XIX. Gracias y veintiochos

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Nadie sabrá qué fue lo que sintió Antonio cuando supo sobre Miguel, me apostaría la vida a que ni siquiera él sabe a ciencia cierta qué fue lo que sintió o pensó cuando Renata se sincero con él.

Esa noche no hizo más que abrazarla mientras ella soltaba lágrimas de amor, amor por quien se había ido y por quien había encontrado «¿o habrá sido Marco quien me encontró a mí?», se preguntaba a veces.

Yo pienso que fue el destino quien los presentó.

Estuvieron abrazados mucho tiempo, Renata podía escuchar sus latidos perfectamente mientras que Antonio no dejaba de acariciar su brazo; llegó el momento en que Renata ya no derramaba más lágrimas.

—¿Qué quieres cenar? —le preguntó Antonio en voz baja.

—La verdad no tengo hambre.

—Pero tienes que cenar algo. ¿Quieres que te pida algo?

—Hay mucha comida.

—Eso quiere decir que quieres algo pero no me quieres decir. Oye, lo siento, pero aún no sé leer mentes, necesito que me digas que quieres cenar —hubo un silencio, una guerra entre quien insistiría y quien se rehusaba a hablar. Y tuvimos un vencido.

—Se me antojan unas crepas.

Así terminó su día, con los dos viendo The Simpsons y comiendo crepas. Fue mucho mejor de lo que Reni pensó que sería, fue mucho más de lo que Antonio creía merecer, con ella a su lado mientras sonreía.

—Vamos, te llevo a tu casa —le dijo cuando la descubrió con los ojos cerrados, ella no protestó; durante el camino intentó ir despierta pero más de una vez se quedó entre el sueño y la realidad.

—Reni, ya llegamos.

—¿Cuándo te veo?

—El próximo sábado. Como siempre.

—Como siempre —ambos intercambiaron miradas.

Renata estaba más dormida que despierta pero pudo ver algo en la mirada de Marco: un brillo, un brillo que no estaba ahí antes, pero que le gustaba; en cambio, Antonio no sabía qué decían los ojos de ella, estaban perdidos, quizá en algún pensamiento o recuerdo, pero seguían siendo los ojos más bonitos que jamás hubiera visto, cuánto le hubiera gustado saber en donde estaban sus pensamientos; pero en eso ella se acerco y no le dio tiempo de reaccionar (o quizá simplemente no quiso hacerlo), pero cuando se dio cuenta tenía los labios de Renata sobre los suyos.

Y tal vez ese beso le respondió sus preguntas, porque en ese beso le dijo «sólo pienso en ti». Fue un beso lento, tierno y largo. Tal vez se dijeron tantas cosas que no se dijeron más.

Cuando Renata se separó lo vio a los ojos y le dijo:

—Gracias.

Y después salió del coche para luego perderse tras la puerta de su casa.

No sé si quedó claro, pero ese "gracias" no fue de esos que dices nada más para ser educado, fue uno de verdad, uno que agradecer muchas cosas, era un gracias por traerme, gracias por escucharme, gracias por entenderme, gracias por quererme, gracias por encontrarme y por cuidarme. Tal vez nadie las escuchó, pero eso se dijeron, y ellos lo entendieron.

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Febrero sería un mes aburrido si no fuera porque tiene el día del amor y la amistad, y porque cada cuatro años se le agrega un día. Pero ese febrero en particular hubiera sido igual que los otros si no fuera porque Adrián y Renata fueron a sacar su pasaporte en pleno catorce. Ese día era martes ¿en serio tenían tanta necesidad para sacarlo entre semana? Pues, digamos que los sábados de Renata pertenecían a Marco, y los domingos a las tareas acumuladas; Adrián no puso peros, ya que era una excusa perfecta para ver a Dante entre semana.

XIV años lejos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora