XV. Complicado y personal

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A simple vista parecía que entre ellos nada había cambiado, pero la verdad era que si, las cosas siempre cambian. Como por ejemplo, que ahora Antonio siempre iba a recogerla a la universidad aunque le tomara una hora, obviamente no le importaba, ya que llevarla a casa era la excusa perfecta para pasar más tiempo con ella.

La vida universitaria no es como en las películas o en los libros, tal vez una parte, y más si eres como Reni y das tu cien por ciento para sacar las mejores calificaciones. Era una mujer ocupada, tenía sus entrenamientos de basquetbol, tareas y proyectos, ah, y dormir ocho horas (aunque la mayoría del tiempo sólo dormía seis).

Antonio, a pesar de todo, no era un hombre tan ocupado, trabajaba ocho horas, dormía otras ocho y le quedaban ocho todavía para gastar y él quería pasarlas todas con Renata, pero ella era muy directa, y le había dejado claro el segundo día que se quedó a comer con sus padres que:

—Te quiero, pero también quiero terminar la carrera, así que por favor, Marco, vete que me desconcentras.

—No entiendo porque te estresas tanto, dile a Camila que te pase la tarea y ya.

—No te has enterado de nada ¿verdad?

—¿Qué?

Renata le contó que desde que comenzaron el segundo semestre, el año pasado, todos se habían cambiado de carrera, bueno, todos menos Adrián; según los demás la carrera de leyes "era demasiado", y en parte sí, por eso era que Reni no metía todas las materias y por lo que se había mentalizado en que no terminaría la carrera en los diez semestres, sino en once. Como fuera, Cristián hizo su cambio a economía, Enrique a ingeniería química y Camila a arquitectura; Renata pensaba que tal vez no fueran las carreras de sus sueños, pero estaban en la misma universidad y eran (según ellos) menos pesadas que derecho.

—Según yo ya te había contado —le dijo Reni cuando terminó de hablar.

—Créeme, no se me olvida nada de lo que sale de tu boca, aparte, son mis amigos, lo recordaría si me lo hubieras dicho.

—Bueno, si fueran tus amigos te hubieran contado ¿no crees? —le dijo con una sonrisa burlona.

—Por más que te cueste creerlo son mis amigos, nos llevamos increíble.

—Increíble ¿eh?

—No hagas eso.

—¿Hacer qué?

—Eso que siempre haces.

—Eso, aja.

—Lo estás haciendo de nuevo.

—¿Sí?

—No lo hagas.

—¿El qué? —le preguntó intentando no reír.

—Hablo enserio, Renata.

—Renata, ¿eh?

—¿Sabes qué? Creo que mejor ya me voy.

A lo mejor a ti no te interesaba esa conversación, pero pues a mi me da mucha gracia y me gusta contarla. Pero bueno ¿en qué estábamos?

Ah, sí. Digamos que empezaron a salir después de ese beso, pero no hubo más que ese beso... por un tiempo. Te podrás imaginar que Antonio no tenía ni idea si eso era una buena señal o si acaso una señal de cualquier cosa. Por esta razón, el cuarto sábado después de esa noche, cuando Fátima y Renata fueron al baño «¿Por qué las mujeres siempre se acompañan al baño?» y se hiciera ese inquiete cuestionamiento, les preguntó a sus amigos si era normal que no hubiera pasado nada.

XIV años lejos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora