Explicaciones

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¡Por fin sola! Necesito un tiempo para asumir lo que ha pasado. Mi padre, a quien siempre tuve por un sinvergüenza, nos ha estado protegiendo desde que nací. Luc ha estado hablando de él en pasado. ¿También lo mataron? ¿Se puede matar a un demonio?

Me pongo frente al espejo y unos grandes ojos color miel me miran totalmente perdidos. Las ondas de mi melena castaña han desaparecido debido a la lluvia y toda mi ropa se me ha pegado al cuerpo hasta parecer una segunda piel. Tengo una pinta realmente horrible. Francamente, mi reflejo da pena.

Lleno la bañera de agua y la cubro de espuma. Me quito la ropa que sigue mojada y la meto en un cesto de mimbre que hay en un rincón.

Creo que antes de meterme en el agua pondré música en el móvil, algo tranquilo me vendrá bien. Busco en las listas de reproducción y por fin encuentro lo que quería: Beethoven, Silencio. Me encanta esta pieza. La música empieza a sonar y me introduzco en el remanso de paz en el que se ha convertido la bañera.

Mmm, que bien sienta esto. Me centro en la calidez del agua y en el sonido del piano que nace desde mi móvil y que inunda toda la estancia. Por un momento olvido todo lo que ha pasado, hasta que los ojos de Luc me vienen a la mente. Esos ojos azules... Estoy segura de que podría perderme en esa mirada, perder toda noción del tiempo y del espacio.

No, no, no. Deja de pensar en él de esa manera, Meri. No te has interesado nunca por ningún hombre y tienes que hacerlo ahora, y no por un hombre cualquiera. De hecho, ¡ni tan siquiera es un hombre! Además es exasperante, siempre tan seguro de sí mismo, diciéndome lo que tengo que hacer y con ese aire de superioridad.

Unas voces me hacen volver de golpe a la realidad. Fuera hay varias personas hablando pero no consigo oír lo que dicen. Los siento ir y venir de un lado a otro sin pausa. ¿Qué estará pasando? Tan solo unos minutos después, las voces cesan de forma repentina. ¿Quiénes serían? ¿Y a dónde habrán ido?

Uff, da igual. Ya le preguntaré luego a Luc por esas voces. Creo que es hora de salir del agua; ya he estado bastante en remojo. Necesito continuar mi conversación con él.

Salgo de la bañera y me lío una toalla alrededor del cuerpo. Busco un secador desesperadamente y encuentro uno en una de las puertas del mueble del lavabo.

Ya estoy totalmente seca pero necesito mi ropa. ¿De verdad se habrá encargado Luc de traer mis cosas? Entreabro la puerta del cuarto de baño y lo llamo pero no obtengo respuesta. ¿Dónde se habrá metido? No me queda más remedio que salir a buscarlo. Deambulo por el pasillo cuando por fin lo veo aparecer.

- Te estaba buscando - digo algo molesta.

Sus ojos se posan sobre mí y noto como me recorren de arriba a abajo. Esboza una pícara sonrisa y su mirada se transforma en algo más salvaje y oscuro. No soy nada tímida pero él hace que me sonroje con tanta facilidad... Sujeto bien la toalla con las manos porque sólo faltaba que se me cayera.

- ¿Y por qué me buscabas? - pregunta sin apartar la vista de mi cuerpo desnudo, al que parece analizar centímetro a centímetro.

- Necesito mi ropa - respondo con toda la seguridad de la que soy capaz, que en estos momentos no es mucha.

¿Cómo es posible que me haga perder el control de esta manera? Cada vez que me mira me siento anulada por completo. Jamás me había pasado algo así.

- Pues es una pena que necesites la ropa. Yo creo que estás así mucho mejor - dice sin perder la sonrisa.

- ¡Luc! Quiero mi ropa - grito enojada.

Meridiana: la hija de la ira. (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora