Es sábado por la noche y estoy esperando en la puerta del restaurante en el que hemos quedado para cenar Felicity, Lena, Dick y yo. Por raro que parezca, he llegado la primera. Yo, que soy impuntual por naturaleza. Miro el móvil y cambio el peso de una pierna a la otra.
—¡¡Kara!! —exclama la voz de Felicity.
Levanto la cabeza y parpadeo al verla, porque está arrebatadora: se ha maquillado los ojos en un ahumado en negro, se ha pintado los labios de color rosa y ha resaltado sus pómulos con colorete anaranjado. El pelo lo lleva recogido en un moño alto que deja caer algunos mechones hacia la cara.
—Creo que te has olvidado la falda en casa —bromeo mientras le doy dos besos, porque debajo del abrigo tweed que lleva no se ve nada más que sus piernas esbeltas y desnudas.
—Llevo la falda de cuero marrón, solo que es muy corta.
—Tan corta que podría confundirse con un cinturón. —Levanta las cejas con picardía. —Al menos llevo bragas.
—¡¡Oye!! Sí que te va a dar el tema material para hacer bromitas —me quejo, abriendo mucho los ojos mientras ella se ríe. Suavizo el gesto al ver lo radiante que parece. —Estás muy linda. —añado—. Te has vestido para crear incendios.
—Me he vestido para quemar la ciudad. —Me guiña un ojo.
Cinco minutos más tarde aparecen Lena y Dick. Ambos están guapísimos. Lena viste unos pantalones ceñidos en azul marino y, bajo la cazadora de cuero, intuyo una camisa azul marino también ceñida a su torso. Dick, por su parte, lleva unos chinos de color negro y un abrigo tres cuartos que le da un aspecto elegante y distinguido. Un afeitado perfecto deja al descubierto su mentón de rasgos angulosos.
—Sentimos el retraso, nos ha costado la vida aparcar —se disculpa Lena, y me da un beso en los labios.
Toca ronda de besos y presentaciones. Enseguida me doy cuenta de la forma en la que Dick mira a mi amiga, como si fuera Edward Cullen delante de Bella Swan. Entramos en el restaurante que está atestado de gente. Por suerte, he hecho una reserva antes de venir. Un camarero nos acompaña hasta una de las mesas libres y nos sentamos envueltos en una conversación amena y ligera. Pedimos los platos y la conversación entre los cuatro fluye sin necesidad de forzar nada.
Dick, a pesar de ese aspecto de casanovas que tiene, es simpático y divertido. Además, se nota que Lena y él son uña y carne por la manera en la que se tratan entre ellos. Para Lena, Dick es lo que Felicity para mí. Durante la cena, además, noto como entre mi amiga y Dick surge algo. La forma en la que se miran y coquetean es tan evidente que por momentos Lena y yo nos sentimos un poco como chaperonas. Cuando terminamos de cenar vamos a un bar cercano. Pedimos unas copas y acabamos sentados en una mesa alta mientras la música suena fuerte a nuestro alrededor.
Lena y yo hace rato que observamos algo alucinadas a nuestros respectivos amigos. Parecen haber olvidado que están acompañados.
—Así que te dedicas al interiorismo... Eso es interesante, ¿sabes? Porque hace tiempo que estoy pensando en redecorar mi casa...
—Me dedico al Home Staging, decoro casas para ponerlas bonitas y venderlas más rápido.
—Soy capaz de vender mi casa con tal de tener una excusa para tenerte en la mía.
Se lanzan una mirada lasciva que me pone colorada por su intensidad.
—Esto es como ver un ritual de apareamiento en directo —me susurra Lena al oído. Me rio entre dientes y justo en este momento Felicity me mira de una forma que no soy capaz de descifrar.
—Kara, acompáñame al baño, anda, quiero retocarme el pintalabios.
Felicity me coge de la mano y tira de ella hasta que consigue ponerme en pie. Dejo mi copa sobre la mesa y la sigo por el local hasta que entramos en los baños, donde el sonido de la música alta nos llega amortiguada.
—Tienen que irse —dice a modo de orden, con los brazos en jarra y el ceño fruncido.
—¿Qué? —pregunto alucinada.
—Lena y tú. Tienen que largarse y dejarnos solos. No puedo coquetear con Dick con libertad mientras nos miran como si estuvieran observando un numerito del Circu du Soleil. Solo les faltan las palomitas, y me siento juzgada.
—¡Yo no te juzgo!
—Pero me siento como si lo hicieras. Así que, dile a Lena que te encuentras mal y se van a casa las dos. Piensa en positivo, así tendrán una noche a solas. Siempre te estás quejando de que quieres pasar más tiempo con ella, pues yo te doy la oportunidad.
—Sí, pero... —Enarco una ceja—. ¿Estás segura de querer hacer esto, Felicity? Solo hace unos días que...
—Pero ¿tú lo has visto? —pregunta. —Está buenísimo, y después de lo mal que lo he pasado estos días, me merezco una alegría...
—Dick es un mujeriego que se folla a una mujer distinta cada fin de semana.
—Quiero disfrutar una noche, no pedirle matrimonio. —Pone los ojos en blanco—. Entonces, ¿nos van a dejar solos?
Me mira llena de determinación y no puedo hacer otra cosa que soltar un bufido y decirle que sí, las amigas estamos para apoyarnos, ¿no? Incluso cuando no vemos claro lo que la otra pretende hacer.
Regresamos a la mesa y tardo un minuto exacto en fingir una migraña y pedirle a Lena que me lleve a casa. Dick parece aliviado cuando nos despedimos de él y salimos del bar. Desde la puerta puedo ver como nuestros amigos ya se están comiendo la boca mientras sus manos se cuelan por debajo de la ropa, con desesperación.
—Vaya, vaya, Felicity y Dick, ¿eh? —me pregunta Lena, colocando un brazo alrededor de mi cintura, atrayéndome hacia ella. Esta noche hace frío y aprieto un poquito más el nudo de la bufanda que llevo enrollada en mi cuello.
—Como le haga daño, lo voy a castrar —susurro flojito.
—Se acostarán esta noche, quedarán un par de veces más y después cada cual seguirá con su camino. Dejemos que disfruten. —Me dedica una mirada llena de intenciones —. Espero que lo de la migraña sea mentira, porque con las ganas que tengo de llevarte a tu casa y arrancarte la ropa...