EL EJÉRCITO

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Por suerte, sólo Luc me ha acompañado en la comida. No hubiese soportado tener a los demás dando vueltas a mí alrededor mientras me observan comer. Ya he tenido suficiente este último mes con mis dos guardaespaldas haciéndome compañía cada vez que me llevaba algo a la boca.

Lucifer me ha dicho que el cuartel está justo detrás del castillo, excavado en uno de los grandes muros de piedra. Por supuesto, Mammon nos acompaña, aunque parece no hacerle mucha gracia.

Cuando estamos ante las puertas del cuartel, varios soldados nos saludan inclinando la cabeza justo antes de dejarnos el camino libre. Una vez dentro, atravesamos una sobria entrada, sólo adornada por las antorchas que la iluminan, hasta que llegamos a un patio central del tamaño de cuatro campos de fútbol. En él, unos mil quinientos hombres y mujeres nos esperan en formación.

Vaya, no pensé que hubiese tantos soldados. Creía que no existían tantos demonios.

Lucifer, como siempre, se sitúa justo a mi lado pero Mammon se detiene un paso por detrás de nosotros, permaneciendo en un segundo plano. Un hombre se acerca a nosotros. Las tiras de cuero que hay sobre su pecho no son negras como las de los demás soldados, si no rojas, y en vez de una hebilla plateada, lleva dos.

-Mi señor Lucifer, como ordenasteis he reunido a todos los soldados salvo a los que están patrullando por la ciudad o protegiendo el castillo.

-Bien hecho, Azazel - responde Luc. - Puedes volver junto a los demás.

Supongo que Azazel se ha encargado de dirigir el ejército en ausencia de mi padre. Tiene la mirada tan fría que creo que en cualquier momento sus ojos carmesí se volverán escarcha. Los mechones rubios que le caen sobre los hombros contrastan con su piel morena y sus poderosos músculos dejarían sin habla a cualquiera.

Azazel se coloca delante de las tropas, de frente a nosotros.

-Adelante, Meridiana. Son todo tuyos - me dice Luc sin moverse de mi lado y cruzando los brazos sobre su pecho.

Muy bien, Meri. Llegó la hora de presentarte ante el ejército así que deja de temblar, joder.

-Soldados, soy Meridiana, hija de Amón, miembro del Consejo y vuestro nuevo comandante - digo alzando la voz. - No toleraré ningún tipo de insubordinación o desobediencia. Si a alguno se le ocurre cuestionarme, yo misma me encargaré de castigarlo. Sed leales y yo lo seré con vosotros. ¿Alguien tiene algún inconveniente? - pregunto de forma altiva.

-¡No comandante! - responden todos al unísono. Todos, menos uno.

Azazel permanece en silencio, con la mirada al frente. Ya me extrañaba a mí que no se presentase ningún problema. Pues no pienso venirme abajo ahora.

Me separo de Lucifer y me coloco delante de Azazel que me saca media cabeza a pesar del tacón de mis botas.

-¿Tienes algún problema Azazel? - pregunto, desafiándolo con la mirada.

Me observa durante un momento para después posar sus ojos sobre Lucifer. Me da la sensación que si se está controlando, es por la presencia de Luc y el temor a enfadarlo.

-¿Puedo hablar con sinceridad? - pregunta, aunque no tengo muy claro si a mí o a Lucifer, ya que sus ojos saltan de uno a otro constantemente.

Luc permanece en silencio, dándome la oportunidad de contestar para no desacreditarme.

-Sí, tienes permiso - respondo, manteniendo la seriedad.

-Amón era un gran guerrero, el mejor después de ti, mi señor. - Sólo se dirige a Lucifer. Es como si de pronto yo hubiese desaparecido de la escena. - No creo que una mestiza que ha descubierto sus poderes hace dos días esté a la altura.

Meridiana: la hija de la ira. (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora