XXXII. o quién se queda peleando?

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Renata sufrió más de lo que aparentó, y es que nunca se dejó romper en frente de nadie, ni siquiera de Camila.

Después de salir del departamento de Marco lo primero que hizo fue dejar salir sus lágrimas, pero nunca dejó de caminar, fue hasta que llegó a la parada del camión que se detuvo para sentarse; gente pasaba y la miraba como si de un espectáculo de mal gusto se tratara, «aunque tal vez así sea» pensó. Un par se detuvieron para preguntarle si estaba bien, si necesitaba algo, ella sólo asentía mientras continuaba llorando.

Pero entonces se dio cuenta que no tenía tiempo para llorar, que su novio la hubiera dejado era por mucho una de sus últimas preocupaciones.

No tuvo tiempo de decirle a Marco que sospechaba que estaba embarazada, y la verdad era que después de escuchar todo lo que le dijo, no le quedaban ganas de hablar con él cosas que eran solo una suposición.

Así que se levantó, se limpió las lágrimas y aprovechando que estaba en un lugar en dónde nadie la conocía (más que el portero del edificio, algunos vecinos y Antonio, quienes no volvería a ver otra vez) que decidió ir a la farmacia más cercana y comprar una prueba de embarazo.

Tan sólo una semana antes las cosas estaban bien, tan bien que habían concebido a la criatura que ahora comenzaba a crecer en el vientre de Renata.

Aquí entre nos, no se lo tomó bien. Darse cuenta que estaba embarazada sólo hizo que volviera a llorar, pero una vez más, detuvo su llanto cuando se dio cuenta que eso no la llevaría a ningún lugar. Se olvidó de Marco (o eso intento) y se enfocó en su futuro.

Renata regresó a vivir con sus padres porque sabía que así era la única forma de que sus amigos no se dieran cuenta de sus "cambios". Fue hasta que empezó su décimo semestre que decidió contarles.

—Estoy embarazada —les dijo una mañana, ambos la vieron entre espantados y sorprendidos.

—¿Qué?

—Estoy embarazada —hubo un silencio y luego una avalancha de preguntas.

—¿Cuántos meses tienes?

—Dos meses.

—Pero —Regina no consiguió formular la pregunta, pero Guillermo sí.

—Es de ese hijo de puta ¿cierto? —Reni asintió, aun le tenía miedo a su padre cuando él se enojaba. —¡Ese imbécil! ¡Y ahora se va a casar con otra!

Después de más preguntas y maldiciones, llegó la pregunta:

—¿Y qué vas a hacer?

—Pues, he metido todas mis materias, sé que puedo hacerlo, sólo tengo que dejar los entrenamientos, mi trabajo y las salidas, aunque ahora no tengo con quien salir —sus padres la veían como si no estuvieran seguros de sus palabras —. Estoy en una buena escuela, sé que en cuanto me gradué encontraré trabajo, aparte ¡tengo experiencia!

—Y tendrás un bebé, —le recordó su padre —eso no le conviene a las empresas.

—Sé que habrá alguien que esté dispuesto a contratarme. Sólo -espero sólo necesitar de su ayuda el primer año. ¿Creen que puedan ayudarme?

—Mi cielo, siempre vamos a ayudarte, en lo que sea que tu elijas y pase lo que pase.

Y luego de mucho tiempo, Reni soltó lágrimas de felicidad.

XIV años lejos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora