Capítulo 21

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Al día siguiente estoy sentada en el sofá de mi casa esperando a que Lena de señales de vida. Han pasado más de 12 horas desde que nos despedimos y aún no sé nada de ella. Creí que al menos se disculparía por haberse puesto tan ruda conmigo ayer por la noche, pero aún no lo ha hecho. Miro el móvil que descansa encima de la mesa de centro del salón como si pudiera provocar su llamada con la fuerza de mi mente, pero eso no ocurre. Subo las piernas sobre el sofá y me las tapo bien con la manta mientras escucho la canción que suena ahora en mi lista de Spotify: Vivir sin aire de Maná.

No entiendo que pasó ayer, la verdad, todo parecía ir bien. Lori y yo conectamos y antes de recibir esa llamada, Lena parecía interesada en llevarme a la cama. No dejo de preguntarme quién le llamó, porque, fuera quién fuera esa persona, consiguió alterarle hasta el punto de dejarle medio ido y visiblemente en estado de shock. Justo en este momento el interfono suena. Me levanto con tanta prisa que tropiezo con el borde de la mesa de centro, suelto un exabrupto y estoy a punto de caer, por suerte, en el último momento, consigo recuperar la estabilidad y, dicho de paso, la dignidad. Me aclaro la garganta antes de responder:

—¿Sí?

—Soy yo —dice una voz que, a todas luces, no es la de Lena.

Es Felicity y por su tono de voz parece llorosa. Abro la puerta de abajo, la de arriba, y me quedo apoyada en el marco de la puerta hasta que la veo salir del ascensor hecha un mar de lágrimas. Va vestida con la ropa arrugada y desordenada, como si se hubiera levantado corriendo y se hubiera puesto la ropa del día anterior. Al verme, echa a correr hacia mi dirección y me abraza con fuerza.

—Eh, eh, cielo, ¿qué ocurre? —pregunto sobre su pelo despeinado. Me responde, pero lo hace con un gorjeo que no consigo descifrar. —No te entiendo, cielo. Respira hondo y habla despacio para que pueda hacerlo, ¿vale?

Se separa de mí, afirma con la cabeza y me mira a través de sus ojos anegados en lágrimas.

—Es... está... pro...prometido —me dice entre hipidos.

—¿Está prometido? —Frunzo el ceño—. ¿Quién está prometido?

—¡David! —exclama antes de volver a estallar en lágrimas.

—¿David está prometido? —le pregunto agrandando mucho los ojos.

Felicity sacude la cabeza y yo la atraigo hacia mí para cerrar la puerta y acompañarla hasta el sofá.




♥ ♥ ♥




Veinte minutos más tarde, Felicity parece una persona nueva. Se ha duchado y se ha vestido con un chándal que le he dejado y que le va un poco grande. Le he hecho un té y lo sujeta con ambas manos mientras su mirada se pierde en algún punto indeterminado de la pared que tiene justo delante.

—¿Qué ha pasado?

Felicity me mira y coge aire antes de responder.

—David y yo quedamos ayer para cenar. Hacia un par de semanas que no nos veíamos porque, según él, estaba fuera por cuestiones de trabajo. Me llevó a un hotel lujoso por sorpresa y hemos pasado la noche ahí. Esta mañana me he levantado para hacer un pis y he visto que su móvil, que estaba encima de su mesita de noche, se ha iluminado con la llegada de un mensaje y... no sé..., he tenido un pálpito, así que lo he cogido, me he encerrado en el baño, he leído la conversación...

—Y has descubierto el pastel —concluyo yo.

—Una tal Amanda le había enviado un mensaje en el que le pedía que mirase su correo electrónico, que le había mandado la prueba de las invitaciones para la boda.

Posdata: Te OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora