IV. Chocomenta

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 Antes de comenzar con este pequeño pedazo de la historia te voy a ilustrar a los nuevos personajes que van a aparecer, primero tenemos a Adrián, un chico lindísimo que siempre traía audífonos; luego a Camilla, cabello cobrizo, pecas, ojos claros tirando a grises, cejas arqueadas y unos ojos de gato; Cristian, moreno de fuego, cabello corto, mirada de enojo, cejas gruesas, siempre con una lata de Pepsi en la mano; y Enrique, ojos redondos, cejas pobladas, cabello castaño ligeramente rizado, siempre con su chamarra de mezclilla. Ese es el team de Renata, seguro que entre ellos tienen un nombre pero si me lo han dicho no lo recuerdo, así que dejémoslo así.

Entonces, ese lunes Antonio ya estaba afuera de la universidad sin nombre a las siete de la mañana, parado al lado del árbol en donde se ponía el puesto de helados. Esa vez claro que ambos se reconocieron, Renata iba derechita hacia la puerta mientras platicaba con Cristian, pero con sólo voltear y ver a Antonio cambió de dirección.

—¿Renata? —cuando Cristian se dio cuenta, su amiga ya estaba saludando a Antonio, al alcanzarlos Renata le explico.

—Cris, él es Marco; Marco, él es Cristian. —luego dedicando toda su atención a su nuevo amigo le dijo —Ya sabía yo que regresarías a probar los tamales de doña chela, ¿a qué si están buenos, Cris?

—Muy buenos, y el atole —Cristian hizo un signo de aprobación con su mano mientras sonreía, dando fe a todo lo que Renata había dicho.

—Uffas, ¿pa qué te cuento? Vamos, yo te invito. ¿Vienes? —le preguntó a Cristian, quien nunca rechazaría un buen atole.

Antonio pidió uno de zarzamora con queso crema y un atole de fresa, Cristian uno de chocolate y atole de chocomenta, y Renata uno de cajeta y atole de galleta. Cada uno le robó a los otros, todos terminaron probando de cada uno, de hecho, Antonio recuerda perfectamente cómo mientras le metía su cuchara al tamal de Renata un chico se les acercó.

—¿Están desayunando?

—Sí, ¿quieres?

—No gracias, —pero su forma de actuar fue distinta, ya que con las manos le robo un trozo de su tamal y bebió un sorbo de su atole —los espero adentro, tengo que terminar mi tarea —tiempo después Antonio se enteró que ese chico era Adrian.

—¿Ustedes no tienen clases? —les pregunto después de probar el tamal de cajeta.

—Sí, pero la profesora no cuenta la asistencia.

Ellos estaban muy tranquilos hablando cuando llamaron a Cristian para que no se hiciera pendejo y fuera con su equipo a terminar la presentación que tenían que presentar en dos horas. Entonces se fue y otra vez quedaron Antonio y Renata.

—¿Tú no tienes que exponer?

—No, me tocó el viernes.

—¿Me pasas tu número?

—¿De lista?

—Que graciosa.

—Un poquito, sí. ¿Te lo dictó o te lo escribo?

.

Durante todo el día Camila se la paso reclamándole a Reni el haberle dado su número a un extraño, y Reni se la paso explicándole que no era un extraño.

—¿Y de dónde lo conoces?

—Ya te dije que nos topamos con José.

—Sólo porque compre el mismo helado que tú no significa que sean amigos.

—No dije que fuera mi amigo.

Y así estuvieron todo el día, ni siquiera Adrián las aguantaba. Claro que Reni no le diría "oh sí, creo que tienes razón, la cague al darle mi número, ojala no lo hubiera hecho", porque lo hecho, hecho ya estaba; lo que sí es que comenzaba a arrepentirse, no sabía nada del tipo sólo que su nombre era Marco Antonio, pero ¿y sus apellidos? ¿en dónde trabajaba? Y lo más importante ¿qué hacía por la escuela? Pero de nada le servía arrepentirse porque ya no podía hacer gran cosa, sólo tener cuidado de ese tal Marco de quien apenas sabía nada.

XIV años lejos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora