Capítulo 27 (editado)

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Kael

—Esperen afuera —le indico al guardia apenas abre la puerta de la habitacion, el cual cumple la orden al instante.

Escucho un suspiro enfermizo seguido del golpe seco de la madera. No tendría ganas de ver a mi madre ni aunque estuviera sana y dando brincos por el palacio, mucho menos ahora. Cuando subo el rostro encuentro una media sonrisa amarillenta, sus brazos cuelgan tendidos sobre la seda, mas escualidos de lo que los recordaba.

Hubo un tiempo en el que venía a verla a diario junto a Joane, pero poco a poco minimice mis visitas hasta que se hicieron casi nulas, y ahora una vez al mes para mi es mas que suficiente.

—Hijo querido —no puedo evitar arrugar la nariz ante tal apodo ¿querido? —acercate, tienes mucho tiempo sin venir.

Algo que me sorprende de mi madre es que puede haber perdido hasta el caminar, pero la facultad de hablar la tiene fuertemente arraigada, y eso es todo lo que ella necesita, porque tengo claro que con palabras puede destruir muy bien la vida de una persona. De pie a su lado puedo ver con mayor detalle como el sol alumbra hasta la ultima peca de la que alguna vez fue una hermosa piel.

—Mis disculpas, madre. Joane ha venido por mi.

—Sientate por favor —palmea levemente un espacio vacio del lecho, pero no puedo dejar de sentir repulsion de estar a su lado.

—Así estoy bien —necesito todo de mi autocontrol para no gritarle, sé que un enfrentamiento de esa magnitud la mataría.

—¿No quieres estar cerca de tu madre, querido? se que debo verme terrible en comparación con tu bella prometida, con la que seguro pasas la mayor marte del tiempo —mis dientes se apretan contra si al escuchar mencionar a Coraline, sabiendo que ellas deben conocerse entre si mucho mejor de lo que las conozco yo —pero aun conservo algo de buena conversación entre mis talentos ¿no tienes algo que contarme?

Quiero medir con mi propia regla hasta donde es capaz de llegar esta mujer. Respiro profundo, desprendiendo al máximo mis emociones de la situación para no actuar por impulso.

—De hecho, si. Tengo algo que contarte —entonces me vuelvo todo miradas comprensivas, tomando asiento, con su mano entre la mía aunque me cueste ese contacto.

—Que alegría me da tocarte de nuevo, cariño. Tu novia ha venido ayer a visitarme y me conto todo lo que ocurrio en la fiesta de disfraces, ojalá hubiese podido ir.

—No ha sido la gran cosa, con los años ha ido en decadencia y cada vez van menos personas.

Mis ojos se quedan fijos en nuestras manos y casi se me escapa una sonrisa al recordar el aspecto de Simonett y su insistencia por tratarme con distancia. Sacudo la cabeza, evitando mezclar el recuerdo de su rostro con este momento tan tenso.

—¿Y por que pareces mas contento que de costumbre? el matrimonio te sentará bien, hace mucho no me dejabas tocarte —si menciona el contacto fisico una vez mas tal vez no vuelva a visitarla en un año.

—Cuando se hace justicia me siento feliz.

—¡Oh! ¿justicia con que?

—Liberé a un inocente que estaba siendo culpado injustamente —sus pupilas comienzan a pasearse por todo mi rostro con duda —una, mejor dicho, es una dama.

—Cuentame por favor de quien se trata —su voz suena un poco menos suave que hace un momento, tambalea su fingida calma.

—¿Recuerdas a la chica que culpamos de asesinar a mi padre? —nunca había visto dos ojos abrirse tanto de angustia.

El monstruo de la reina (1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora