Capítulo 14

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Hora: 20.39 de la noche.

Hora en la que pasa a recogerme Lena: 21.00

Lugar: mi casa, para ser exactos, mi dormitorio.

Estado de ánimo: ¡¡¡AHHHHHHHHHHHHHH!!! (o sea, a punto de sufrir un infarto)

¿Les he explicado alguna vez que soy la persona menos previsora que existe? ¿No? ¡Pues ya lo saben!

He quedado con Lena en menos de media hora y acabo de estropear el vestido que tenía pensado ponerme. Lo he recogido esta tarde del tendedero aún humedecido y he pensado que podría acabar de secarlo con la plancha, pero justo cuando estaba plancha arriba, plancha abajo, me ha llamado mi madre, ha empezado a parlotear y he perdido la noción del tiempo hasta que he empezado a oler a quemado y he visto que salía humo del vestido.

Conclusión: No tengo vestido.

Otra persona hubiera planificado una opción B, C o D por si la A salía mal, pero resulta que yo no soy esa clase de persona. Total, que he acabado hecha una reina del drama, he llamado a Felicity por Skype con las lágrimas resbalando por mis mejillas y he farfullado que iba a cancelar la cita porque no tenía nada que ponerme. Felicity me ha calmado, me ha dicho que dejara de ser tan exagerada, y me ha recordado que tengo ropa de sobras para encontrar otra posibilidad igual de buena.

—A ver, enséñame las opciones —me pide Felicity desde la pantalla del portátil. Estamos hablando con las cámaras encendidas para que así pueda aconsejarme mejor.

Le digo que espere y me pongo rápidamente un vestido con volante, florecillas y cuello Peter Pan y se lo enseño.

—¿Qué te parece este?

—A ver, es lindo, pero un poco... como decirlo de forma delicada... Es un poco de Mary Poppins. ¿No tienes algo con escote?

—Vale, vale, uno con escote...

Me quito el vestido por la cabeza y empiezo a rebuscar en mi armario, pero no encuentro otro que me guste lo suficiente.

—Ponte el vestido rojo —oigo que dice Felicity tras de mí. Me giro para mirarla. Llevo solo una camiseta de tirantes y unas bragas de encaje negro. Frunzo el ceño.

—¿Qué vestido rojo?

—El que te compraste en rebajas.

Me río como una demente pensando en ese vestido rojo, un vestido rojo de un color tan vivo que no me he atrevido a ponérmelo nunca en mi vida. Diría que incluso tiene la etiqueta puesta.

—No puedo ponerme eso.

—¿Por qué?

—Es demasiado rojo.

—Nada es demasiado rojo.

—Pareceré la menstruación.

—¡No digas estupideces!

—Y llamaré demasiado la atención.

—De eso se trata, cielo, de llamar la atención. En Cosmopolitan dicen que los vestidos rojos son los nuevo Little black dress . Anda, pruébatelo.

Suelto un suspiro y voy hasta la otra habitación donde tengo la ropa que no quiero tirar pero que tampoco me pongo nunca. El vestido rojo está entre varios vestidos demasiado pequeños que me compré en un momento de locura. Me pongo el vestido, subo la cremallera del lateral y... ¡voilá ! Me queda como un guante.

Me miro en el espejo del armario ropero y la verdad es que... Dios, me gusta lo que veo. Resalta lo que debe resaltar y el escote en forma de corazón me hace un pecho bonito. Es algo así como un vestido mágico que lo pone todo en su sitio. Aunque sigue siendo demasiado rojo. Regreso a la habitación y, cuando Felicity me ve, abre mucho los ojos y empieza a dar saltitos al otro lado de la pantalla.

Posdata: Te OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora