Se casaron por deber.
Gobernaron por el reino.
Lucharon por la justicia.
Pero se curaron el uno al otro.
Una historia en la que dos almas rotas, reunidas por casualidad, encuentran
consuelo entre sí después de una guerra.
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VI . Al final de la noche
Livia gritó en la mano de su captor, sintiéndose mareada. Esta noche no le iba bien.
Estaba a punto de darle a su captor un golpe o tal vez otra bofetada podría estar en camino cuando viera quién era. Ella lo empujo lejos antes de darle un manotazo en el pecho.
—¡Ay!
— ¡Oberyn Nymerios Martell! ¿Qué demonios te poseyó para hacer eso? — Preguntó Livia, golpeándolo repetidamente —Casi me detienes el corazón.
Riendo, Oberyn solo tomó su mano, presionando un pequeño beso en su puño fuertemente apretado.
Ella le puso los ojos en blanco, tratando de contener una sonrisa, pero él ya la vio.
—Eso fue lo último que querría hacer— Dijo, finalmente soltando su mano —Perdóname por favor.
Livia fingió pensar en ello durante un rato mientras se adentraba más en los pasillos, queriendo alejarse lo más posible del salón de baile.
Se volvió hacia Oberyn con una pequeña sonrisa antes de meterse en un pequeño camino hacia los jardines—Sólo porque dijiste por favor.
Dejó escapar una pequeña risa ante su alegría—Has cambiado bastante desde la última vez que te vi, Livvy. ¿Dónde estaba esta chica despreocupada durante la ceremonia?
Ante eso, se puso seria y el vino pareció haberse filtrado fuera de su sistema—Dejando de existir—Dijo Livia mientras paseaban por los jardines.
Los caminos estaban iluminados por antorchas y había guardias alineados en cada esquina, pero se sentían como si fueran las únicas dos personas allí mientras la luna iluminaba todo con un brillo espeluznante.
—No entiendo— Oberyn confesó mientras trataba de entender.
Pero no lo hizo, nunca pudo porque, ¿cómo podría hacerlo? Creció como el segundo hijo en Dorne. No tenía responsabilidades que mantener ni alianzas matrimoniales que cumplir y nació hombre.
Oberyn estaba libre mientras ella estaba lejos de eso.
Livia fue la primogénita de Lord Tywin Lannister. Nació como una niña y la única forma de cumplir con su deber es casándose. Ni siquiera podía hacer eso bien.
—Oberyn—comenzó, sin saber cómo o qué decirle—Estoy seguro de que has notado que no soy la misma chica que conociste hace siete años.
Frunció el ceño mientras se volvía para mirarla—Sí, te has vuelto más hermosa desde la última vez que vi.
—Eso no es en absoluto lo que quise decir. Ahora no es el momento para tus halagos, por favor. Quiero que lo entiendas—Ella le suplicó.
—Entonces ayúdame. Ayúdame a entender porque en este momento, no tengo ni idea de por qué eres tan diferente—Oberyn respondió, sosteniéndola por los hombros para que pudiera concentrarse en él y nada más.
