Capítulo 35. Culminación.

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Lilian era consciente de que en la Mansión Negra ocurría algo extraño, aterrador y poco comprendido. Desde su primera aparición en la finca del antiguo emperador, supo que aquí no todo era tan limpio como parecía, y que detrás de la fachada general bien intencionada había cerberos mansos y esqueletos enterrados en pulcros parterres (y sólo podía esperar que los esqueletos fueran metafóricos). Aunque sólo sea por el hecho de que el propio duque di Anderson había desaparecido sin dejar rastro, dejando un falso emperador en su lugar. Pero ni siquiera eso era lo que daba miedo: el emperador–incluso en su juventud–daba la impresión de ser un hombre preparado para ir de cabeza indistintamente, ya fuera un forastero o la familia de su amada hermana; pero nadie se daba cuenta de la trampa. Nadie gritó: "¡Falso!" y dio la alarma. Dicho en una sola frase: había un hombre, y ahora se ha ido, pero todo el mundo se lo ha tomado con calma. Era como si los duques influyentes se desvanecieran en el aire sin dejar rastro para ser sustituidos por emperadores muertos universalmente reconocidos. Incluso la propia Lilian creyó en una ocasión que el duque, tras sus experiencias, se convirtió en un recluso y decidió dedicarse por completo a la educación de su única hija; tal imagen del mundo satisfizo a todos. Y esa ilusión se había derrumbado, demostrando no ser más que una conveniente tapadera.

Los sirvientes de su majestad también estaban en un estado de incomprensión. Por un lado, eran casi siempre silenciosos, sin ni siquiera una sombra del pasado. Tantas personas sin linaje–ninguno mayor de veinte años–que eran extrañamente leales a Anastasius de Alger Obelia, y nunca dijeron una palabra sobre su procedencia. Estas personas no tenían familia, no tenían casa propia, e incluso salían fuera de la mansión sólo por orden de su señor, y no de otra manera. A veces le parecía a Lily que no tenían vida propia, sólo un servicio ciego a su señor. Cada vez que Lilian preguntaba por el salario y el contrato de trabajo, sólo le devolvían la mirada con sorpresa, como si la enfermera de la princesa estuviera diciendo tonterías. Más tarde se enteró por Harriet de que todos los sirvientes de la casa eran alumnos de la Tierra Soleada–un orfanato dirigido por el ex-emperador con algún propósito desconocido, muy probablemente para educar a su séquito. Fue Harriet quien le explicó que algunos de los graduados del orfanato especialmente dotados–elegidos personalmente por el señor–trabajaban para su benefactor sin recibir absolutamente nada a cambio.

—¿Y si quisieran salir al mundo? ¿Por qué el maestro no teme que al abandonar el lugar de trabajo traicionen su secreto al emperador Claude? —Lilian le preguntó entonces a la chica con cautela, y esta, con el rostro ensombrecido, respondió en silencio una cosa:

—Los parias de "Krai" no traicionarán al emperador, Lily. Nunca. —No parecía una declaración en voz alta, ni una creencia sincera en sus colegas. No. Era un hecho, simple y absoluto. Inalterable. Como si no hubiera otra forma de hacer las cosas, y no fuera su suposición, sino la verdad en última instancia. De alguna manera, Lily también lo creyó.

Pero más extraños que el resto de los sirvientes, por supuesto, eran Adam y Harriet, que eran el mayor misterio. Se parecían muy poco a los sirvientes, aunque sólo fuera porque tenían privilegios especiales, vivían en el ala principal de la mansión y además acompañaban a su señor en todo. Parecía que también confiaba implícitamente en ellos, considerándolos como su "séquito" personal. Sin embargo, fueron ellos los que le plantearon más y más preguntas cada día.

—¿Harriet? —La tela de la manga de Harriet se levantó y Lily se quedó repentinamente boquiabierta: el brazo estaba adornado con profundas magulladuras y cicatrices de pinchazos. Actuando por puro instinto maternal, Lily agarró a la asustada chica por el pliegue del codo, examinando las telarañas de las constelaciones de ciruelas dolorosas. Harriet le quitó la palma de la mano con bastante brusquedad y, con una mirada culpable a Lily, interceptó su propia muñeca con la otra mano, acunándola contra ella como si quisiera acunarla. Pero Lily no podía dejar que esto pasara desapercibido. Intuyó que a Harriet también le pasaba algo, lo que la hacía parecer tan asustada.

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