Al regresar a casa, el volver a ver a Froilán fue el menor de mis problemas, ya que ni siquiera estaba. Ana citó textualmente que lo que ha dicho "siento que abuso de la hospitalidad de Oscar quedándome aquí, así que buscaré una residencia decente para mi." Cosa que yo agradezco en silencio, porque no sé si puedo lidiar con él en este momento, mucho menos ahora que soy libre y no hay excusas para poder casarme.
—Déjame ver si entiendo —Altair está confundido pero su rostro no lo demuestra, no suele tener expresiones muy notorias.
—A ver si entendiste.
—Tienes un rollo con el rey de Mirena, tú, que odias a los hombres, te metiste con el mas importante —indica, realizando una mueca.
—¿De todo lo que te he dicho esa es la conclusión que sacas?
—No, lo de que estás enseñando defenderse a la princesa también, es sorprendente —mientras dice "es sorprendente" tiene el rostro inexpresivo como un jugador de apuestas. A veces no sé si se burla de mi o me habla en serio.
—¿De verdad?
—Si, yo te enseñe así que seguro lo haces bien —enarca una ceja.
—Había olvidado lo modestos que son los hombres de pueblo —ironizo —y para que lo sepas, no tengo nada con el rey.
Mi entrenador estrella levanta una ceja de modo inquisitivo y camina hasta la cocina, Oscar le mando una carta a la frontera cuando se entero de mi liberación, pidiéndole que estuviera con nosotras mientras regresaba del viaje ya que según ellos no es seguro para mi andar sola por ahí aún. Se sabe que hay muchas personas que no me ven con buenos ojos en la ciudad.
Y Altair, por supuesto aprovecho el viaje para pedir una convocatoria con los consejeros del rey, cosa que a Kael le conviene mucho, ya que el pelirrojo es la forma más rápida de informarse sobre lo que pasa casi a las afueras del reino. También se le facilita mucho llegar hasta él por su antigua posición en la corte de Monte Albino, fue un hombre importante en su momento y eso ellos lo saben.
Kael por su parte cumplió la promesa de proteger a mi hermano y ha enviado a un puñado de guardias a buscarlo, ya que al regresar tendrán que pasar por el bosque de los salvajes. Yo debería visitar a Joane, tengo muchas ganas de ver an Olga, aunque me regaló el vestido lo he dejado en la habitación. Pero han pasado tres días desde que me liberaron y no tengo el valor para pasar por ahí aún.
Desde que volví a la casa solo he tratado de organizar nuevamente mi vida y leer, tal vez ya es hora de que retome cierta rutina pero últimamente no tengo ganas de nada.
—Señorita ¿ya vio esto? —Clementina se acerca a mí con una cesta llena de manzanas y en la otra un periódico del día.
Oscar le contó a padre, bueno, Antoni Khespy, que estaba viviendo en la vieja casa en la capital que el abuelo le heredó y necesitaba una mujer de servicio que fuera de confianza, evidentemente esa era Clementina. Así que la trasladaron hasta la capital.
Su reacción cuando volvió a verme fue la misma que tuve yo al verla a ella con una panza de 6 meses de embarazo, parece que se comprometió con un trabajador de la granja de nuestros vecinos en Bello Sacro llamado Orlando, recuerdo haberlo visto un par de veces cepillando caballos por dentro del cercado que separa ambas tierras. Ella aún así sigue trabajando en cosas no tan laboriosas y Orlando trabaja más duro que nunca para llevarla a vivir a su propio hogar.
Estos días veo en Clementina esa felicidad en el rostro que a mi me gustaría tener, es una mujer preciosa y muy dulce con proporciones rellenas y el rostro risueño. A veces bate sus ondas castañas y me la imagino cocinándole al bebé que lleva en la tripa con la dulzura con la que me ayudaba a vestirme a mi cuando era una niña, ya que comenzó a trabajar con nosotros cuando solo tenía quince años. Ahora esta enamorada y felizmente correspondida.
ESTÁS LEYENDO
El monstruo de la reina (1) ©
Romance"Una travesía en la que aprenderás que el amor y el odio se miden con la misma vara." Simonett Khespy hubiese tenido una vida tal vez no perfecta, pero si con menos contratiempos, de no ser por esa copa de vino envenenada que torció el curso de su d...