Capítulo 15 (editado)

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—¿Dónde estabas? —Anastasia está en la mesa con una copa en las manos.

—Solo daba un paseo por el jardín ¿y la princesa?

¿Mencionarle mi conversación con Kael en el jardín? Ni por asomo algo oportuno.

—Están en uno de los salones con tronos, parece que el espectáculo será allá ¿no ves como todos están saliendo?

—¿Cómo que uno de los salones con tronos? ¿es que hay más?

—¿No sabías? La reina Salomé en la época en la que socializaba pidió que su palacio fuera reconstruido con más de dos tronos, ésto con el fin de tener un salón para ocasión. Cada uno tiene un diseño distinto de acuerdo a la celebración.

—Me parece algo exagerado —comento mientras ella me toma del bracero para dirigirnos como los demás a la siguiente sala.

—Si eso te parece exagerado, espera a que oigas ésto, se dice que hay uno que es el más lujoso. El trono está hecho de cristal.

—Que inseguro sentarse ahí, puede romperse.

—Juran que está muy bien hecho como para destruirse.

—¿Cómo te enteras de eso? Si yo fuera reina haría otras cosas con ese dinero.

—Si tu fueras reina habrías acabado con la mayoría de la población masculina. Y me entero de esas cosas en la modista, es el lugar de las noticias.

—Y de los chismes.

La sala nueva es incluso más grande que la del baile, el suelo brilla pulcro y se encuentra lleno de menos excentricidades. De colores sobrios y varoniles, puertas grandes con orillas brillantes. Sin embargo lo más llamativo está en los tronos, los cuales tienen en la punta de su espaldar el diseño de dos serpientes entrecruzadas entre si, es justo el mismo que está en la corona del rey.

A lo lejos un montón de personas al rededor de ellos, solo hay uno ocupado por Kael, ya que el otro es reservado para la reina, y como él aún no se casa y Salomé no se hizo presente, entonces no hay nadie.

Anastasia insiste en quedarnos cerca del trono, justo al lado de su hermano están Joane y la que supongo es su novia. Quisiera correr a preguntarle por qué le dijo a Kael que yo me había perdido, pero mantendré mis dudas hasta el final de la noche.

—¿Está mirando hacia nosotras o estoy alucinando? —pregunta mi amiga.

No hace falta preguntarle a qué se refiere cuando veo al rey sentado con supremacía a unos metros de nosotras, con una mirada descarada aputando en esta dirección.

Es el único que no tiene una máscara puesta y me pregunto si todos los monarcas lucen igual de irreverentes, con una pierna cruzada varonilmente sobre la otra y las manos relajadas en su trono, parece la imagen del poder.

No se lo que está pensando, pero con la mirada recorre todo el salón y creo que se detiene en mi, y ahí se queda por unos segundos antes de mojarse los labios y apartar los ojos.

—Simonett, te estaba mirando.

—Tonterías.

—La tonta serás tú, fue muy obvio.

—No es cierto, y aún así no debería importarte.

—¿Como que no? es el rey.

—Ya, pero si me desmayo solo porque me miro su novia estaría no muy contenta —mujeres en el salón prácticamente salivan al verlo, algunas incluso siguen el curso de su mirada.

—¿Quieres pruebas de su interés en ti? mira la cara de su novia —me susurra.

Me encuentro con el rostro de la señorita de vestido celeste viendome directamente, y como carezco de vergüenza, enarco una ceja mirándola a los ojos. La cumpleañera me mantiene la mirada un rato, pero luego la quita, haciendo bailar sus pupilas entre el suelo y su amado.

El monstruo de la reina (1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora