Capítulo 09 (editado)

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(PRESENTE) 3 años después.

Si me recordara todo lo que ha pasado durante estos tres años desde mi llegada a la frontera, sin duda terminaría algo mareada.
El lugar es un pueblo montañoso muy alejado de la civilización, los guardias más cercanos están aún día de camino, recuerdo que cuando Oscar y yo vinimos tuvimos que pasar por caminos fangosos para que no nos vieran.

Altair, su viejo amigo de la infancia, me recibió en su casa con los brazos abiertos luego de explicarle mi situación. Él es un hombre alto, exageradamente grande y con el cuerpo lleno de pecas, blanco, casi transparente cuál lagartija y con el cabello pelirojo y escaso.

Sin embargo el no vive solo, cuando llegué habían otras dos personas habitando esta casa. Anastasia y Froilán, unos mellizos a los cuales el amigo de mi hermano tenía solo semanas de acogerlos. Parece que ambos chicos fueron abandonados por sus padres y llegaron aquí buscando una nueva vida, prometieron trabajar y entrenar para ayudar a Altair.

Cuando me enteré que Altair hace entrenamientos para chicos que quisieran aprender a defenderse por si solos, muchos de ellos que algún día quieren ser guardias, incluso a mujeres, no pude evitar rogarle a mi hermano que me dejara aprender con él.

Luego de días de negación Oscar envió una carta aceptando mi petición, con la única condición de que se me tratara con delicadeza al enseñarme. Pero esa regla fue olvidada cuando en los entrenamientos empecé a enfrentarme con Froilán como si fuéramos dos animales.

Ahora los ayudo a mantener el orden de la frontera. A ventaja de que no hay soldados del reino en esta zona, por alguna razón desconocida criminales han querido molestar, suponemos que para robar o apropiarse del ganado, por lo que es útil que vivan aquí personas que al menos sepan resguardarse.

Estas personas ahora son mi familia, y aunque no haya ningún lazo sanguíneo que nos una me siento más agradecida con ellos de lo que nunca me sentiré con mis padres. Me han enseñado a defenderme no solo física sino mentalmente, aprendí que las palabras que salen por tu boca son tan importantes como la fuerza con la que asestas un golpe.

Hay algo en ti que se desarrolla cuando vives algo traumático, te niegas a volver a sentirte impotente, incapaz de cuidar de ti mismo. Así que buscas todas las maneras posibles de que nunca más te puedan hacer daño sin tú dar la lucha.

Oscar viene a visitarme dos veces al mes, esos fines de semana espero ansiosa que diga que ya tiene pruebas para demostrar mi inocencia, pero cada sábado desde hace tres años termino desilusionada al ver que aún no encuentra nada que demuestre que puedo volver.

Cuando veo el calendario de mi habitación y me hago consciente de todos los días y meses que han pasado desde que escapé, me desespero. Vine a la frontera con la esperanza de volver pronto a la civilización y ya ha pasado demasiado tiempo, a veces deseo que ya se hayan olvidado de mi rostro.

Anastasia y Froilán se encuentran uno junto al otro en la mesa del comedor, cuando me ven llegar sus rostros se contraen en preocupación. Eso es un claro aviso de malas noticias.

—¿Y esas caras? —me siento frente a ellos, atando mi cabello con una cinta a la nuca.

—Esto no te va a gustar, todo es un desastre —avisa Froilán, se ata las botas mientras me observa con lastima —la señora Leonor vino desesperada para decirnos que su hija desapareció hace dos noches, Altair fue al bosque a buscarla y la encontró.

El monstruo de la reina (1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora