Capítulo 29

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Maratón 1/3







(Lena)




Diciembre ha llegado trayendo el frío y la Navidad con él. Hoy es sábado y, mientras paseo con Lori por el centro de la ciudad, me fijo en las luces que cuelgan en las calles y que dan a la ciudad un toque mágico. Un pensamiento aparece en mi mente: ojalá Kara estuviera aquí, compartiendo con nosotras estas fechas tan especiales. Además, sé lo mucho que a ella le gustan.

Todos los años era Kara la encargada de decorar la oficina con guirnaldas y figuritas. Este año no lo ha hecho nadie. Sin ella, el mundo es un lugar mucho más oscuro. Hace casi un mes que Kara cogió su excedencia. Ella no se atrevió a explicármelo, fue Kate quién lo hizo. Al enterarme estuve a punto de montar en cólera. Sé que tomó esa decisión para poner un poco de distancia entre nosotras, y la odio por eso. Me hubiera encantado decirle que prefiero verla cada día, aunque su presencia me duela, que no verla y dejar que su ausencia me mate.

Sigo sin acabar de digerir nuestra ruptura. Con lo mucho que ella adora a Lori... Tengo la sensación de que sus palabras no fueron más que una excusa, que no me explicó la verdad. Estoy casi convencida de que escondía algo, ¿el qué? Eso es algo que no he conseguido averiguar.

—Mami, mami, mira, un duende de Papá Noel —exclama Lori apretando mi mano mientras señala con su dedo índice a una chica vestida con el típico traje de duende navideño. El duende se nos acerca y le da un caramelo.

—Ho, ho, ho. ¡Feliz navidad! —exclama jovial.

Faltan solo cinco días para Nochebuena. Como cada año lo celebraremos en casa de mis padres. Estas fechas nunca me han gustado mucho, sin embargo, desde que Lori está en mi vida, las vivo de una forma diferente... Además, es posible este sea una de las últimas navidades en las que siga creyendo que la magia existe.

—Mira, mami, los caramelos son de fresa, mis preferidos. —Me enseña la mano sonriente—. ¿Puedo comérmelos?

—Solo uno, cenaremos pronto.

—Vale. —responde risueña.

Nos subimos en el coche y regresamos a casa. Hoy toca pizza y película, así que Lori está contenta, porque sin duda ese es su plan favorito. Aparcamos en un hueco libre al lado de casa y, a continuación, andamos las dos manzanas que quedan hasta nuestro edificio.

—¡Diana! —exclama Lori. Delante del portal está ella, y nos sonríe cuando nos ve.

No sé qué hace aquí porque no habíamos quedado. Este último mes no ha dejado de aparecer así, sin preaviso, y a mí eso me molesta. Su presencia siempre lo hace, por mucho que se esfuerce en ser amable conmigo sigo sin fiarme de ella, por eso aún no le he dicho a Lori que Diana es su madre.

—¿Qué haces aquí? —pregunto cuando ella pasa los brazos de mi cuello para darme dos besos.

—He pensado que podríamos cenar juntas las tres. — Sonríe y levanta una bolsa que lleva en la mano. —He comprado vino y tarta de chocolate para el postre.

—Diana, hoy no es un buen día.

—¿Por qué? —pregunta con inocencia.

—Quiero subir, ponerme el pijama y disfrutar de una noche tranquila con mi hija.

—Pero eso puedes hacerlo aunque cene con ustedes. No sería la primera vez que te veo en pijama. Es más, creo que te he visto de todas las maneras posibles...

—Diana... —le advierto. No me gusta que haga referencia a nuestro pasado. Es más, lo odio. Odio recordar lo que fuimos.

—¿Qué me dices, Lori? ¿Quieres compañía? —pregunta a mi hija haciendo caso omiso a mis deseos.

Posdata: Te OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora