CONFESIONES

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Subo las escaleras hasta el piso de arriba, siguiendo los pasos de Luc, pero antes de entrar en nuestra habitación me desvío al cuarto de baño. Necesito estar un momento a solas antes de enfrentarme a él de nuevo. No sé cómo abordar esta situación sin que derive en una discusión peor y ambos nos descontrolemos. Hasta ahora no lo había visto así.

Me refresco la cara con un poco de agua fría, intentado despejar la mente, y tras un largo suspiro, me dispongo a salir para volver al dormitorio y encontrarme cara a cara con mi señor diablo.

Entro en el cuarto, cerrando la puerta a mi espalda y veo a Luc mirando el horizonte a través de los inmaculados cristales de la ventana. Como todas las noches, sólo viste un pantalón de pijama, dejando a la vista la parte superior de su hercúleo cuerpo.

Céntrate, Meri. Tienes que hablar con él.

-¿Sigues enfadado conmigo? - pregunto acercándome a él con cautela.

-No estoy enfadado contigo, Meridiana - responde sin dejar de mirar el exterior. - Bueno, un poco sí. Pero sobretodo estoy enfadado conmigo mismo.

¿Con él? No entiendo nada. Pensé que se había molestado conmigo porque le había engañado.

Se gira lentamente y observa mi cara de asombro mientras coge mis manos entre las suyas.

-Meridiana, es cierto que me asusté al pensar que te pasaba algo pero como tú misma dijiste, yo tengo mis armas y tú tienes las tuyas, y haces bien en utilizarlas. - Suspira. - Aunque preferiría que no volvieras a hacerlo si no es algo estrictamente necesario, por lo menos cuando yo esté delante.

Apoyo la cabeza en su pecho y lo envuelvo entre mis brazos, apretando con fuerza. Me duele tanto verlo tan abatido... ¿Dónde está esa seguridad de la que hace alarde en otras ocasiones?

-Lo siento. Te prometo que no lo volveré a hacer - le aseguro.

Lucifer acaricia mi cabeza, jugando con algunos mechones de mi pelo, apartándolos de mi cara con delicadeza.

-Más te vale, o la próxima vez tendré que castigarte - me susurra al oído de forma lasciva, provocando que una dulce sensación de deseo recorra todo mi cuerpo.

Mmm. Voy a tener que plantearme hacer alguna que otra travesura más a menudo.

Me separa ligeramente de él y me da un protector beso en la frente, casi como si me idolatrase.

-Es muy tarde para ti, Meridiana. Deberías meterte en la cama y descansar. Mañana tenemos que continuar con tu entrenamiento.

-Espera un momento. Aún no me has dicho por qué te habías enfadado. Sólo me has dicho que estabas molesto contigo mismo pero no entiendo porqué.

Durante un momento no obtengo respuesta. Se hace un silencio incómodo en la habitación y empiezo a preocuparme por los motivos que pueden llevar a Luc a ponerse en semejante estado.

-No estoy muy seguro de que lo entiendas - responde dirigiéndose a la cama.

-Prueba. Quizás te sorprenda.

Se sienta con la espalda apoyada en el cabecero y me hace un gesto para que me acomode junto a él, cosa que hago sin dudar. Paso mis manos por su cintura y apoyo mi cabeza en el lateral de su pecho mientras su brazo me rodea con firmeza.

-Tú siempre me sorprendes - me confiesa. - Desde el primer día que te vi no has dejado de hacerlo.

-Entonces, ¿vas a contármelo? - insisto de nuevo.

Sé que no es la persona más comunicativa en lo que se refiere a sus sentimientos, algo parecido a lo que me pasa a mí. Supongo que en eso nos parecemos.

Meridiana: la hija de la ira. (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora