RUTINA

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Han pasado algo más de dos semanas desde que Luc se cruzó en mi camino, pero por desgracia, mi vida no ha cambiado mucho desde el día en que llegué aquí. A pesar de haber cogido una excedencia en el trabajo para poder entrenar más tiempo, no consigo hacer avances y empiezo a perder las pocas esperanzas que tenía de controlar mi poder. Luc y As insisten en que para los mestizos es complicado hacer despertar sus poderes y conseguir controlarlos y que debo tener paciencia pero, lamentablemente, esa no ha sido nunca una de mis virtudes. Además, permanecer aquí encerrada como si fuese una prisionera, no me ayuda lo más mínimo. Los dos demonios que tengo por guardaespaldas no dejan de repetir que es por mi propia seguridad, pero tienen que entender que, aunque sólo sea de vez en cuando, necesito una distracción.

Estamos ya a principios de Mayo y el mes ha comenzado especialmente cálido, como si el verano tuviera prisa por llegar. Me gustaría salir al calor de la terraza para disfrutar de la sensación del sol calentando mi piel, pero Luc ni siquiera me deja acercarme a los cristales de la puerta que dan acceso a ésta. Echo de menos salir a tomar una cerveza bien fría en la terraza de algún bar mientras veo atardecer, o dar un simple paseo por la siempre bulliciosa calle Mayor rodeada de gente que se detiene ante los escaparates de los numerosos comercios. Extraño salir a correr por las distintas zonas verdes de la ciudad, o subir en bicicleta hasta el Monte El Viejo. Nunca pensé que añoraría cosas tan simples como el roce del aire en mi cara, el frescor de la lluvia sobre mi rostro o el sonido de las risas de los niños mientras juegan en alguno de los parques existentes. Lamento no haber valorado lo suficiente la libertad de la que gozaba, ahora lo veo. Quizá, si entonces hubiese sido consciente de lo afortunada que era, mi vida hubiese sido distinta.

Son algo más de las tres de la tarde y Luc y As están viendo las noticias en la gran pantalla curva del salón pero yo ni siquiera oigo las voces de los reporteros. Estoy perdida en mis pensamientos y sobre todo en mis deseos de romper, aunque sólo sea por un momento, con la rutina. Como todos los días a estas horas, permanezco sentada en el mismo sitio del mismo sofá del mismo salón de la misma casa. Cómo no consiga salir de aquí creo que me voy a volver loca. Esta mañana ya he estado a punto de lanzarme al cuello de As para intentar estrangularlo tras otra de sus múltiples insinuaciones, pero Luc me ha detenido antes de que pudiera acercarme lo suficiente. Antes tenía paciencia para soportar sus comentarios, incluso debo reconocer que me hacían gracia, pero cada vez tengo menos aguante. Mis nervios están a flor de piel y eso no es bueno si vives con dos demonios.

-Preciosa. ¡Eh! ¡Meridiana! - me llama Luc.

-¿Eh?

Poco a poco la voz de Lucifer me hace salir de la situación de reflexión en la que me encontraba. Creo que tendré que continuar con el momento "duda existencial" en otra ocasión.

-Estás muy distraída. ¿Qué te pasa?

-¿Para qué quieres saberlo si de todas formas no me vas a hacer caso? - pregunto un tanto irritada.

Esto es humillante. Me siento como un pájaro encerrado en una jaula de oro, muy bonita pero una cárcel al fin y al cabo.

-Lo dices como si no me preocupase por ti y sabes que tú eres lo único que me importa. Sólo quiero protegerte.

Creo que por un momento mi corazón ha dejado de latir. La sinceridad de sus palabras, acompañado de la magnificencia de su rostro, ahora tan cercano al mío, hacen que se me corte la respiración.

-Yo... no quería decir eso. Sé que te preocupas por mí - respondo un poco avergonzada por la idea de que me haya malinterpretado.

-Entonces, ¿a qué te referías con eso de que no te iba a hacer caso?

No sé cómo decirle que necesito salir de aquí. Ellos tampoco se han movido de este piso desde que llegué a él y en ningún momento les he oído quejarse, y eso que es por mi culpa. Quizá estoy siendo muy egoísta.

Meridiana: la hija de la ira. (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora