VII. Señor

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Toda la semana Fátima se la pasó diciéndole a Antonio que se estaba haciendo amigo de una niña, y él se la pasó respondiendo que no era una niña; mientras, Dante se hacía el sordo.

—¿Es que de verdad no le vas a decir nada? —le reclamaba Fátima, Dante solo se encogía de hombros con la vista fija en su computadora.

—Antonio es lo suficientemente grande para saber lo que hace.

—No, los dos son lo suficientemente idiotas para no darse cuenta del problema en el que se puede estar metiendo.

Pero el único problema que Antonio había tenido hasta entonces era que había dejado de ver su serie por andar en la calle los fines de semana. Pero seamos realistas, los hombres no son muy listos, y Antonio no era la excepción, por eso era que no se había dado cuenta que Cristina estaba actuando distante con él.

Fue hasta el viernes que hablaron.

—No me agradó tu amiga —le dijo cuando él estaba acostado en la cama y ella salía del baño.

—Ah —esa fue su respuesta, haciendo que (claramente) Cristina se enojara.

—¿Vas a salir con ella mañana?

—Sí.

—¿Y por qué no me avisas?

—No creí que quisieras que te avisara.

—¡Eres mi novio! —Antonio por fin apartó la mirada del libro que estaba leyendo para poder ver a su novia.

—¿Qué te pasa?

—Ya te lo dije: no me agrada tu amiga —se acercó hasta la cama para sentarse en la orilla.

—Pero ¿por qué?

—Ay, Antonio, es obvio: está claro que esa niña es sólo una interesada —Antonio estuvo a punto de interrumpirla pero ella siguió hablando —, y no la defiendas, porque lo que te digo es verdad y lo sabes. Eres una persona increíble para que alguien nada más esté contigo por tu dinero.

—Ella no sabe que tengo dinero.

—Por favor, ¿de verdad crees que es necesario decirlo? Hay cosas que no se pueden ocultar, y desde lejos se ve que naciste en cuna de oro.

—Cristina, créeme, conozco a Renata, ella no me busca por el dinero —la verdad era que Antonio la buscaba a ella.

—Hablas como si de verdad la conocieras de toda la vida. Si quieres seguir sumergido en esa idea tuya, está bien, pero recuerda que no soy de las que les gusta decir 'te lo dije'.

No te me espantes, a Antonio realmente no le afecto lo que Cristina le dijo, él tenía muy claro que Reni no era de esas personas, por eso fue que se pudo ir a dormir tranquilo.

Al día siguiente fue hasta donde había quedado con Renata de verse: en el centro de la ciudad. Según porque cerca había una pizzería excepcional, esta vez habían ido ellos dos ya que no habían salido mucho de su rutina de comer, platicar y ya. La cosa es que del centro al restaurante había un tramo considerable, fue por eso que Antonio se enojó ya que muy bien pudieron haber ido en carro, pero es que Renata ya sabía que eso pensaría él y es por esa misma razón que ya tenía un plan.

—Ay hombre, que puedes vivir sin el carro.

—Nos va a tomar media hora si vamos caminando.

—¿Y quién dijo que iríamos caminando? ¿Ves esto? —Reni sacó una tarjeta de su bolsillo —Es para que rentemos unos scooters.

—¿Por qué en scooters?

—¿Por qué no?

—¿Al menos sabes usarlos?

XIV años lejos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora