Capítulo 16 (editado)

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"—¿Qué puedo hacer por ti?

—Solo déjame estar así un momento más.

—¿Te hace sentir bien?

—Me hace sentir en paz."

•••

Mi hermano y yo nos encontramos tomados de las manos y, de alegre que estaba al entrar al salón con las flores en mano, mi cara ahora parece la de otra persona.

Ahora estoy sentada en un gran salón de colores amaderados, con guardias vigilando mis movimientos para evitar que así me escape ¿y por dónde me iba a escapar? Si este lugar tiene ventanas selladas.

—¿Por qué será tan cerrada esta habitación? —comienzo, dirigiéndome a Oscar mientras esperamos al rey.

—Me parece que es una sala de reuniones.

—¿Y eso en que afecta?

—Está hecha de una manera en la que ningún ruido sale y ninguno entra, así nadie podría escuchar cosas confidenciales.

—¿Es lo que intentabas tú con los cartones de huevo en la casa de campo? —logro que me sonría de lado por ese recuerdo, de cuando éramos pequeños y lo ayude a pegar cartones en toda la pared porque en algún lado le dijeron que eso insonorizaba los lugares.

He evitado por completo hablar con Óscar de su inesperada aparición en el baile porque tampoco quiero explicarle que hago aquí, pensé que podría hacer esto sin él, pero terminé humillada y acusada.

La gran puerta se abre, dejando pasar a Kael y a su hermana, quienes ya no traen puestas las coronas y parecen muy enojados el uno con el otro.
Joane le dedica una rápida mirada a Óscar mientras Kael se pasea por el salón y finalmente se apoya levemente en la gran mesa de madera central, cruzando los brazos.

—Señorita Simonett —siento la saliva más espesa cuando lo oigo llamarme por mi nombre con autoridad —no haré esto más largo de lo que debería ¿qué hace aquí y por qué ha cometido esta misión suicida?

—Pensaba hablar con usted al finalizar la noche.

—Lo mismo dijo Joane de Khespy —responde, haciendo alusión a mi hermano —tambien me aseguró que el no sabía de su paradero ¿es eso cierto?

Niego con la cabeza, a lo que ella baja la mirada con vergüenza.

—Alteza, la princesa no tiene la culpa de nada —salta Oscar en su defensa, cosa que me parece extraña.

—Escucheme, Khespy. Le voy a contar una breve historia —hace una pausa, suspirando con pesadez —hace años una niña vestida de monja le da una copa envenenada a mi padre. Cuando va a prisión, se escapa, no sin antes dejar un cadáver en la casa donde la tenían cautiva porque la descubrieron, y tengo años buscándola ¿sabe que es lo divertido de todo este asunto?

Hay un silencio sepulcral, nadie se atreve ni siquiera a mirarlo a los ojos.

—¿No? Bueno, yo le diré. Hoy en la noche estuve recogiendo orquídeas con la misma chica en el jardín de mi propio palacio sin saber que era ella.

—Técnicamente las he recogido yo sola —me mira con una ceja enarcada.

—Sin contar que hace varias noches la encontré corriendo descalza como una recién salida del loquero —Oscar me mira extrañado y yo quiero meter la cabeza debajo de la tierra —Simonett, dígame algo ¿cuánto tiempo se ha estado burlando de mí?

El monstruo de la reina (1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora