XXVII. Pasado

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Las cosas no fueron para mejor.

Después de su discusión Antonio fue hasta el departamento de Adrián para esperar a que Renata llegará, si los vecinos no sintieron pena al verlo tirado en el piso dormido entonces debieron de haber sentido miedo, no entiendo porque no subió alguien de seguridad para sacarlo.

Pero al final funcionó, los cinco terminaron regresaron a las dos de la mañana.

—Pobre —murmuró Camila. Renata tuvo que contener sus ganas de torcer los ojos, se acacho y despertó a su novio.

—Marco, Marco —se incorporó rápido, haciendo que se tambaleara.

—Renata yo...

—Espera —volteo a ver a sus amigos, ellos entendieron de inmediato, abrieron la puerta y pasaron al departamento.

—Ni queríamos escuchar —dijo Enrique antes de que cerraran la puerta. Renata se fue hasta la otra esquina del pasillo, Antonio la siguió sin hablar.

—¿Por qué estabas en la puerta de Adrián?

—Te estaba esperando.

—No debiste haber venido.

—Pero...

—Estoy enojada —lo interrumpió —, estoy muy sensible y lo menos que quería era verte. Hubieras esperado a que se me pasara.

—Pero yo necesitaba arreglar las cosas ahora. Reni, sé que te prometí que ahí estaría y no fue así, no te haces una idea de lo mucho que lo siento, y más porque -porque te hice creer que hay algo más importante y no es así ¡yo te amo! Eres mi aire, mi mundo, mi adoración, mi reina... y créeme que nada ni nadie nunca había sido tan importante para mí como lo eres tú. Lo siento.

—Nunca me había enojado contigo —reconoció con la mirada gacha —, pero es que hoy era diferente, era muy importante para mí y lo sabías ¡le dediqué más de cuatro meses! Y, no sé, supongo que fui una tonta al pensar que sería igual de importante para ti.

—Todo lo que sea importante para ti es importante para mí.

—Pues no se notó —silencio —. Marco, no quiero pelear, no quiero estar enojada contigo, yo igual te amo, pero eso no quita que me haya dolido.

—Lo sé reina, y no sabes lo mucho que lo lamento. ¿Estás tan enojada conmigo como para no besarme? —eso la hizo sonreír pero aun así dijo:

—Sí, y tan enojada como para mandarte a tu casa. Mañana hablamos, o al rato mejor dicho. Descansa. Te amo.

—Yo igual te amo.

.

Pero como te había dicho, las cosas no fueron mejor.

Como Renata no había festejado su cumpleaños por andar entrenando y trabajando lo pospusieron para el otro mes, cumplía veintiún años y ella ya se sentía vieja.

—¿Tantos? —le preguntó a su madre cuando vio las velas del pastel.

—Ya sé, actúas como una niña de catorce pero ya estás grande.

—Ya vas por el séptimo semestre —le recordó Guillermo, que siempre tan orgulloso de su hija la presumía con todos sus amigos, les decía "sí, mi hija estudia derecho, es bien lista la condenada, se me hace que lo sacó de su madre porque yo soy bien burro, de mí sólo lo despistado, pero no deja de ser mi hija eh".

Antonio la veía y sonreía, aun recordaba a la chica de segundo semestre, no había mucha diferencia, seguía siendo igual de alegre pero no podía negar que su novia ahora era más madura.

XIV años lejos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora