Sistema de Caída

Capítulo 1. Krampus.

—Bueno, bueno, ¿realmente era tan despiadado que hasta tiró lo último de la adorada Diana?—Athy se topó con algo, o más bien con alguien. Ni siquiera se dio cuenta de quién. Frente a sus ojos, un crepúsculo. Ante sus ojos estaba la muerte de un sueño y su propia muerte.

Al sentir una mano en la cabeza, Athy se dio cuenta de repente de que estaba llorando.

Sollozó, desgarrando su garganta y se aferró con fuerza al hombre desconocido, agarrando los bordes de su abrigo con los dedos. Los botones dorados brillaban como pequeñas estrellas. 

El hombre miraba perplejo este milagro que ahora le abrazaba con tanta confianza. ¿Dónde había visto que los niños se comportaran así con los desconocidos? Normalmente los niños se mantenían alejados de él, pero esta niña se aferraba a él como si tuviera miedo de soltarlo y quedarse sola, en la red de sombras de un bosque terrible.

Anastasius primero con una nota de burla, luego con interés acarició su cabeza, observando para ver qué pasaría con ella ahora. Cornelia y Gaby, como niños, solo empezaban a sollozar más fuerte después de algo así. Pero las rabietas de la princesa se calmaron tan rápido como habían empezado. Al parecer, estaba acostumbrada a esconder sus sentimientos en su interior, a presionarlos y a no dejarlos salir. Sorprendido, se dio cuenta de que el cuerpo de la chica se había quedado flácido por el agotamiento mental, y ahora colgaba como una muñeca en sus brazos. Era como si se hubieran cortado todos los hilos. Con un gesto de tristeza, Anastasius la tomó en sus brazos, sin saber qué hacer ahora con este portento.

Al principio ni siquiera había considerado la urgencia de tener que cambiarlo todo. Su hermano era demasiado fuerte, y su mejor arma no era lo suficientemente eficaz. Anastasius ajustó sus planes a toda prisa, pero todo cambió repentinamente por esta niña. Tampoco había pensado que Claude se sintiera así con el vástago de la mujer... Pero ahora Anastasius lo sabía todo, y sabía que a esa chica, rodeada de viejos troncos–que la habían perdido fácilmente en el bosque–no le iba a ir bien.

Pasó una mano por su sedoso cabello, como oro fundido. Lo pasó por los dedos y sonrió débilmente. Suave. La sombra de un recuerdo de hace tiempo deslizó un sueño en sus ojos, y fue ese pensamiento repentino el que le iluminó. La luz, la danza de la libertad y el fuego. De hecho, ¿qué le faltaba? Era curioso que, habiendo venido esta noche a terminar las cosas de una vez por todas, se hubiera involucrado con la hija de su propio hermano menor. Es irónico, ¿no?

—Athanasia—dijo, como si probara el nombre.

Resultó que ella también era inmortal, como él. Ahora debe estar repitiendo el error de su hermano, todo por el nombre y su deseo de ver el futuro de esta "inmortal". Ella podría formar parte de la vigorizada canción que él pretendía recrear.

"Un capricho trivial y nada más", decidió y desapareció en la oscuridad con la niña durmiendo la siesta en sus brazos. Ligero como una pluma, no pesa prácticamente nada. Una niña interesante, o más bien, una tragedia interesante que su hermano menor había desplegado a su alrededor. Anastasius podría haber permanecido como espectador, pero ese no era, ciertamente, su estilo. Tenía curiosidad por ver qué le deparaba este particular giro de la trama y esta particular chica en sus brazos.

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"Krampus, el demonio que busca a los niños traviesos en Navidad para castigarlos si se portan mal", era el cuento que las criadas utilizaban para asustar a la pequeña Athanasia y, a la luz desigual de las velas, veía sus sonrisas burlonas.

A las criadas en general les gustaba asustar a Athanasia con diversos "cuentos de terror del Palacio Rubí" : una bruja malvada vive en el bosque y se come a las niñas tontas que se escapan de casa; está su reflejo malvado en los espejos que arrastrará a las niñas malas a otro mundo si interfiere en el trabajo de Chas y Meg; las hadas nocturnas le arrancarán los dedos a las niñas malas si roba comida de la cocina, y así sucesivamente...