XI. El Castillo y la Princesa

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Cuatro horas de viaje fue lo que les tomó llegar a su destino, bueno, el hotel era sólo el penúltimo lugar antes de por fin llegar a la razón de todo el viaje. Pero este, a diferencia de todos los lugares en los que habían estado durmiendo, era una pasada, una vez más, Fátima había sido la encargada de apartar la habitación, y si, esa era una de las diferencias: ahora era sólo una habitación, pero esta tenía ocho camas para cada uno, era algo así como el penthouse.

—Esto si es vida —dijo Enrique antes de dejarse caer en una cama. Estuvieron todo el día en el hotel mientras veían películas y comían lo que pedían a la habitación.

—Te apuesto a que él muere —le dijo Reni a Marco cuando empezó la segunda película.

—Una salida al cine.

—Vale.

Se la pasaron apostando con todas las películas que vieron esos tres días, no sé cómo terminaron las apuestas ni si alguna de todas esas se cumplió, sólo ellos sabrán.

El primer día se fueron a dormir relativamente temprano, ya que al día siguiente les tocaba ir a la Pirámide de Chichen Itzá.

—¿Sabes? —le preguntó Renata jadeante, mientras caminaban bajo los rayos del sol— Creo que lo más sencillo hubiera sido ir a Tenochtitlan, no sé porque complicar tanto las cosas.

—Cierto, ¿por qué decidiste venir hasta acá en una van? —le preguntó Marco.

—Porque tú querías venir acá, y porque claro que yo no podía pagar los boletos de avión.

—¿No nos salía más barato que todo esto? Digo, la gasolina, los hoteles, la comida...

—Ya sé, ya sé. Bien, tal vez si no fuera más barato, pero los aviones son taaan aburridos, y sólo conoces el cielo, y el cielo es el mismo que en la ciudad que acá, pero los lugares a los que hemos ido no, y ya estoy sonando muy sentimental ¿no?

—Sí —le sonrió —, pero eso no te quita la razón. A parte, es verdad, los vuelos son aburridos —y Antonio ya había tenido varios—, un road trip —algo que nunca había vivido —es diferente, más divertido, más de nosotros.

—Siento que lo dices para hacerme sentir mejor.

—No, créeme, nunca escucharás una mentira salir de mi boca.

—¿Ni siquiera para hacer sentir bien a alguien?

—¿Preferirías que te mintiera para hacerte sentir mejor?

—No.

—Ahí está, a mí tampoco.

Cuando estuvieron en frente de El Castillo, todos se pusieron a sacar fotos, todos menos Antonio, él ya había visitado todas las maravillas del mundo moderno excepto la que tenía en frente de él, y aun así, prefirió mirar a Renata, quien no dejaba de sonreír.

—¡Hay que tomarnos una foto! —le dijo Reni antes de tomarlo de la mano y acercarlo —¡Faty! Tómanos una foto.

Las primeras fotos eran ellos juntos sin más, pero después, a Antonio le por cargar a Renata, en las fotos se veían como recién casados que se reían con ganas; fue una de las pocas fotos que ocupaban lugar en su Instagram privado, con la descripción "El Castillo y una princesa".

Y sí, en ese momento seguían siendo sólo amigos.

.

El regreso a la ciudad fue un poco lo mismo que la ida, sólo que esta vez Antonio y Renata siempre se sentaron juntos; digamos que Fátima y Camila hicieron que los otros abrieran los ojos y se dieran cuenta de eso.

XIV años lejos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora