bien que decir, nunca creí que Kara descubriría mi pequeño secreto de esta manera. Lori agarra la parte baja de mi jersey y le da unos tirones para llamar mi atención.

—Mami. —coloca una mano alrededor de su boca y baja la voz—, invítala a pasar.

Una risa nerviosa escapa de los labios de Kara, mi hija ha intentado ser discreta, pero a todas luces no lo ha conseguido.

—Sí, por favor, pasa. —Le hago un ademán con el brazo hacia el interior y ella entra en el piso. Todo está en su sitio, todo excepto los juguetes de Lori que están desperdigados por todas partes. Puedo ver como los ojos de Kara se detienen ahí y allá, inspeccionando cada rincón—. ¿Quieres tomar algo? —Kara niega con la cabeza y justo en este momento suena el pitido del microondas con la leche que he puesto a calentar hace un minuto, algo que me hace recordar lo que estaba haciendo antes de abrir la puerta. —Tengo que acostar a Lori. ¿Te importa esperar cinco minutos? Le doy la medicina y vuelvo.

—En realidad no quiero molestar... —empieza a decir, pero yo no la dejo terminar.

—No molestas. Puedes dejar tu abrigo ahí. —Señalo el perchero del recibidor. —Puedes ponerte algo en la tele mientras esperas.

Kara duda, pero finalmente sigue mis indicaciones y acaba sentándose en el sofá mullido de cuero marrón.

—Venga, Lori, a la cama.

—No quiero ir a la cama —protesta. —Hay invitados.

Kara se ríe y yo pongo los ojos en blanco.

—No hay invitados en plural. Hay una invitada en singular. Además, estás resfriada, tienes que descansar para ponerte buena.

—Pero no tengo sueño —insiste.

—Ya lo tendrás. Dile buenas noches a Kara.

Lori hace un amago de puchero, pero sabe que esa es una batalla perdida conmigo. Al final, acaba con el teatro y se acerca corriendo a Kara para rodear su cuello con sus bracitos y darle un beso en la mejilla.

—Buenas noches.

—Buenas noches, Lori.

Lori corretea de nuevo hacia mí, coge mi mano y juntas regresamos a su habitación.

Posdata: Te OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora