III. Cristina

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Todos se hubieran ahorrado el escándalo de la mañana del jueves si Fátima le hubiera dicho a Antonio a tiempo que ella se había encargado de mandar las invitaciones.

—¿De verdad crees que César te hubiera asignado esta tarea sin supervisión? No es que desconfíe de ti, sabe que siempre das tu cien por ciento, pero no se iba a arriesgar a que algo saliera mal.

—Es un hijo de puta, el cabrón.

—¡Shh! No hables así de él, menos dentro de su empresa. Gracias a él tienes trabajo.

El enojo de Antonio pasó rápido, la verdad es que todo se sentía extremadamente tranquilo, incluso cuando Dante le dijo que Cesar había decidido que él fuera quien diera el anuncio de la colaboración, ni siquiera eso lo inquietó.

—¿Qué tal? —Antonio volteo y vio salir a Cristina con un vestido negro entallado, sólo era un pedazo de tela sin nada especial y aun así en ella se veía como la octava maravilla del mundo, le sonrió. Cristina comenzó a caminar hacia él.

—Te ves hermosa —le dejo un beso en los labios.

—Tranquilo, al final de la noche te dejaré quitármelo.

Cristina tenía la piel bronceada, un cuerpo de infarto y el pelo rubio. Pero Antonio sabía que no siempre había sido así. Ambos se conocieron en una ida al antro, él con sus amigos y ella con los suyos, como te digo, Cristina no siempre fue así, en ese momento —cuando Antonio tenía veinticinco años— Cristina aún era blanca tirando a pálido, con una cabellera castaña, un culazo pero sin tetas, y con los labios un poco menos inflados. Pero para Antonio ya era hermosa.

Sí, Cristina tiene tantito silicón por ahí y por allá, y su cabello oxigenado, pero eso no le quita lo guapa, eso nunca podría hacerla menos hermosa por el simple hecho de que siempre lo había sido.

—¿No le dijiste que era una fiesta de trabajo? —le preguntó Fátima a Antonio cuando ambos se encontraron en la coctelería.

—Sí.

—¿Y no te dan celos?

—Ella se puede vestir como quiera.

—Sabes que Cristina me cae bien, pero no me puedo imaginar qué hizo para merecerte.

Antonio sólo se encogió de hombros, pero Fátima no lo pasó desapercibido.

El domingo por la mañana Cristina no estaba a su lado en la cama, no era raro, de hecho, era lo normal ya que todas las mañanas iba al gimnasio. Antonio estaba cansado pero su ánimo estaba mejor que cualquier otro día.

«ya casi es lunes»

Sólo a Antonio le entusiasmaba la llegada del lunes.

La historia de Cristina y Antonio era bastante normal, él le llamó para invitarla a tomar un café y esa salida se volvió común entre ellos, al igual que pronto lo fue salir de antro, dormir, desayunar, comer, cenar y viajar juntos; no pasaron más de dos meses cuando ya estaban saliendo, incluso Dante y Fátima no estaban seguros de que apostar, no se veía que fueran a durar mucho pero tampoco que tuvieran problemas. El tiempo lo diría, y lo dijo: ya iban a cumplir siete años de novios.

Si me lo preguntan, para mí siete años son muchos, pero al parecer no lo suficiente para que ellos decidan casarse, que bueno, estamos en el siglo XXI, no necesitas casarte con la persona que amas, basta con estar juntos y ya. Pero, hazme caso, conozco muy bien a Antonio, y sé que él se quiere casar.

Yo sólo digo.

XIV años lejos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora