Capítulo 22

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(Lena)

Un año y medio atrás...




Kara se incorporó a mi equipo creativo dos días después de nuestro encuentro en el cuarto de baño. Tardé solo unos minutos en aborrecerla. Hablaba por los codos, era algo patosa y se reía de una forma un tanto estrepitosa que me ponía de los nervios. Además, habíamos empezado una especie de guerra velada en la que nos lanzábamos puyitas el uno al otro como si fuéramos niñas de primaria.

Yo siempre había sido una persona tranquila y comedida, pero es que había algo en Kara que me alteraba. No era solo que su manera de ser me parecía demasiado estridente, ni que tuviera un piquito de oro que conseguía replicar mis comentarios sarcásticos con salero, no, no solo era eso, también odiaba la manera en la que mi cuerpo reaccionaba cuando la tenía cerca. Se me aceleraban las pulsaciones, el corazón me iba más rápido y la sangre se me acumulaba en una parte de mi anatomía que normalmente solía estar en reposo, no sé si me entendéis...

Kara me ponía, me ponía de una forma animal, y no poder controlar aquello me enojaba a niveles siderales. Era evidente que Kara me gustaba, pero yo no quería aceptarlo. Mi vida ya era demasiado complicada, ser madre soltera era muy jodido, apenas tenía tiempo para mí, y las pocas veces que salía por ahí con Dick y conocía alguna chica, lo que teníamos se quedaba en un par de encuentros que me servían para satisfacer mi apetito sexual.

La realidad era que yo hacía tiempo que había construido un muro a mi alrededor, un muro que yo creía hermético y en el que no dejaba pasar absolutamente ningún sentimiento que pudiera volver a hacerme daño. Pero ahí estaba Kara, colándose por una pequeña brecha de ese muro que yo no había conseguido tapiar bien para iluminar un poco mis días.

No supe que lo que sentía por ella era irreversible hasta aquella mañana de enero, seis meses después de que Kara se incorporara a la empresa. Aquel día era mi cumpleaños. Nunca me han entusiasmado esas celebraciones. Yo las veo como un recordatorio de que uno se está haciendo viejo y que le queda menos tiempo para lograr cumplir sus sueños y objetivos. Supongo que nunca he destacado precisamente por tener un optimismo arrollador.

El caso es que aquella mañana llegué al trabajo a primera hora y me encontré una madalena encima de mi escritorio. Era una madalena algo rara, decorada con una especie de crema verdosa en la parte superior y una rosa amarilla a un lado. Además de la madalena había una tarjeta. Fruncí el ceño, miré a mi alrededor, y me encontré con la mirada de Kara clavada en mí, con las cejas arqueadas y una sonrisa traviesa en los labios. Abrí la tarjeta y empecé a leer:

¡¡Felicidades!! Incluso la mujer más odiosa de la tierra se merece una felicitación para su cumpleaños. Como regalo he decidido concederte 24 horas de paz. Sí, lo has leído bien, durante las próximas 24 horas prometo no meterme contigo ni una sola vez, ¿verdad soy la mejor?

P.D. Te odio. Que no se te olvide. Esta pequeña tregua no cambia eso.

P.P.D. Deberías dejar de fruncir el ceño con tanta asiduidad, te estás haciendo vieja y te están saliendo arrugas.

P.P.P.D. No es una madalena, es un cupcake. Y no, no es lo mismo.

Una carcajada escapó de mis labios al leer esa última frase, recordando una de nuestras estúpidas discusiones al respecto. Para mí, todos los dulces con forma de madalena tenían que llamarse madalena, mientras que ella insistía en que eran cosas diferentes.

Extinguí la risa y volví a mirarla.

Kara ya estaba sentada en su sitio y hablaba con una compañera entre risas.

Kara siempre reía.

Era una de esas personas que siempre iban con la sonrisa por bandera. Por eso caía tan bien, por eso tenía tanta luz.

Ella, la chica con la sonrisa más bonita del mundo.

Supongo que ya lo intuía, que llevaba tiempo negándomelo, pero en aquel momento, mientras me sentaba en la silla, mordía aquella crema dulce y mantecosa y le miraba reír con los ojos cerrados, lo supe:

Kara me gustaba. Me gustaba mucho. Me encantaba. Me volvía loca. Me moría por ella.

Sin embargo, esa certeza no cambió el hecho de que mi vida era demasiado complicada como para meter a nadie dentro...

Posdata: Te OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora