XVII. Sorpresa y sorpresas

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Nadie habló sobre lo que había pasado, aunque a nadie se le había olvidado.

Con todo lo malo, después de unas semanas, el veintiocho de enero había llegado. Una fecha más para algunos, pero tú y yo sabemos que no era cualquier día para nuestros protagonistas, y es que ellos decidieron que sería especial también.

Cómo siempre, Antonio le preguntó a Renata que era lo que quería hacer, ese día sería sábado por lo que les quedaba como anillo al dedo (como solía decir siempre Reni).

La verdad me gustaría sólo comer —le dijo en su llamada del jueves. Como ambos eran personas ocupadas (más Renata que Antonio, aunque a él le costara trabajo admitirlo) lo mejor era hablar por teléfono, ya que por mensaje había una alta probabilidad de que Reni no le respondiera, mínimo hasta el fin de semana.

—Tú siempre quieres comer.

Ya, pero ahora lo necesito, otra vez se me ha olvidado por las tareas y así. ¿Cuándo se fundó la antigua Roma? —Así pasaba siempre, ya que mientras hablaban, Renata avanzaba su tarea —Qué lata con los romanos, de verdad.

—¿Qué te hicieron los romanos aparte de facilitarte la vida?

Tienes razón. Que lata dan los maestros queriendo que revivamos todo el pasado, si quisiera saber todo eso mejor me hubiera metido para historiadora.

—¿No has leído que hacían los romanos en sus aniversarios?

—No está en mi área.

—¿Entonces?

¿Entonces qué?

—¿Qué quieres que hagamos el sábado?

—Ya te dije.

—¿Estás segura? Siempre vamos a comer.

Tan segura como que esta tarea es para mañana. ¿Te molestas si te dejo?

—Sólo me pongo triste, pero nada que pueda matarme.

Nos vemos el sábado entonces. Oye ¿tengo que llevar regalo?

—No, no es mi cumpleaños.

Pero tú seguro que llevas regalo —silencio —, silencio es igual a , entendido. Te llamo mañana, bye.

—Te —pero colgó, dejándolo con la frase a medias.

.

Entonces el sábado llegó, y el plan era tan sencillo como que Marco iba a pasar a recogerla. Nada más la vio le dijo lo que quería decirle desde hace unos días:

—Te extrañe —ella sonrió.

—Ya estoy contigo.

Renata iba vestida con unos pantalones grises y un top de tirantes negros. Marco con unos pantalones negros y una playera de mangas largas color vino. En el camino hablaron sobre cómo les había ido en la semana, sin importar que cada uno de esos días habían hablado. Cuando hay amor, no importa del tema del cual se hable, mucho menos si este es el mismo de todos los días, cuando hay amor no importa cambiar la rutina, eso es lo mágico de este.

Pero ellos aún no se daban cuenta.

Reni se dio cuenta mucho antes de que llegaran a donde era que se dirigían, y no dijo nada porque le pareció bien, más que perfecto.

Cuando subieron al departamento de Antonio, él le abrió la puerta para dejarla pasar primero.

—Dijiste que querías comer, y sabes que tus deseos son ordenes, pero me es imposible no sacar mi lado romántico.

XIV años lejos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora