Sistema de Caída

Prólogo. Caja de gato.

Por favor, no te condenes,

Aunque el mundo no quiera perdonarte, yo te perdono.

Por favor, no te condenes,

Aunque tú no puedas perdonar al mundo, yo te perdono.

Así que, por favor, dime

¿Qué será necesario para que puedas perdonarme?

—¿Sabes lo que es la "caja del gato"? Hay un gato dentro, pero para saber si está vivo o muerto, hay que abrir la caja. Sencillamente, hasta que no verifiquemos–es decir, abramos la caja–hay dos teorías: "El gato está vivo" y "el gato está muerto", las cuales pueden existir simultáneamente. Mientras la caja esté cerrada, puede ocurrir cualquier cosa en su interior y es imposible demostrar algo definitivo.

Athanasia entrecerró los ojos: la luz del sol la cegaba. Se giró sobre su espalda, examinando el cielo alto, frío y sin límites, con un aire de nubes rosadas. La princesa estrujó las páginas de un libro agrietado, alisando el lomo; siempre había sido muy cuidadosa con los libros. La tinta estaba un poco manchada y el propio libro olía a viejo y a polvo, pero lo que contaba era el contenido.

—Lo mismo con la verdad. —Se pasó el dorso de la mano por la parte superior caliente de su cabeza. Su voz era siempre tranquila y silenciosa, como si Athanasia tuviera siempre miedo de molestar a alguien—. Está sellado hasta que se desmienta y se confirme. El efecto caja de gato, digo. Es imposible saber si el gato está vivo o muerto. Mientras la tapa esté cerrada, hay innumerables teorías sobre su presencia en la caja. Cuando se abre la tapa, se conoce la verdad, pero se desconoce lo que precedió a la verdad. El gato murió de un repentino ataque al corazón, o el gato fue asesinado por alguna entidad mágica. Nunca lo sabremos.

—Interesante razonamiento. —Lucas arrebató descaradamente el libro a la princesa, abriéndolo por la penúltima página. Athanasia no se quejó, como siempre: era demasiado tensa y educada. Pero hinchó las mejillas como una niña dolida: tanta emoción por su parte merecía la pena—. Se adapta perfectamente a nuestro caso. Si el autor no hubiera revelado la verdad, el crimen podría calificarse nada menos que de... mágico. Yo mismo me había dado por vencido cuando no podía explicar todo con trucos humanos, lo que significaba que había perdido.

Hojeó el libro, pasando los ojos por las líneas subrayadas a propósito con lápiz. Se aferraba a frases particularmente interesantes para poder citarlas a Athanasia en algún momento de una reunión, lo que siempre la deleitaba. Por supuesto, nunca se disculpó por haber tocado sus libros favoritos sin preguntar, era demasiado descarado.

—¡Ese era el objetivo! —Athanasia sonrió, olvidando por completo su rencor transitorio: no sabía cómo enfadarse—. Si arrancas la hoja de respuestas, el misterio queda sellado. Convertido en una caja de gatos. Y en ella, ¡pueden existir innumerables teorías simultáneas sobre lo ocurrido! ¡Incluyendo las mágicas! No fui yo, el autor, quien planeó el crimen en la isla olvidada por Dios, sino la centenaria bruja Ahn. Onim, en nombre de su ritual de resurrección* —Athanasia agitó la mano, agarrando un diente de león en ella; la pelusa le dio en la nariz y la chica estornudó divertida—. Como la verdad–en nuestro caso una confesión, un mensaje en una botella–podría no haber tocado nunca la orilla, el crimen podría haber seguido siendo un misterio. Un misterio en la caja del gato, con un único desenlace conocido.

—No digas nada más, ¡todavía no he terminado de leerlo! —Lucas le propinó un manotazo a Athanasia, enfadado porque la chica quería arruinar sus posibilidades de resolver la verdad de un crimen en una isla aislada. El verdadero placer de cualquier detective es la batalla de ingenio. ¿Puedes explicar todos los trucos humanos antes de que el autor revele la respuesta? Truco o magia: ¿engaño deshonesto o misterio?—. ¿Pero no has pensado que hay otro lado? Si una persona no recibe una respuesta exacta, caerá en la histeria y se inventará innumerables "verdades" como respuesta. Y esas verdades pueden ser peores que la verdad, como cualquier cotilleo —resopló Lucas con desprecio—. La mayoría de las veces, son teorías como esas las más horripilantes y absurdas.