(Lena)
3 años antes...
Kara apareció en mi vida como un jodido ciclón, poniéndolo todo patas arriba y desordenando mis esquemas por completo. La primera vez que la vi era un martes caluroso de julio. Una ola de calor acababa de llegar y, según los noticieros, iba a quedarse con nosotros toda la semana. En la oficina teníamos el aire acondicionado a tope, algo que, aunque era necesario para sobrevivir durante el horario laboral, me había hecho pillar un buen catarro. Me había levantado con dolor de garganta y algo de fiebre, y si había ido al trabajo aquella mañana había sido con la única intención de terminar un proyecto que tenía que mandar ese mismo día. A media mañana me fui rumbo a la sala de descanso en busca de un café bien caliente cuando la vi. Estaba sentada en uno de los sillones acolchados de la sala de espera de Personal. Era imposible no fijarse en ella, no porque fuera la mujer más despampanante que hubiera visto en mi vida, sino porque llamaba la atención de una forma estrambótica. Llevaba la coleta despeinada, el rostro sonrojado con unas gotitas de sudor cayendo por su frente y se había quitado los zapatos dejando al descubierto las ampollas y rozaduras de sus pies con las plantas llenas de suciedad. Hablaba por teléfono:
—No pienso dejarme engañar nunca más por el GPS de Google Maps. Cuando lo he encendido ponía que tardaría 25 minutos en llegar caminando, ¡y de eso nada! Tres cuartos de hora he tardado. Me ha hecho dar más vueltas que un trompo y he acabado corriendo como las locas cuando he visto que iba a llegar tarde. He tenido que quitarme los zapatos de tacón y correr descalza. —Se miró los pies e hizo un mohín—. Tengo los pies destrozados, los muslos en carne viva y el pelo hecho un asco.
No sé porque me quedé ahí de pie escuchando su conversación, pero lo hice. Pese a que hablaba a gritos y usaba expresiones vulgares, algo en ella me llamó la atención desde el principio.
—Te digo que esta vez no ha sido culpa mía. Puede que no me sepa guiar muy bien con un mapa, pero yo solo me he limitado a seguir las indicaciones. —Puso los ojos en blanco y suspiró—. Bueno, nena, te dejo, voy a ver si consigo hacer algo con mi pelo antes de que me llamen para hacer la entrevista.
Colgó el móvil, rebuscó en su bolso y sacó un espejo de mano que abrió y sujetó a cierta distancia de su rostro para secarse el sudor con un pañuelo e intentar dominar los mechones que se habían escapado de su coleta. Lo hizo frunciendo el ceño de una forma graciosa. Justo entonces, ladeó su rostro y sus ojos azules, brillantes, se posaron sobre los míos. Me pilló observándola y se me aceleraron las pulsaciones al instante. Sus ojos parecían dos ventanas abiertas al cielo, y emanaban tanta vida y fuerza que me sentí abrumada. Intenté disimular esas sensaciones fingiendo una expresión de hastío profundo mientras despegaba mis ojos de los suyos y seguía caminando hasta la sala de descanso. Pero no me saqué esos ojos de la cabeza en todo el día. Por aquel entonces yo aún no sabía lo mucho que aquellos ojos seguirían persiguiéndome durante los años siguientes...