Oscar tiene las manos entre asperas y sudadas, muy sudadas, pero no me suelta en ningún momento del velatorio. Incluso cuando me piden que diga unas palabras en honor a la mujer que era como mi hermana, él va conmigo, me sostiene mientras yo doy largas caladas de aire entre palabras, buscando la fuerza para continuar.
Y cuando veo el trozo de madera al fondo del oscuro pozo, esperando que sea yo la que eche la primera rosa, ya no puedo obtener la fuerza dentro de mi misma, no la tengo. La busco en la brisa o los árboles, en el recuerdo de Anastasia o en mi hermano. Porque dentro de mi no queda nada que pueda mantenerme de pie.
Lanzo la flor, sabiendo que es Froilán quien debería hacerlo. Pero no pude dar con su paradero por más que lo busque e intente retrasar este momento, es como si desde nuestro incidente se lo hubiera tragado la tierra, y tan herido quedó su ego que ni siquiera estaba disponible para su única hermana.
La cabeza no me ha dado para otra cosa que no sea este momento, ni siquiera para el asesino, los días después del incidente era como si nada hubiese pasado. Me imaginaba que lo había soñado, y que Ana entraba en la habitación con un cepillo en una mano y una botella de agua en la otra para desenredarme el cabello y hablar por horas conmigo, o que yo entraba en la suya para ayudarla con algún atuendo mientras me contaba de algún libro romántico que estuviera leyendo. Pero pasaron los días y ella nunca entró, y mi cobardía no me permite ni asomarme a su habitación.
La esperanza se fue alejando de forma gigante, y con cada paso que ella daba lejos de mi, se acercaba el rencor como un veneno abrasivo, que me amargaba los días y me quitaba el hambre. Ahora que puedo creer que mi mejor amiga está descansando, los dedos me tiemblan con las ganas de ahorcar a toda la familia Jahmol con mis propias manos.
—Mira quienes están ahí —irrumpe Altair, señalando a sus jefes y reyes. Los hermanos Mornindark se encuentran a lo lejos junto al carruaje real, justo a las afueras del cementerio. Una mezcla de sentimientos me recorre cuando los veo a ambos vestidos de luto.
Kael se da cuenta de que lo he visto, y sin apartar sus ojos de los míos, hace un pequeño gesto con la cabeza hacia el coche. Volteo, mi hermano se ha alejado y ahora habla con el amable padre que estuvo haciendo la oración, los hombres casi terminan de tapar el ataúd con la tierra, dejando como siempre una campanita colgando de una piedra con un simplón epitafio.
"Anastasia Galicia: amada hermana y gran amiga"
No permití que escribieran la palabra "hija", ya que los padres de los mellizos han sido tan ausentes que no merecen que nadie les reconozca ese título, igual que los míos. Tal vez su madre se enterara de lo sucedido, y como mucho se lamentara de forma fingida con las amigas, para al día siguiente continuar su vida.
—Debes ir —dice Altair, entiendo que notó el gesto que me hizo Kael a lo lejos.
—No quiero dejarla sola —deseaba quedarme hasta que el último tramo de tierra estuviera sobre ella, hasta el último momento.
—Nunca la dejaste sola en vida, eso es lo que de verdad importa —mi mandíbula se tensa y veo borroso de nuevo a través de las lágrimas y redes negras del sombrero.
—Si la dejé sola —guarda silencio, su mirada niega mi culpa, pero usa otras palabras para decírmelo.
—Simonett, ahí no hay nada —señala el sitio donde yace mi mejor amiga varios metros abajo —solo madera y tierra, ella está... en otros lugares, no ahí.
—¿Otros lugares? —una brisa mueve los árboles y hace que se me caiga el sombrero, al recogerlo veo que Kael sigue esperando pacientemente, pero ya no está Joane.
—Otros lugares, como esa brisa —se encoge de hombros, simplificando todo, como acostumbra a hacer —en los árboles, en el cielo, incluso en un libro, donde la quieras encontrar. Las personas que se van nunca lo hacen del todo, una parte de ellos queda en todas las cosas que pasamos por alto.
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El monstruo de la reina (1) ©
Romance"Una travesía en la que aprenderás que el amor y el odio se miden con la misma vara." Simonett Khespy hubiese tenido una vida tal vez no perfecta, pero si con menos contratiempos, de no ser por esa copa de vino envenenada que torció el curso de su d...