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Cómo no podemos permitirnos una doncella de servicio en ésta casa mientras yo siga siendo una criminal a los ojos del reino, limpio con mucho esmero el baño de mi habitación. Algo distinto, ya que en la frontera solía encargarme más bien de cocinar.
Mis manos tienen raspones de la áspera esponja que uso para la bañera y suelto un suspiro de alivio cuando el olor a rosas y canela que desprenden las flores y el incienso llena el lugar, en señal de que mi labor por fin ha terminado y puedo descansar.
Tengo la piel llena de tierra y el vestido que utilicé esta tarde se encuentra arrugado, Anastasia y yo practicamos lo que Altair nos enseñó con cuchillos y puntería debajo del sol, así que no me sorprende tener aspecto de vagabundo.
Cualquiera pensaría que sigo entrenando por defensa propia, pero realmente lo hago porque es el método más fácil para olvidarse de las cosas. En el cansancio muscular encuentro la paz que por años he buscado, aunque sea algo momentáneo.
—¿Quieres que te ayude? —esa es la voz de Anastasia desde afuera tocando la puerta del baño.
—Con el cabello sabes que si —contesto del otro lado.
Ya que la dejo entrar me encuentro libre de ropa y sumergida en la bañera, ella se sienta detrás de mí y con mucho cuidado peina mi cabello húmedo.
—Te ha crecido —comenta, paseando el cepillo por las hebras negras de tanta espesura —son como resortes.
—Cuando está seco se ve más corto —y es cierto, mojado llega más abajo de mi trasero, pero seco y encogido se ve más arriba de la cadera —le hace falta un buen corte.
—A mi me gusta, pareces sacada de una pintura —una risa se me atora cuando me jala un nudo con brusquedad.
—¡Ay, con más cariño!
—Eso te pasa por dejarlo tantos días sin peinar.
—No creo tener paciencia para encargarme de él a diario.
—Que pacto habrás hecho con Satanás para que se vea así de bonito.
—Creo que mi abuela lo tenía igual —juego con la espuma del baño y Ana deja caer uno de los lados peinados en mi torso, el cabello tapándome el seno izquierdo como una cortina oscura.
—Tengo algo que decirte, pero no sé lo puedes decir a tu hermano.
—Ya decía yo que estabas muy callada.
—¡Shh, que te oye! —me silencia —tengo un plan, pero si le contamos a Oscar te amarra a una silla para que no salgas jamás.
—Eso sería tan como mi hermano...
—Es algo arriesgado.
—Amo el riesgo —quiero voltearme, pero me pellizca —¡Au!
—¡Estate quieta! tienes un nudo muy grande —observo con atención como el agua llena de jabón rosado se lleva la suciedad que había en mi cuerpo mientras espero que mi amiga siga hablando —hace unos días conocí a un hombre que...
—¿Por qué no me sorprende que la historia comience así?
—Cállate —me pega con las hebras del cepillo en la cien —muy bien, hace unos días al ir a comprar unas especias para la crema de calabaza, conocí a un muchacho muy amable que me ofreció ayudarme con la cesta de ramas, resulta que viene de una familia de cocineros y tiene un gusto exquisito, era muy apuesto, su nombre es...
—Se me arrugan los dedos aquí adentro, te de dicho que no le des tanta confianza a desconocidos —me quejo, frotando mis piernas con la esponja de baño.
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El monstruo de la reina (1) ©
Romansa"Una travesía en la que aprenderás que el amor y el odio se miden con la misma vara." Simonett Khespy hubiese tenido una vida tal vez no perfecta, pero si con menos contratiempos, de no ser por esa copa de vino envenenada que torció el curso de su d...