Capítulo 22 (editado)

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Me recuerdo una y otra vez que esa horrible cena es el precio que he tenido que pagar por poder ver a Anastasia aunque sea unos minutos, porque si. Joane cumplió su promesa de conseguir que Ana pudiera visitarme, pero ahora me pregunto si el costo ha sido demasiado alto.

El hermoso vestido rojo que me regaló Olga ahora está lleno de gotas de líquido rojo porque me he cortado sin querer al quebrar una copa, arrugo la tela entre mis manos, como si el hecho de no ver la mancha hiciera que desaparezca. Pienso que si pudiera hacer lo mismo que ciertos sentimientos, arrugarlos para ignorarlos, tal vez lo haría.

Rememorando los acontecimientos de la noche me doy cuenta que eso no será posible, lo primero que pienso es en el rostro altivo y vigoroso de Kael mientras anunciaba su compromiso con la señorita Coraline. Tenía la mirada perdida en la pared, observaba con pasión uno de los cuadros llenos de ángeles en el cielo que estaban ahí, parecía absorto mientras hablaba pero aún así mantenía la frente en alto.

Acto seguido aparece la sonrisa despampanante de su ahora prometida, la felicidad de sus padres y el rostro contraído de Joane, que si bien nunca le ha caído bien su cuñada, el que Kael se vaya a casar con ella le cayó como un balde de agua helada. La princesa en seguida me miró, con los ojos brillantes de angustia.

"Va a ser la reina" repetía una y otra vez, no se acercó a felicitar a su hermano como el resto de invitados cercanos, pero Coraline nos veía con una sonrisa mientras su mano reposaba sobre el brazo de su prometido, mostrándose radiante de amor. Los señores Moet ostentaban ser los suegros del monarca más joven que ha tenido Mirena, mientras tanto yo me sentía física y mentalmente tan exhausta cómo cuando entrenaba con Altair.

Joane se retiró temprano de la celebración y yo también, en poco tiempo anunciarán el compromiso al reino entero y será oficial. Yo no dejo de preguntarme si esto no será acaso un negocio, quiero decir, Coraline es una mujer preciosa y tal vez en privado son felices ¿pero tanto como para hacerla reina de una nación?

No creo que esa sea una decisión que se deba tomar a la ligera, él debería pensar bien en quien escoge para estar a su lado mientras gobierna, o tal vez ya lo ha hecho y soy yo quien no quiere ver la realidad.

Nunca los ví como dos jóvenes perdidamente enamorados, pero ese tampoco es mi asunto, entonces ¿por qué me siento tan extraña? Resulta ridículo lo miserable que me encuentro en este momento, pero tampoco puedo evitarlo.

Lanzo un gemido de frustración y me deshago del vestido con rapidez, corro en ropa interior en el mismo sitio como una lunática, buscando cansar mi cuerpo y lograr dormir, y aún así no logro anular esa presión en mi pecho. La vela de aceite baila dentro de la lámpara casi al ritmo de mi respiración, pero no me detengo hasta que mi cabeza duele y creo necesitar baldes de agua, hasta que creo poder olvidar aunque sea un poco esta noche tan espantosa y me dejo caer en el suelo de la habitación.

•••

Cuando Anastasia me abraza justo después de que la dejan entrar, imagino como los órganos bajo mi piel se inflan de satisfacción, como si mi amiga sea el aire fresco que necesitaba para respirar tranquila otra vez. No pasó de los formalismos con el rey, y tuvo que darle una entrevista a los guardias antes de poder estar en el mismo espacio que yo, pero no se queja ni una vez por la desconfianza que parecen tenerle.

—Te odio ¿cómo puede ser que me hagas tanta falta? —su voz sale entrecortada y su piel se siente cálida, al alejarnos los ojos le brillan con la calma de quien vuelve a ver a un ser amado —somos tontas, nunca debimos ir a ese baile ¡ah, pero la señorita quería ver al rey!

Evito recordarle que fue ella la que me insistió en venir, pero si torcer la historia la hace sentir mejor con su conciencia, entonces me voy a limitar a sonreír.

El monstruo de la reina (1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora