II. Volvió

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Quiero aclarar algo, porque no quiero que luego digan 'is qui si inimiri di illi', no, así no fueron —realmente— las cosas, si Marco Antonio volvió fue porque no le cabía en la cabeza que a esa chica (Renata) le pudiera gustar tanto el helado de mazapán, entonces eso le hizo pensar a Antonio que tal vez el problema no fuera el helado, sino él, o la quesadilla que se estaba comiendo cuando decidió probarlo. Bueno, esa fue la razón por la que él dice que volvió.

Ese viernes ya no estaba estresado, la fiesta no saldría como él hubiera querido pero saldría, ya había despedido a siete personas, no podía hacer más.

—¿A dónde vas? —le preguntó Fátima cuando lo vio salir de su oficina.

—Por un helado.

—Tenemos cosas que hacer, aún tenemos que checar unas cosas.

—Sólo voy por un helado.

Por eso en esa tarde (a las dieciséis horas para ser exactos) estaba parado enfrente de la universidad sin nombre, dándole una segunda oportunidad al helado de mazapán, y el veredicto era que no le gustaba. Cuando cuento esta historia pienso: que hijo de puta es el destino, pero también un genio; la manera en que junto a Renata y a Antonio, espectacular eh, es que nadie en la vida se hubiera esperado esa jugada por parte del amor, que el amor siempre es un aprendiz del destino.

Ambos habían sido tan irrelevantes en la vida del otro que no se dieron cuenta de su presencia hasta que Renata pidió su helado. Antonio nunca hubiera podido reconocer una cara que apenas había visto tres minutos, pero su voz sí, por eso cuando escuchó:

—Lo de siempre, José, por favor —supo que era aquella chica que lo había tratado de convencer de que el helado de mazapán era bueno.

—Hola —le dijo sin pensar, Retana se volteo a verlo y le sonrió.

—Ay, hola.

No le preguntes a Antonio que traía puesto, porque no se acuerda, estaba tan perdido en ver a esa chica que tan rara le parecía, con sus trenzas mal hechas, sus ojos chiquitos, sus cejas rectas y su piel suave (eso ya lo sabía mucho antes de tocarla). Pero Renata si se acuerda, ese día era viernes y como cada viernes tenía practica de basquetbol, entonces llevaba su short y su playera de segunda mano que usaba siempre para jugar.

—Ya sabía yo que volverías, estos son los mejores helados del mundo. —Antonio le creyó, «no ha ido a todas las heladerías del mundo» había pensado, pero una voz dentro de él le dijo muy bajo que aunque Renata recorriera todas las heladerías del mundo y probara todos los sabores de helados, no cambiaría de opinión, entonces le creyó, pero no por eso dejo de no gustarle el helado de mazapán.

—¿Qué haces tan tarde en la calle?

—Pues ya ves, la vida universitaria —y justo en ese momento su estómago comenzó a rugir.

—¿No has comido?

—Estoy comiendo mi helado.

—Eso no es comida, vamos, te invito a comer.

—¿Cómo crees?

—Hola, buenas tardes, mi nombre es Marco Antonio, mucho gusto —Renata se rió pero siguió diciendo que no, pero Antonio siguió insistiendo, y como Reni siempre ha sido bien lista dijo:

—Mira, así no vamos a llegar a ningún lado, nos echamos un volado ¿cómo ves?

—De acuerdo, pido Sol. Si sale, te invito a comer.

Renata sacó una moneda de cinco pesos y la tiró al aire, la atrapó con las dos manos y al quitar una se vio claramente el lado del Sol.

—¿Qué quieres comer?

—Por aquí venden unas hamburguesas bien buenas. Por cierto, me llamo Renata.

—Un gusto, Renata.

Esa tarde Reni se comió una hamburguesa y Antonio un helado que no le gustaba. Comieron de pie mientras hablaban.

—¿Has probado los tamales de cajeta? —le preguntó Reni mientras aún masticaba su bocado.

—No.

—¿Cómo crees? Son una delicia, pero tienes que venir tempranito porque se acaban. Uy, aparte doña chela hace un atole de chocomenta que ni te cuento, está re' bueno.

—No me gusta mucho el atole.

—Es que no has probado el de doña chela.

Hablaron de otras cosas, como del trabajo de Antonio.

—Soy administrador —le había dicho, y no era mentira, pero tampoco era toda la verdad.

De la universidad.

—Yo no veo la hora de empezar a trabajar, un día me vas a ver igual de trajeada que tú y ni me vas a reconocer.

De tik tok.

—No me gusta porque me puedo aventar horas ahí sin darme cuenta —le dijo Antonio, haciendo que Renata se riera.

—No pues sí, creo que a todos nos pasa.

Y eran las cinco y cuarto cuando Renata le dijo que tenía que irse.

—Muchas gracias por la comida.

—No ha sido nada.

—La próxima vez que te vea te invito algo.

—No es necesario.

—Vas a ver que sí. Nos vemos, Marco.

Y se fue.

                   Ni señor.

                                         Ni joven.

Sólo 'Marco'. 

XIV años lejos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora