Es domingo por la tarde y he quedado con Felicity para tomar un café. Nos citamos en el Starbucks de siempre y llego tarde, como siempre también. Cuando lo hago, Felicity ya está en la puerta. Tiene un estilo al vestir que demuestra su buen gusto. Aunque solo lleva unos vaqueros y una americana, los complementos que combinan su look le dan un toque que parece sacada de una de esas cuentas de fashionistas de Instagram que sigo. Al verme, sonríe de una forma que sus ojos brillan y se le ilumina toda la cara. Solo con eso ya sé que ha pasado el fin de semana retozando entre besos y arrumacos.
Hago un mohín porque siento una envidia repentina.
Nos sentamos en nuestra mesa preferida y Felicity me cede la palabra. Las dos parecemos quinceañeras emocionadas y nos reímos mientras nos contamos nuestras confidencias. Cuando le acabo de explicar mi cena con Lena y le enseño una foto en el móvil con el dispensador de caramelos PEZ de Betty Boop que me compró, nos miramos y soltamos un gritito emocionado como dos tontas.
-¡Qué linda es! -exclama devolviéndome el móvil-. Es la segunda persona en el mundo que entiende esa rareza tuya de coleccionar estas cosas. -Me guiña un ojo-. La primera soy yo, por supuesto.
-Es linda, ¿verdad? -Me muerdo el labio mientras miro la foto y siento unas mariposillas aletear en mi estómago. ¿Mariposas? ¿Cuándo han llegado?
-Alguien está un poco colgada... -canturrea.
-¿Tan evidente es? -Me guardo el móvil en el bolso y suelto un suspiro. -No lo entiendo, hasta hace dos semanas le odiaba.
-No la odiabas.
-La odiaba -repito con vehemencia mientras ella se ríe, porque las cosas hay que llamarlas por su nombre. Si esto nuestro algún día llega a alguna parte, cuando contemos nuestra historia, el odio tendrá un papel importante en ella.
-Bueno, más bien se llevaban algo así como una relación pasiva-agresiva bastante interesante. -Hago una mueca con la boca y ella me mira con ternura.
-En conclusión, llevo desde el viernes por la noche sumida en una especie de nube que me mantiene todo el día idiotizada, excepto cuando pienso en Kate... Entonces regreso a la tierra y lo paso mal, porque nuestra relación se está deteriorando a pasos agigantados y no sé qué hacer para que vuelva a la normalidad.
-¿Pero que sientes por ella?
-No lo sé -confieso. -Yo... Pensaba que era la mujer de mi vida hasta hace unas semanas, pero lo que siento por Kate es tan diferente a lo que siento por Lena... -Trago saliva-. Con Kate siento una especie de adoración absoluta, ya sabes, para mí siempre ha sido la chica perfecta, tan calmada, tan paciente... Supongo que con Kate todo es muy platónico e idealizado. En cambio, con Lena... -Pongo los ojos en blanco-. Es una idiota arrogante que viste trajes hechos a la medida de infarto y que mira a todo el mundo por encima del hombro, como si fuera un ente superior o algo así, sin embargo... Lo que siento por ella es más tangible, más real, tampoco ayuda que Kate se comporte últimamente como una completa idiota.
-Deberías hablar con ella, Kara.
-Lo sé.
-Y por lo demás, tranquila. Acabarás entendiendo lo que sientes. Solo tienes que seguir lo que te dicta el corazón.
-¿Eso lo has leído en Cosmopolitan? -bromeo.
-No, eso te lo digo yo. -Sonrío con ternura y pienso en lo buena que es mi amiga, en lo mucho que la quiero y en las ganas que tengo de que sea mañana para ver a Lena.
También sé que tiene razón, que debo hablar con Kate, no podemos seguir así, primero porque trabajamos juntas, y segundo porque somos amigas. Durante la siguiente media hora es Felicity quién me habla de su cita con David, con el que ha pasado todo el finde en la cama hasta hace solo un par de horas.
Ay, qué mala es la envidia.
♥ ♥ ♥
Por la tarde estoy en tumbada en el sofá, con mi pijama antimorbo y mi pelo recogido en una coleta floja. Fuera, el día se ha puesto muy feo y decido pasar el tiempo viendo una de las comedias románticas nuevas que han puesto en Netflix. Adoro este tipo de películas. Sé que son predecibles y que sabes con quién acabará la protagonista a los cinco minutos de haber empezado a verlas, pero el proceso me fascina. Es como todo ese rollo de «lo importante no es el destino sino el camino que haces hasta llegar a él», pues es lo mismo, solo que el destino es un final de cuento y el camino un montón de situaciones embarazosas y desternillantes con las que me lo paso muy bien.
Meto la mano dentro del cuenco de palomitas por enésima vez y en ese momento el móvil vibra bajo mi culo. Me limpio las manos en los pantalones (lo sé, mi nivel de higiene cuando estoy en plan vaga deja mucho que desear) y lo miro.
Sonrío cuando veo que es un mensaje de Lena.
Lena: ¿Cómo va la depresión pre-lunes?
Kara: Curiosamente controlada. La verdad es que me apetece bastante ir a trabajar mañana. ¿Tú?
Lena: Curiosamente me apetece mucho también. ¿Nos habremos vuelto masoquistas?
Kara: Creo que un poco.
Lena: Yo creo que, en realidad, me muero de ganas de verte.
Cojo el cojín que tengo al lado y lo abrazo con una sonrisa bobalicona en el rostro.
Lena: Es más, no dejo de pensar en ese beso de despedida.
Kara: Yo tampoco.
Escribiendo... Escribiendo...
Me voy a volver loca esperando que envíe el mensaje. En serio, ¿qué está escribiendo? ¿La Biblia? Miro al móvil como si tuviera poderes mentales y pudiera acortar el tiempo que va a tardar en mandarme el maldito mensaje.
Lena: ¿Qué tal el domingo?
Alzo una ceja, incrédula. ¿Ha estado casi un minuto escribiendo y solo ha puesto esto? Estoy convencida de que ha puesto otra cosa y la ha borrado.
Kara: Mi domingo bien, tranquilo. He quedado con Felicity y hemos ido a nuestro Starbucks favorito a beber nos uno de esos cafés llenos de mierdas y un trozo de tarta de queso y arándanos por un precio desorbitado.
Lena: ¿Para hablar de mí?
Kara: ¡Pues claro que no! Engreída...
Lena: ;)
No puedo evitar sonreír con ese emoticono guiñándome un ojo. Me imagino a Lena haciendo el mismo gesto.
Kara: ¿Y qué has hecho tú?
Lena: He ido al cine con la peque.
Kara: Suena bien.
Lena: Bueeeno... Me he quedado dormida a la mitad, pero sí, se puede decir que sí.
Me muerdo el labio. Estoy indecisa entre enviarle o no un mensaje, finalmente lo acabo haciendo:
Kara: ¿Qué es lo que has escrito antes y has borrado?
Lena: ¿?¿?¿?
Kara: Antes, has estado escribiendo un buen rato para solo usar cuatro palabras. Confiesa, ¿qué has puesto?
Lena: ¿De verdad quieres saberlo?
Kara: ¿Lo dudas? La información es poder.
Lena: Solo te estaba explicando lo mucho que una parte de mí cuerpo se ha alegrado al recordar nuestro beso.
Respondo con un emoticono con las mejillas sonrosadas y ella con uno sorprendido seguido de un taco. No puedo evitar reírme, aunque saber que tengo ese efecto en ella resulta excitante.
Lena: Tengo que dejarte, es tarde y la cena me reclama. Nos vemos mañana, Supergirl.
Kara: Hasta mañana Lena.
Apago el móvil y suspiro, volviendo a fijar mi vista en la pantalla del televisor. Los protagonistas acaban de darse el primer beso y se miran con una cara de adoración que me revuelve las tripas, porque me hace pensar en Lena y en todas las emociones que ha removido en mi interior los últimos días.